/ jueves 8 de marzo de 2018

Comentarios y algo más...


Insertar la UAEM al movimiento globalizador: Pichardo

(Segunda parte)


En su despacho siente la calidez de la primavera por llegar. Es marzo.

-Desea tomar algo, agua o café.

-Agua, maestro.

-Silvita, por favor, invítanos agua- pide a su esposa.

-¿La Universidad continuó con la filosofía del ICLA o diseñó otra, acorde con los años de su creación?

-En el fondo seguimos con la filosofía básica del Instituto: el humanismo. Se vivía una constante renovación del estudio, con esa idea continuamos las técnicas de la enseñanza. No podríamos sustraernos inmediatamente de una larga tradición histórica. El Instituto generó un gran movimiento cultural que trascendió la entidad. Su función humanista tuvo resonancia nacional. Lo importante era que los jóvenes tuvieran valores. La libertad, cuando el Instituto alcanza la autonomía, fue un ejercicio constante; se respetó el pensamiento, las ideas, tanto de maestros como de alumnos.

Ahora la Universidad vive problemas diferentes a los años de su creación. Tiene otras perspectivas en la formación de los jóvenes. Para mí los libros, los textos; trabajos de investigación contemplados en esos, fueron fuente de información.

Para mis hijos hay otras herramientas: los equipos electrónicos y cibernéticos. La televisión y el internet son fuentes contemporáneas de información. Pienso que la Universidad debe aprovechar la red del internet para conocer el avance de la ciencia, la tecnología de otras latitudes del mundo.

-¿Cómo concibió la naciente comunidad universitaria, la autonomía de la nueva institución?

-Mire usted, el Instituto ya era autónomo. Su logro se dio entre cosas, por un importante movimiento juvenil y, desde luego, muchos maestros apoyaron la idea. El gobernador don Isidro Fabela decretó su autonomía.

Recuerdo a dos maestros que simpatizaron con la idea de crear la Universidad: don Adrián Ortega y don Enrique González Vargas. Por su calidad intelectual y docente, eran respetados entre los maestros; tenían influencia, los convencieron y dieron su apoyo. Así se logró que el 21 de marzo de 1956, el gobernador del estado decretara la creación de la Universidad con esa calidad.

La autonomía ya la conocía. Estudié Leyes en la UNAM; de modo que no fue para mí novedad. Daba a la institución el privilegio de la autodeterminación en los renglones de la academia, la cultura, la ciencia. Fue aceptada y se consideró como garantía de la libertad de cátedra. Como rector, la hice valer en más de una ocasión.

En ese cambio jugaron un papel importante los jóvenes encabezados por Daniel Benítez, dirigente del “Club Vampiros”. Ellos, “los Vampiros”, como grupo organizado, me apoyaron mucho. Vivieron y conocieron la autonomía del Instituto. Eran buenos muchachos. Inquietos, estudiosos, dedicados al deporte; alternaban el ejercicio físico con el intelectual. Muchos se convirtieron en destacados profesionistas; en la actualidad en su ejercicio profesional se distinguen por su probidad y por su sapiencia.

-A casi cincuenta años de existencia, ¿cómo advierte usted el futuro de la Universidad Autónoma del Estado de México?

-Alentador. Mantiene un alto nivel académico; continúa siendo pilar de las instituciones que ofrecen no solamente licenciaturas; ahora también posgrados. Tiene grandes restos. Sus sistemas escolarizados deben adaptarse a los vertiginosos avances y cambios universales. Con la apertura a todas las corrientes que le han distinguido, se tiene que insertar en el movimiento globalizador; pero singularmente, en el renglón de la cultura, la ciencia, el humanismo; la tecnología, pienso, debe estar al servicio de la humanidad. Insisto, los valores supremos del hombre se deben fomentar. A los jóveneshay que infundirles el sentido de responsabilidad ante los problemas sociales.

-¿Es todo, licenciado?

-Es todo maestro.

Termina la conversación.


Insertar la UAEM al movimiento globalizador: Pichardo

(Segunda parte)


En su despacho siente la calidez de la primavera por llegar. Es marzo.

-Desea tomar algo, agua o café.

-Agua, maestro.

-Silvita, por favor, invítanos agua- pide a su esposa.

-¿La Universidad continuó con la filosofía del ICLA o diseñó otra, acorde con los años de su creación?

-En el fondo seguimos con la filosofía básica del Instituto: el humanismo. Se vivía una constante renovación del estudio, con esa idea continuamos las técnicas de la enseñanza. No podríamos sustraernos inmediatamente de una larga tradición histórica. El Instituto generó un gran movimiento cultural que trascendió la entidad. Su función humanista tuvo resonancia nacional. Lo importante era que los jóvenes tuvieran valores. La libertad, cuando el Instituto alcanza la autonomía, fue un ejercicio constante; se respetó el pensamiento, las ideas, tanto de maestros como de alumnos.

Ahora la Universidad vive problemas diferentes a los años de su creación. Tiene otras perspectivas en la formación de los jóvenes. Para mí los libros, los textos; trabajos de investigación contemplados en esos, fueron fuente de información.

Para mis hijos hay otras herramientas: los equipos electrónicos y cibernéticos. La televisión y el internet son fuentes contemporáneas de información. Pienso que la Universidad debe aprovechar la red del internet para conocer el avance de la ciencia, la tecnología de otras latitudes del mundo.

-¿Cómo concibió la naciente comunidad universitaria, la autonomía de la nueva institución?

-Mire usted, el Instituto ya era autónomo. Su logro se dio entre cosas, por un importante movimiento juvenil y, desde luego, muchos maestros apoyaron la idea. El gobernador don Isidro Fabela decretó su autonomía.

Recuerdo a dos maestros que simpatizaron con la idea de crear la Universidad: don Adrián Ortega y don Enrique González Vargas. Por su calidad intelectual y docente, eran respetados entre los maestros; tenían influencia, los convencieron y dieron su apoyo. Así se logró que el 21 de marzo de 1956, el gobernador del estado decretara la creación de la Universidad con esa calidad.

La autonomía ya la conocía. Estudié Leyes en la UNAM; de modo que no fue para mí novedad. Daba a la institución el privilegio de la autodeterminación en los renglones de la academia, la cultura, la ciencia. Fue aceptada y se consideró como garantía de la libertad de cátedra. Como rector, la hice valer en más de una ocasión.

En ese cambio jugaron un papel importante los jóvenes encabezados por Daniel Benítez, dirigente del “Club Vampiros”. Ellos, “los Vampiros”, como grupo organizado, me apoyaron mucho. Vivieron y conocieron la autonomía del Instituto. Eran buenos muchachos. Inquietos, estudiosos, dedicados al deporte; alternaban el ejercicio físico con el intelectual. Muchos se convirtieron en destacados profesionistas; en la actualidad en su ejercicio profesional se distinguen por su probidad y por su sapiencia.

-A casi cincuenta años de existencia, ¿cómo advierte usted el futuro de la Universidad Autónoma del Estado de México?

-Alentador. Mantiene un alto nivel académico; continúa siendo pilar de las instituciones que ofrecen no solamente licenciaturas; ahora también posgrados. Tiene grandes restos. Sus sistemas escolarizados deben adaptarse a los vertiginosos avances y cambios universales. Con la apertura a todas las corrientes que le han distinguido, se tiene que insertar en el movimiento globalizador; pero singularmente, en el renglón de la cultura, la ciencia, el humanismo; la tecnología, pienso, debe estar al servicio de la humanidad. Insisto, los valores supremos del hombre se deben fomentar. A los jóveneshay que infundirles el sentido de responsabilidad ante los problemas sociales.

-¿Es todo, licenciado?

-Es todo maestro.

Termina la conversación.

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