/ jueves 8 de junio de 2023

Antes y después de la alternancia

México ha transitado 23 años de alternancia política como parte de una transición democrática. Ha sido el mejor método de evaluación de los gobiernos federales y la forma más clara de aprobación ciudadana del poder que haya podido tener el país esperando sea en lo subsecuente una práctica establecida y común.

El Estado de México vive un momento histórico. Se ha elegido democráticamente con el número de votos más significativo que en cualquier otra elección a la primera mujer gobernadora en un ambiente de alternancia política.

Vivimos una elección que a pesar de tener una participación ciudadana de apenas la mitad del padrón electoral, se ha vivido en paz y con madurez política pero también ciudadana. Transitamos hacia la idea de dejar la hegemonía partidista y abrirnos hacia una necesaria alternancia que conocemos y hemos vivido durante dos décadas a nivel federal.

Que no quede la menor duda de que esto es parte de la democracia y la mejor forma de evaluar a nuestros gobiernos, pero también la clase política lo debe entender como el sentido de aprobación hacia su compromiso público con los ciudadanos que no esperan más que efectos en su calidad de vida, pues los ciudadanos buscamos también confiar en autoridades que no defrauden y que no mientan.

Cualquier empleo se puede mantener con resultados, sea privado o sea público, pero servir a un estado debe asumirse como el más alto honor y compromiso profesional por lo que representa. Ahí no hay intereses materiales, hay intereses sociales y por lo tanto morales.

Quien gobierne debe comprender que ha firmado un contrato con un municipio, con un estado o con un país entero, que rendir cuentas es obligatorio y que dar solución a los problemas será un compromiso de todos los días, pero sobre todo, que tiene un principio y un fin.

El servicio público sirve para construir mejores entornos, jamás para retroceder y las acciones quedan a la vista de todos los que decidimos continuidad o cambio en función de la aceptación o rechazo de un quehacer que no puede ser menos que ejemplar.

El Estado de México hoy por hoy ha decidido y comienza una etapa de alternancia política y no debemos verlo como algo negativo, sino como una oportunidad para un mayor involucramiento social. Cada seis años haremos una exhaustiva evaluación para ver si temas como seguridad, infraestructura, salud, educación, movilidad, combate a la pobreza, empleo, economía, entre otros, han sido mejorados en percepción, materialidad y calidad de vida.

Que sirva también esta importante etapa para que los partidos evalúen su desempeño, busquen ser mejores, entiendan a los ciudadanos, empaticen con las necesidades, sean innovadores y cercanos a la sociedad, que revisen sus valores y sus objetivos, pero que también traduzcan sus principios en respuestas para la diversidad de ideologías que tenemos y seguiremos teniendo presentes.

A mayor exigencia ciudadana y participación propositiva haremos realidad el lograr mejores gobiernos independientemente de su origen partidista, la indiferencia jamás abonará a buenos resultados y lo estaremos viviendo cada sexenio.

Que el estado más poblado del país de muestras de crecimiento y madurez social, de autoexigencia y de enfrentar los grandes desafíos con participación seria. Partamos de dar un voto de confianza a esta nueva etapa política y gubernamental porque sin confianza no hay compromiso y sin compromiso todos perdemos.

México ha transitado 23 años de alternancia política como parte de una transición democrática. Ha sido el mejor método de evaluación de los gobiernos federales y la forma más clara de aprobación ciudadana del poder que haya podido tener el país esperando sea en lo subsecuente una práctica establecida y común.

El Estado de México vive un momento histórico. Se ha elegido democráticamente con el número de votos más significativo que en cualquier otra elección a la primera mujer gobernadora en un ambiente de alternancia política.

Vivimos una elección que a pesar de tener una participación ciudadana de apenas la mitad del padrón electoral, se ha vivido en paz y con madurez política pero también ciudadana. Transitamos hacia la idea de dejar la hegemonía partidista y abrirnos hacia una necesaria alternancia que conocemos y hemos vivido durante dos décadas a nivel federal.

Que no quede la menor duda de que esto es parte de la democracia y la mejor forma de evaluar a nuestros gobiernos, pero también la clase política lo debe entender como el sentido de aprobación hacia su compromiso público con los ciudadanos que no esperan más que efectos en su calidad de vida, pues los ciudadanos buscamos también confiar en autoridades que no defrauden y que no mientan.

Cualquier empleo se puede mantener con resultados, sea privado o sea público, pero servir a un estado debe asumirse como el más alto honor y compromiso profesional por lo que representa. Ahí no hay intereses materiales, hay intereses sociales y por lo tanto morales.

Quien gobierne debe comprender que ha firmado un contrato con un municipio, con un estado o con un país entero, que rendir cuentas es obligatorio y que dar solución a los problemas será un compromiso de todos los días, pero sobre todo, que tiene un principio y un fin.

El servicio público sirve para construir mejores entornos, jamás para retroceder y las acciones quedan a la vista de todos los que decidimos continuidad o cambio en función de la aceptación o rechazo de un quehacer que no puede ser menos que ejemplar.

El Estado de México hoy por hoy ha decidido y comienza una etapa de alternancia política y no debemos verlo como algo negativo, sino como una oportunidad para un mayor involucramiento social. Cada seis años haremos una exhaustiva evaluación para ver si temas como seguridad, infraestructura, salud, educación, movilidad, combate a la pobreza, empleo, economía, entre otros, han sido mejorados en percepción, materialidad y calidad de vida.

Que sirva también esta importante etapa para que los partidos evalúen su desempeño, busquen ser mejores, entiendan a los ciudadanos, empaticen con las necesidades, sean innovadores y cercanos a la sociedad, que revisen sus valores y sus objetivos, pero que también traduzcan sus principios en respuestas para la diversidad de ideologías que tenemos y seguiremos teniendo presentes.

A mayor exigencia ciudadana y participación propositiva haremos realidad el lograr mejores gobiernos independientemente de su origen partidista, la indiferencia jamás abonará a buenos resultados y lo estaremos viviendo cada sexenio.

Que el estado más poblado del país de muestras de crecimiento y madurez social, de autoexigencia y de enfrentar los grandes desafíos con participación seria. Partamos de dar un voto de confianza a esta nueva etapa política y gubernamental porque sin confianza no hay compromiso y sin compromiso todos perdemos.