/ viernes 23 de noviembre de 2018

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Muerto, ya no nos sirve señor “ingeñero”

Con líderes como don Pedro Martínez, de todo el país reunidos todos en la Convención Nacional, como delegados, en el Teatro Hidalgo de la Ciudad de México, D.F. el 28 de agosto de 1938, el profesor Graciano Sánchez -con la venia del presidente Lázaro Cárdenas- fundaría la Confederación Nacional Campesina.

En ese mismo acto, el maestro rural protestaría como secretario general del primer Comité Ejecutivo Nacional de la CNC. Entre los nueve secretarios estaba el joven Sidronio Choperena, quien como diputado en 1942 sería desaforado por el gobernador Isidro Fabela.

“Se comprometía la naciente organización a velar el cumplimiento de los artículos 3º, 27, 28, 123 y 130 constitucionales”. Estableció en su Declaración de Principios: Que, la institución del ejido debe ser base fundamental en que descanse la política agrícola del país.

Que la CNC acepta el fraccionamiento de los latifundios para su explotación colectiva por campesinos organizados.

Que al considerar que las luchas de los trabajadores del campo por su emancipación son universales, la Confederación Nacional Campesina propugnará vincularse con los campesinos de los demás países de mundo”.

Ese anhelo se inscribe en su emblema. Un círculo cuyo centro contiene espigas de trigo, una hoz, y un rifle. Con una leyenda: “Campesinos de América Uníos”

Todo eso, en el año en que se conmemora el LXXX Aniversario de su fundación sólo queda como una evocación histórica.

La contrarreforma salinista al artículo 27, con la privatización puso fin a la propiedad social de la tierra. Sólo organizaciones civiles, campesinas y de productores podrán hacer -dice el nuevo texto- propuestas de políticas para el uso sustentable de los recursos naturales. Así se despojó al ejido de personalidad jurídica y de autonomía interna.

La modernización salinista llegaba al campo para destruir la reforma agraria cardenista.

Esa medida tuvo otra secuela. Debilitó a la Confederación Nacional Campesina . El poderoso sector campesino, del Partido Revolucionario Institucional, -al que la cirugía modernista cambió la arteria del nacionalismo revolucionario, por la del neoliberalismo- con toda su doctrina -quedó convertido como éste en una entelequia.

El “sector agrario”, que dirigen los “líderes” nacionales y estatales, no existe. Lo saben. Aun así se prestan al juego de su partido. Sin vocación agraria, simulan dirigir una utópica porción partidista.

¡Ay, Tata Martínez!, si hubieses traicionado la causa agraria, la tarde en que te sepultaron, no llegaría hasta tu tumba, Lázaro Cárdenas, para ver, la tierra fresca bajo la cual empezaba tu eterno sueño de líder agrarista. Concluye.


Muerto, ya no nos sirve señor “ingeñero”

Con líderes como don Pedro Martínez, de todo el país reunidos todos en la Convención Nacional, como delegados, en el Teatro Hidalgo de la Ciudad de México, D.F. el 28 de agosto de 1938, el profesor Graciano Sánchez -con la venia del presidente Lázaro Cárdenas- fundaría la Confederación Nacional Campesina.

En ese mismo acto, el maestro rural protestaría como secretario general del primer Comité Ejecutivo Nacional de la CNC. Entre los nueve secretarios estaba el joven Sidronio Choperena, quien como diputado en 1942 sería desaforado por el gobernador Isidro Fabela.

“Se comprometía la naciente organización a velar el cumplimiento de los artículos 3º, 27, 28, 123 y 130 constitucionales”. Estableció en su Declaración de Principios: Que, la institución del ejido debe ser base fundamental en que descanse la política agrícola del país.

Que la CNC acepta el fraccionamiento de los latifundios para su explotación colectiva por campesinos organizados.

Que al considerar que las luchas de los trabajadores del campo por su emancipación son universales, la Confederación Nacional Campesina propugnará vincularse con los campesinos de los demás países de mundo”.

Ese anhelo se inscribe en su emblema. Un círculo cuyo centro contiene espigas de trigo, una hoz, y un rifle. Con una leyenda: “Campesinos de América Uníos”

Todo eso, en el año en que se conmemora el LXXX Aniversario de su fundación sólo queda como una evocación histórica.

La contrarreforma salinista al artículo 27, con la privatización puso fin a la propiedad social de la tierra. Sólo organizaciones civiles, campesinas y de productores podrán hacer -dice el nuevo texto- propuestas de políticas para el uso sustentable de los recursos naturales. Así se despojó al ejido de personalidad jurídica y de autonomía interna.

La modernización salinista llegaba al campo para destruir la reforma agraria cardenista.

Esa medida tuvo otra secuela. Debilitó a la Confederación Nacional Campesina . El poderoso sector campesino, del Partido Revolucionario Institucional, -al que la cirugía modernista cambió la arteria del nacionalismo revolucionario, por la del neoliberalismo- con toda su doctrina -quedó convertido como éste en una entelequia.

El “sector agrario”, que dirigen los “líderes” nacionales y estatales, no existe. Lo saben. Aun así se prestan al juego de su partido. Sin vocación agraria, simulan dirigir una utópica porción partidista.

¡Ay, Tata Martínez!, si hubieses traicionado la causa agraria, la tarde en que te sepultaron, no llegaría hasta tu tumba, Lázaro Cárdenas, para ver, la tierra fresca bajo la cual empezaba tu eterno sueño de líder agrarista. Concluye.

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