Faltan diez meses para la elección de ayuntamientos en el Estado de México y la grilla en cada municipio empieza a hervir. Muchos son los aspirantes que desean “sacrificarse”.
Abiertamente, sin respetar tiempos legales y partidistas, muestran sus pretensiones. Rompiendo la disciplina, el oren, saltaron las trancas. Unos con el beneplácito de su padrino sienten que la seguridad está de su lado.
Se dejan ver en los pueblos, o en la cabecera municipal. Saludan, sonríen; se muestran atentos, cordiales, sociales; hasta humildes y sencillos.
Otros, con mensajes subliminales, expresan con sentido de pertenencia preocupación por su tierra. Estos, y aquellas atenciones y actitudes, son el primer paso de acercamiento con sus conciudadanos. Además dicen, sin quererlo: “Aquí estoy”. ¡No me olviden!.
Antaño esa elección se hacia el primer domingo de noviembre; después de cuatro meses de la elección de diputados locales. En meses de campaña, éstos pulsaban la opinión municipal o, intuían primero, y disponían después quienes serían candidatos a presidentes municipales, en esas entidades políticas de su distrito.
Todo eso es historia electoral en nuestro estado. Hoy, hay competencia partidista. El pluripartidismo, el más sin arraigo popular generó un fenómeno: “el chapulinismo”. Esto, empezó desde la aparición de perredismo, en tiempos del compatriota salinas. Políticos desairados por su partido, emigraron a éste sin convicción ideológica, solo para conseguir sus fines.
Después vendrían otros. Como “avance democrático” de México existen 7 partidos con registro nacional. Son más las opciones para ese tipo de “cigarrones” políticos.
Ante el descrédito de los partidos tradicionales, militantes que no postularán tienen la mirada puesta en Morena, partido que elevó al poder presidencial a Andrés Manuel López Obrador .
En 2018 oportunistas de probada filiación panista aprovecharon su popularidad. Sin conocer, menos profesar la doctrina morenista, ganaron la elección. Su derechismo es invariable. En sus arterias políticas corre sangre albiazul. La tricolor circula en priistas y, la dorada, en las del perredismo, disfrazados todos de morenos.
En las cámaras del Congreso General diputados y senadores, deshonrosamente volvieron a su partido. En legislaturas estatales sucedió lo mismo. Un gobernador se avergonzó de la postulación.
Hay tiempo para que los líderes verdaderos del partido Morena no engañen al presidente.
Si quieren impulsar a candidatos que lo hagan; solo que prescindan del amiguismo y la improvisación. Más deben evitar el arribismo.
En un anterior, hable de incultura política en el mexicano. Más penoso es, que la nueva clase política carezca de convicción ideológica. A cuál me refiero, a la que muy en mi concepto, reúne ideas de un pueblo, como el nuestro.