/ jueves 9 de agosto de 2018

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¿Quién es Manuel Bartlett Díaz?

Un hombre que dedicó su vida a la política. “Soy político; neoliberal, no”. Así se autodefine. No se considera dinosaurio, dinosaurios son los neoliberales, que se comen todo, dijo a un reportero. Ha sido secretario de Estado, gobernador. Debió ser presidente, sólo que a don Miguel lo tenían cercado “el calvito y el francés”, diría el último presidente de la revolución José López Portillo. El calvito ganó la candidatura.

Actualmente es senador. Al terminar este mes se integrará como director de la Comisión Federal de Electricidad.

La designación ha causado polémica; los poderes fácticos opinan que carece de perfil idóneo para dirigirla. Aprovechan la coyuntura y lo recuerdan como secretario de Gobernación en el régimen del presidente Miguel de la Madrid.

Pareciera que gusta estar en el ojo del huracán. Su experiencia y su oficio político le han permitido salir avante de las tormentas.

Está enfrentando una más. Por ser autoritario objetan su nombramiento. El adjetivo se desprende de su paso por la Secretaría de Gobernación. En esa dependencia, el titular había sido siempre de línea dura. La excepción fue el sinarquista Carlos Abascal Carranza, indeciso, pusilánime; sin criterio para la toma de decisiones. Duró solo un año, en el gobierno foxista.

No únicamente cuestionan su falta de conocimiento para atender la Comisión. A 30 años de la elección presidencial de 1988, le echan en cara haber ordenado tiránicamente la consumación de un fraude electoral.

A veinte años de esa elección, negó ser el operador del timón. La periodista Martha Anaya, en “1988: El año que cayó el sistema”, registra que Bartlett, ante ese señalamiento, “apunta el índice acusador hacia otra dirección: el Colegio Electoral. Si hubo fraude allí operó.”* El diputado Diego Fernández de Ceballos propuso quemar las boletas electorales. Eran constancia de la primera derrota del PRI.

A pesar de las presiones del grupo salinista, de la dirigencia del PRI, no declaró vencedor a Carlos Salinas de Gortari. Jorge de la Vega Domínguez, jerarca del PRI, lo hizo la noche del 6 de julio con algunas actas en la mano.

Le sobraba razón al ministro Bartlett para no declararlo ganador, no tenía facultades. Hoy, la derecha le revive ese “pecado político”.

Por qué no culpa a Luis Carlos Ugalde Ramírez y a Leonardo Valdez Zurita, presidentes del Consejo General del IFE, de despojar, aquel en 2006; este en 2012, del triunfo a Andrés Manuel López Obrador. Uno, favoreció a Felipe Calderón; otro, a Enrique Peña.

Lo satanizan porque va a poner fin a los privilegios de los altos mandos en la CFE. (Continuará)


* Martha Anaya. 1988: el año que calló el sistema. Editorial DEBATE.


¿Quién es Manuel Bartlett Díaz?

Un hombre que dedicó su vida a la política. “Soy político; neoliberal, no”. Así se autodefine. No se considera dinosaurio, dinosaurios son los neoliberales, que se comen todo, dijo a un reportero. Ha sido secretario de Estado, gobernador. Debió ser presidente, sólo que a don Miguel lo tenían cercado “el calvito y el francés”, diría el último presidente de la revolución José López Portillo. El calvito ganó la candidatura.

Actualmente es senador. Al terminar este mes se integrará como director de la Comisión Federal de Electricidad.

La designación ha causado polémica; los poderes fácticos opinan que carece de perfil idóneo para dirigirla. Aprovechan la coyuntura y lo recuerdan como secretario de Gobernación en el régimen del presidente Miguel de la Madrid.

Pareciera que gusta estar en el ojo del huracán. Su experiencia y su oficio político le han permitido salir avante de las tormentas.

Está enfrentando una más. Por ser autoritario objetan su nombramiento. El adjetivo se desprende de su paso por la Secretaría de Gobernación. En esa dependencia, el titular había sido siempre de línea dura. La excepción fue el sinarquista Carlos Abascal Carranza, indeciso, pusilánime; sin criterio para la toma de decisiones. Duró solo un año, en el gobierno foxista.

No únicamente cuestionan su falta de conocimiento para atender la Comisión. A 30 años de la elección presidencial de 1988, le echan en cara haber ordenado tiránicamente la consumación de un fraude electoral.

A veinte años de esa elección, negó ser el operador del timón. La periodista Martha Anaya, en “1988: El año que cayó el sistema”, registra que Bartlett, ante ese señalamiento, “apunta el índice acusador hacia otra dirección: el Colegio Electoral. Si hubo fraude allí operó.”* El diputado Diego Fernández de Ceballos propuso quemar las boletas electorales. Eran constancia de la primera derrota del PRI.

A pesar de las presiones del grupo salinista, de la dirigencia del PRI, no declaró vencedor a Carlos Salinas de Gortari. Jorge de la Vega Domínguez, jerarca del PRI, lo hizo la noche del 6 de julio con algunas actas en la mano.

Le sobraba razón al ministro Bartlett para no declararlo ganador, no tenía facultades. Hoy, la derecha le revive ese “pecado político”.

Por qué no culpa a Luis Carlos Ugalde Ramírez y a Leonardo Valdez Zurita, presidentes del Consejo General del IFE, de despojar, aquel en 2006; este en 2012, del triunfo a Andrés Manuel López Obrador. Uno, favoreció a Felipe Calderón; otro, a Enrique Peña.

Lo satanizan porque va a poner fin a los privilegios de los altos mandos en la CFE. (Continuará)


* Martha Anaya. 1988: el año que calló el sistema. Editorial DEBATE.

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