En estos días en que los mexicanos aún evocamos “Los Héroes de la Independencia”, de cuya inmolación se desprende todavía algo de patriotismo, te ofrendo lector el texto siguiente:
“¡Yo soy mexicano!, mi tierra es bravía, palabra de macho que no hay otra tierra más linda y más brava que la tierra mía”. Esto, dice Jorge Negrete, el charro cantor, antes de empezar a cantar: “¡Yo soy mexicano!/ y a orgullo lo tengo/ nací despreciando/ la vida y la muerte/ y si echo bravatas/ también las sostengo/...” Composición de Ernesto Cortazar y Manuel Esperón, que todavía se encuentra en el mercado.
La escribieron en años en que ser mexicano no sólo era una condición de origen; sino un orgullo que se presumía dentro y fuera de nuestro país.
En otra canción pincelaron poéticamente: “Soy el charro mexicano/ noble, valiente y leal/ de su pueblo siempre hermano/, soy el charro que se llena/, toda el alma con amor/ el de la Virgen Morena/ de su patria y de su Dios/...”
Ambos compositores, derrochando inspiración, del charro mexicano que popularizó en el mundo “El Atuendo Nacional”, escribieron: “Y aunque lo quieran, o no/ ser charro, es ser mexicano/ sencillo, valiente y sano/ francote a carta cabal/. Yo me siento muy ufano/ con mi traje nacional/ ¡Soy charro mexicano!/ y a ver quién lo toma a mal. /”
Fue época en que la patria, la nacionalidad; la mujer y su belleza; el amor, el odio; los quereres y los desprecios; la tierra, y las faenas campiranas del charro, fueron numen de los compositores, que crearon un género poético- musical conocido como, Canción Mexicana.
Poesía que al escucharla apasiona y entusiasma el sentimiento de los mexicanos. Sobrevive a las modalidades que alteran su esencia; retomando cuando se canta, su trono de reina.
Brava, retadora, jactanciosa es, al cantar el valor, la pendencia, de los charros rancheros. Dulce, sublime, tierna, cuando canta a los ojos tapatíos. Es afligida, sentida, triste, si interpreta los desamores.
Al ensalzar las gestas heroicas del pueblo mexicano, es emotiva y enardecedora. Acompañada con las notas musicales del mariachi, nuestra canción ha recorrido pueblos de la tierra.
Por la belleza de su mensaje, la canción mexicana y su categoría popular se ha elevado al rango de música de cámara, y de música sinfónica, que ha conmovido a otros públicos en las salas más exclusivas del mundo.
Esas canciones, en añorados septiembres, se oían en demasía. México, el mexicano y la mexicanidad, como temas poéticos populares, se escuchaban en sus fiestas.
La inspiración popular nos hacía recordar a nuestra patria, cuando con Pepe Guisar decíamos: “¡México es mi capital!/ aquí traigo este cantar/ inspirado en un rebozo/ y en el verde, blanco y rojo/ de mi patria sin igual/...”
A la tierra nativa, la que nos dio el gentilicio, Felipe Bermejo y Alfonso Esparza Oteo, la cantaron así: “En mi tierra mexicana/ no hay un cielo sin estrellas/ y no hay hombre que se raje/ ni mujer que no sea bella/. Los colores de mi tierra/ no los tiene el arco iris/ porque el iris tiene siete/ y mi tierra muchos miles/. Nuestro sol viste de charro/ nuestra luna de ranchera/ y hasta los propios luceros/ son brillantes lentejuelas/...”
A Pedro Galindo le inspiró el valor del mexicano, cuando morir por México era un honor. Y esa valentía la trovó diciendo: “Mi México querido/ que linda es mi bandera/ si alguno la mancilla/ le parto el corazón/. Soy puro mexicano/ por eso estoy dispuesto/ sí México lo quiere/ que tenga que pelear/, mi vida se la ofrezco/ al cabo él me la ha dado/ y como buen soldado/ yo se la quiero dar/...”
La canción mexicana, la que dio a conocer nuestro perfil, nuestra idiosincrasia; nuestra forma de ser, fue errabunda; por eso de ella Felipe Bermejo, escribió: “Vagabundas por el mundo mis canciones/ van rodando como yo/...”
Fue esa, inspiración del alma mexicana, la que no olvidó en la alborada de México, el momento en que el pueblo empezó a escribir su historia. Otra composición que se hermanó con ella, fue el corrido. En su génesis, narró las andanzas de Valerio Trujano, cuyas coplas cantaba el pueblo: “¡Viva Valerio Trujano!/, señores con su licencia/, ¡viva nuestro cura Hidalgo!/ que nos dio la independencia/...”
Antes de cumplir ciento cincuenta años la Independencia de México, José Alfredo Jiménez, el último trovador del pueblo, en memoria de ese memorable hecho histórico escribió: “Quince de Septiembre”, quizá la última poesía popular con mensaje patrio.
Del radio, de las sinfonolas; de los trovadores que en las plazas pueblerinas vendían sus cancioneros, los mexicanos aprendimos la letra y la música de esas canciones que hablaron de México y de la patria. Todas las tuve en la memoria. Las que eventualmente escucho, me regresan a tiempos pasados. Por eso, al recordarlas en estas fechas, emocionado las canto.(a)