/ jueves 14 de septiembre de 2017

Comentarios y algo más...

En estos días en que los mexicanos aún evocamos “Los Héroes de la Independencia”, de cuya inmolación se desprende todavía algo de patriotismo, te ofrendo lector el texto siguiente:

¡Yo soy mexicano!, mi tierra es bravía, palabra de macho que no hay otra tierra más linda y más brava que la tierra mía”. Esto, dice Jorge Negrete, el charro cantor, antes de empezar a cantar: “¡Yo soy mexicano!/ y a orgullo lo tengo/ nací despreciando/ la vida y la muerte/ y si echo bravatas/ también las sostengo/...” Composición de Ernesto Cortazar y Manuel Esperón, que todavía se encuentra en el mercado.

La escribieron en años en que ser mexicano no sólo era una condición de origen; sino un orgullo que se presumía dentro y fuera de nuestro país.

En otra canción pincelaron poéticamente: “Soy el charro mexicano/ noble, valiente y leal/ de su pueblo siempre hermano/, soy el charro que se llena/, toda el alma con amor/ el de la Virgen Morena/ de su patria y de su Dios/...”

Ambos compositores, derrochando inspiración, del charro mexicano que popularizó en el mundo “El Atuendo Nacional”, escribieron: “Y aunque lo quieran, o no/ ser charro, es ser mexicano/ sencillo, valiente y sano/ francote a carta cabal/. Yo me siento muy ufano/ con mi traje nacional/ ¡Soy charro mexicano!/ y a ver quién lo toma a mal. /”

Fue época en que la patria, la nacionalidad; la mujer y su belleza; el amor, el odio; los quereres y los desprecios; la tierra, y las faenas campiranas del charro, fueron numen de los compositores, que crearon un género poético- musical conocido como, Canción Mexicana.

Poesía que al escucharla apasiona y entusiasma el sentimiento de los mexicanos. Sobrevive a las modalidades que alteran su esencia; retomando cuando se canta, su trono de reina.

Brava, retadora, jactanciosa es, al cantar el valor, la pendencia, de los charros rancheros. Dulce, sublime, tierna, cuando canta a los ojos tapatíos. Es afligida, sentida, triste, si interpreta los desamores.

Al ensalzar las gestas heroicas del pueblo mexicano, es emotiva y enardecedora. Acompañada con las notas musicales del mariachi, nuestra canción ha recorrido pueblos de la tierra.

Por la belleza de su mensaje, la canción mexicana y su categoría popular se ha elevado al rango de música de cámara, y de música sinfónica, que ha conmovido a otros públicos en las salas más exclusivas del mundo.

Esas canciones, en añorados septiembres, se oían en demasía. México, el mexicano y la mexicanidad, como temas poéticos populares, se escuchaban en sus fiestas.

La inspiración popular nos hacía recordar a nuestra patria, cuando con Pepe Guisar decíamos: “¡México es mi capital!/ aquí traigo este cantar/ inspirado en un rebozo/ y en el verde, blanco y rojo/ de mi patria sin igual/...”

A la tierra nativa, la que nos dio el gentilicio, Felipe Bermejo y Alfonso Esparza Oteo, la cantaron así: “En mi tierra mexicana/ no hay un cielo sin estrellas/ y no hay hombre que se raje/ ni mujer que no sea bella/. Los colores de mi tierra/ no los tiene el arco iris/ porque el iris tiene siete/ y mi tierra muchos miles/. Nuestro sol viste de charro/ nuestra luna de ranchera/ y hasta los propios luceros/ son brillantes lentejuelas/...”

A Pedro Galindo le inspiró el valor del mexicano, cuando morir por México era un honor. Y esa valentía la trovó diciendo: “Mi México querido/ que linda es mi bandera/ si alguno la mancilla/ le parto el corazón/. Soy puro mexicano/ por eso estoy dispuesto/ sí México lo quiere/ que tenga que pelear/, mi vida se la ofrezco/ al cabo él me la ha dado/ y como buen soldado/ yo se la quiero dar/...”

La canción mexicana, la que dio a conocer nuestro perfil, nuestra idiosincrasia; nuestra forma de ser, fue errabunda; por eso de ella Felipe Bermejo, escribió: “Vagabundas por el mundo mis canciones/ van rodando como yo/...”

Fue esa, inspiración del alma mexicana, la que no olvidó en la alborada de México, el momento en que el pueblo empezó a escribir su historia. Otra composición que se hermanó con ella, fue el corrido. En su génesis, narró las andanzas de Valerio Trujano, cuyas coplas cantaba el pueblo: “¡Viva Valerio Trujano!/, señores con su licencia/, ¡viva nuestro cura Hidalgo!/ que nos dio la independencia/...”

Antes de cumplir ciento cincuenta años la Independencia de México, José Alfredo Jiménez, el último trovador del pueblo, en memoria de ese memorable hecho histórico escribió: “Quince de Septiembre”, quizá la última poesía popular con mensaje patrio.

Del radio, de las sinfonolas; de los trovadores que en las plazas pueblerinas vendían sus cancioneros, los mexicanos aprendimos la letra y la música de esas canciones que hablaron de México y de la patria. Todas las tuve en la memoria. Las que eventualmente escucho, me regresan a tiempos pasados. Por eso, al recordarlas en estas fechas, emocionado las canto.(a)

En estos días en que los mexicanos aún evocamos “Los Héroes de la Independencia”, de cuya inmolación se desprende todavía algo de patriotismo, te ofrendo lector el texto siguiente:

¡Yo soy mexicano!, mi tierra es bravía, palabra de macho que no hay otra tierra más linda y más brava que la tierra mía”. Esto, dice Jorge Negrete, el charro cantor, antes de empezar a cantar: “¡Yo soy mexicano!/ y a orgullo lo tengo/ nací despreciando/ la vida y la muerte/ y si echo bravatas/ también las sostengo/...” Composición de Ernesto Cortazar y Manuel Esperón, que todavía se encuentra en el mercado.

La escribieron en años en que ser mexicano no sólo era una condición de origen; sino un orgullo que se presumía dentro y fuera de nuestro país.

En otra canción pincelaron poéticamente: “Soy el charro mexicano/ noble, valiente y leal/ de su pueblo siempre hermano/, soy el charro que se llena/, toda el alma con amor/ el de la Virgen Morena/ de su patria y de su Dios/...”

Ambos compositores, derrochando inspiración, del charro mexicano que popularizó en el mundo “El Atuendo Nacional”, escribieron: “Y aunque lo quieran, o no/ ser charro, es ser mexicano/ sencillo, valiente y sano/ francote a carta cabal/. Yo me siento muy ufano/ con mi traje nacional/ ¡Soy charro mexicano!/ y a ver quién lo toma a mal. /”

Fue época en que la patria, la nacionalidad; la mujer y su belleza; el amor, el odio; los quereres y los desprecios; la tierra, y las faenas campiranas del charro, fueron numen de los compositores, que crearon un género poético- musical conocido como, Canción Mexicana.

Poesía que al escucharla apasiona y entusiasma el sentimiento de los mexicanos. Sobrevive a las modalidades que alteran su esencia; retomando cuando se canta, su trono de reina.

Brava, retadora, jactanciosa es, al cantar el valor, la pendencia, de los charros rancheros. Dulce, sublime, tierna, cuando canta a los ojos tapatíos. Es afligida, sentida, triste, si interpreta los desamores.

Al ensalzar las gestas heroicas del pueblo mexicano, es emotiva y enardecedora. Acompañada con las notas musicales del mariachi, nuestra canción ha recorrido pueblos de la tierra.

Por la belleza de su mensaje, la canción mexicana y su categoría popular se ha elevado al rango de música de cámara, y de música sinfónica, que ha conmovido a otros públicos en las salas más exclusivas del mundo.

Esas canciones, en añorados septiembres, se oían en demasía. México, el mexicano y la mexicanidad, como temas poéticos populares, se escuchaban en sus fiestas.

La inspiración popular nos hacía recordar a nuestra patria, cuando con Pepe Guisar decíamos: “¡México es mi capital!/ aquí traigo este cantar/ inspirado en un rebozo/ y en el verde, blanco y rojo/ de mi patria sin igual/...”

A la tierra nativa, la que nos dio el gentilicio, Felipe Bermejo y Alfonso Esparza Oteo, la cantaron así: “En mi tierra mexicana/ no hay un cielo sin estrellas/ y no hay hombre que se raje/ ni mujer que no sea bella/. Los colores de mi tierra/ no los tiene el arco iris/ porque el iris tiene siete/ y mi tierra muchos miles/. Nuestro sol viste de charro/ nuestra luna de ranchera/ y hasta los propios luceros/ son brillantes lentejuelas/...”

A Pedro Galindo le inspiró el valor del mexicano, cuando morir por México era un honor. Y esa valentía la trovó diciendo: “Mi México querido/ que linda es mi bandera/ si alguno la mancilla/ le parto el corazón/. Soy puro mexicano/ por eso estoy dispuesto/ sí México lo quiere/ que tenga que pelear/, mi vida se la ofrezco/ al cabo él me la ha dado/ y como buen soldado/ yo se la quiero dar/...”

La canción mexicana, la que dio a conocer nuestro perfil, nuestra idiosincrasia; nuestra forma de ser, fue errabunda; por eso de ella Felipe Bermejo, escribió: “Vagabundas por el mundo mis canciones/ van rodando como yo/...”

Fue esa, inspiración del alma mexicana, la que no olvidó en la alborada de México, el momento en que el pueblo empezó a escribir su historia. Otra composición que se hermanó con ella, fue el corrido. En su génesis, narró las andanzas de Valerio Trujano, cuyas coplas cantaba el pueblo: “¡Viva Valerio Trujano!/, señores con su licencia/, ¡viva nuestro cura Hidalgo!/ que nos dio la independencia/...”

Antes de cumplir ciento cincuenta años la Independencia de México, José Alfredo Jiménez, el último trovador del pueblo, en memoria de ese memorable hecho histórico escribió: “Quince de Septiembre”, quizá la última poesía popular con mensaje patrio.

Del radio, de las sinfonolas; de los trovadores que en las plazas pueblerinas vendían sus cancioneros, los mexicanos aprendimos la letra y la música de esas canciones que hablaron de México y de la patria. Todas las tuve en la memoria. Las que eventualmente escucho, me regresan a tiempos pasados. Por eso, al recordarlas en estas fechas, emocionado las canto.(a)

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