/ jueves 19 de abril de 2018

Comentarios y algo más...


Una, defensa patriótica; otra, que no lo fue

Paradójico es que dos presidentes, nativos de nuestro estado, hayan vivido sendos conflictos, con países vecinos del suyo. Uno, hace sesenta años; otro, en estos días.

“La crisis del 31 de diciembre -dijo el presidente López Mateos, el 23 de enero de 1959- se da en el momento en que nuestro gobierno, en el ámbito de nuestras relaciones internacionales nos disponíamos a seguir con renovado entusiasmo los principios de respeto, buen entendimiento, cooperación y solidaridad entre los pueblos, que inspiran la política exterior de México”.

El problema se arregló, el 15 de septiembre de 1959; ese día México y Guatemala, reanudaron relaciones diplomáticas.

La que vive el presidente Peña Nieto, sucedió, a 240 días de entregar el poder. Dejó pasar, para una posible distención entre él y Trump, como 18 meses y, no se ven visos de arreglo.

Tardíamente enfrentó la agresión. El 5 de abril, echó en cara a su homólogo, “la frustración que vive es por asuntos de política interna, de sus leyes, de su congreso”. Para él éstas son las causas del soez lenguaje dirigido a los mexicanos y, la militarización de la frontera sur de su país.

“Somos una nación generosa y con un gran corazón”. “Pero sobre todo, somos una nación soberana, con valores y con principios”, dijo.

Somos tan generosos que “El Plan Mérida”, permite a agentes gringos, fichar a migrantes mexicanos y centroamericanos. Somos un pueblo soberano a medias. Peña habló de principios; sin referir, los de “No Intervención y Libre autodeterminación de los pueblos”. El patriotismo, ni por equivoco citó. No está en su lenguaje diplomático.

El apoyo fue minúsculo, candidatos presidenciales, senadores, diputados, lo manifestaron. Pero, “su partido”, no llenó la Plaza de la Constitución con el pueblo, que le gritaría: ¡Presidente! México está contigo.

El TLC, preocupación tecnocrática; la venta del petróleo, o incidentes como este, me hicieron releer, “El American Dream”, de Enrique Berruga.

El doctor Andrés Rico, en una cena en Dallas, uno, de los nueve anfitriones, dice: “Como es posible que hayamos dominado a Moscú, y nuestro vecino más inmediato siga siendo una calamidad. Hay 30 millones de mexicanos acá. Lo que queremos sondear con usted, es muy sencillo. Dr. Rico, nuestro país está dispuesto a adoptar a México, a hacerlo parte de los Estados Unidos de América”.

Trump, creyéndose James Polk, aceptaría el plan de Phill Pershing. “El compatriota”, traicionando a México, lo puso en la órbita de la geopolítica de Norteamérica; los tecnócratas fieles a los gringos, continúan integrándolo.

Para evitar esa infamia, apremia sustituir a los proyanquistas que desean seguir en el poder. (Concluye)


Una, defensa patriótica; otra, que no lo fue

Paradójico es que dos presidentes, nativos de nuestro estado, hayan vivido sendos conflictos, con países vecinos del suyo. Uno, hace sesenta años; otro, en estos días.

“La crisis del 31 de diciembre -dijo el presidente López Mateos, el 23 de enero de 1959- se da en el momento en que nuestro gobierno, en el ámbito de nuestras relaciones internacionales nos disponíamos a seguir con renovado entusiasmo los principios de respeto, buen entendimiento, cooperación y solidaridad entre los pueblos, que inspiran la política exterior de México”.

El problema se arregló, el 15 de septiembre de 1959; ese día México y Guatemala, reanudaron relaciones diplomáticas.

La que vive el presidente Peña Nieto, sucedió, a 240 días de entregar el poder. Dejó pasar, para una posible distención entre él y Trump, como 18 meses y, no se ven visos de arreglo.

Tardíamente enfrentó la agresión. El 5 de abril, echó en cara a su homólogo, “la frustración que vive es por asuntos de política interna, de sus leyes, de su congreso”. Para él éstas son las causas del soez lenguaje dirigido a los mexicanos y, la militarización de la frontera sur de su país.

“Somos una nación generosa y con un gran corazón”. “Pero sobre todo, somos una nación soberana, con valores y con principios”, dijo.

Somos tan generosos que “El Plan Mérida”, permite a agentes gringos, fichar a migrantes mexicanos y centroamericanos. Somos un pueblo soberano a medias. Peña habló de principios; sin referir, los de “No Intervención y Libre autodeterminación de los pueblos”. El patriotismo, ni por equivoco citó. No está en su lenguaje diplomático.

El apoyo fue minúsculo, candidatos presidenciales, senadores, diputados, lo manifestaron. Pero, “su partido”, no llenó la Plaza de la Constitución con el pueblo, que le gritaría: ¡Presidente! México está contigo.

El TLC, preocupación tecnocrática; la venta del petróleo, o incidentes como este, me hicieron releer, “El American Dream”, de Enrique Berruga.

El doctor Andrés Rico, en una cena en Dallas, uno, de los nueve anfitriones, dice: “Como es posible que hayamos dominado a Moscú, y nuestro vecino más inmediato siga siendo una calamidad. Hay 30 millones de mexicanos acá. Lo que queremos sondear con usted, es muy sencillo. Dr. Rico, nuestro país está dispuesto a adoptar a México, a hacerlo parte de los Estados Unidos de América”.

Trump, creyéndose James Polk, aceptaría el plan de Phill Pershing. “El compatriota”, traicionando a México, lo puso en la órbita de la geopolítica de Norteamérica; los tecnócratas fieles a los gringos, continúan integrándolo.

Para evitar esa infamia, apremia sustituir a los proyanquistas que desean seguir en el poder. (Concluye)

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