/ jueves 14 de marzo de 2019

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Toluca, ciudad con historia taurina

Hace unos días, en rueda de prensa donde se anunció la Corrida de Toros que se dará el próximo día 18 en la Villa Charra de esta capital, diserté sobre el pasado taurómaco de Toluca.

Dije “Toluca carece de una monumental Plaza de Toros, como las tienen, Aguascalientes, Durango, Morelia, Guadalajara, Pachuca, Querétaro, San Luis Potosí o Tlaxcala. No es cuna de un matador, que por su arte, valor, poder o triunfos, merezca el nombre de maestro en la baraja taurina. Pero, la ausencia de unas y otro, no priva a nuestra capital, de tener una renombrada antigüedad taurina.

Sí fue en cambio, -aseveré- casa, domicilio, hogar, residencia, mansión de los hermanos Barbabosa, Juan de Dios, José Julio, Antonio, Rafael, Manuel, Herlinda y Ma. Concepción, y del señor Vicente Pliego Carmona. Familias de abolengo, que por ser criadoras de reses bravas, ligaron a su ciudad natal con la tauromaquia.

Celosamente planearon empadres; meticulosamente seleccionaron sementales; escrupulosamente observaron en tientas la bravura de las vacas. Aquellos, en las dehesas de Atenco, Santín y San Diego de los Padres. Este, en la de Ayala. Así cultivaron el toro de lidia.

Nació y creció junto a la vaca. Como torete, vivió en los potreros; el fuego le enumeró y le marcó con el fierro de la dehesa. Desarrolló fortaleza. En las vacas sembró su encaste. Veterinarios cuidaron su salud. A los 4 o 5 años, se le apartó. Con toda la majestuosidad que da el trapío podría ser toreado en las plazas mexicanas.

Un admirado palacete desaparecido del zócalo toluqueño, de la familia Barbabosa, enriqueció el pasado taurino de Toluca. Y, la conseja popular, tejió una leyenda. Decía que el dueño, tenía un “zurrón” lleno de monedas de oro. Así paso de boca, en boca, como toda historia imaginada.

Realmente, algún Barbabosa, en un muro colocó la cabeza del bravísimo toro “Garlopo”, de Santín, que en 1884, en la Plaza de Toros de Puebla, mató seis caballos; completo llegó a los dos últimos tercios. Bernardo Gaviño lo estoqueo.

Con los ganaderos como vecinos, con las corridas de postreros años del siglo XIX, en “La Plaza de Santa Clara” y, de la que estuvo, en terrenos de lo que sería la cárcel central del estado, nuestra Toluca es dueña de una secular historia torera.

En homenaje a ese pasado, vayamos a la corrida. Habrá toreo a caballo y toreo a pie. Rindamos tributo a quienes, con su pasión por el toro, configuraron una afición que aplaude la bella estampa, de la bestia, llamada Rey de la Fiesta”. ¡Oléeee!


Toluca, ciudad con historia taurina

Hace unos días, en rueda de prensa donde se anunció la Corrida de Toros que se dará el próximo día 18 en la Villa Charra de esta capital, diserté sobre el pasado taurómaco de Toluca.

Dije “Toluca carece de una monumental Plaza de Toros, como las tienen, Aguascalientes, Durango, Morelia, Guadalajara, Pachuca, Querétaro, San Luis Potosí o Tlaxcala. No es cuna de un matador, que por su arte, valor, poder o triunfos, merezca el nombre de maestro en la baraja taurina. Pero, la ausencia de unas y otro, no priva a nuestra capital, de tener una renombrada antigüedad taurina.

Sí fue en cambio, -aseveré- casa, domicilio, hogar, residencia, mansión de los hermanos Barbabosa, Juan de Dios, José Julio, Antonio, Rafael, Manuel, Herlinda y Ma. Concepción, y del señor Vicente Pliego Carmona. Familias de abolengo, que por ser criadoras de reses bravas, ligaron a su ciudad natal con la tauromaquia.

Celosamente planearon empadres; meticulosamente seleccionaron sementales; escrupulosamente observaron en tientas la bravura de las vacas. Aquellos, en las dehesas de Atenco, Santín y San Diego de los Padres. Este, en la de Ayala. Así cultivaron el toro de lidia.

Nació y creció junto a la vaca. Como torete, vivió en los potreros; el fuego le enumeró y le marcó con el fierro de la dehesa. Desarrolló fortaleza. En las vacas sembró su encaste. Veterinarios cuidaron su salud. A los 4 o 5 años, se le apartó. Con toda la majestuosidad que da el trapío podría ser toreado en las plazas mexicanas.

Un admirado palacete desaparecido del zócalo toluqueño, de la familia Barbabosa, enriqueció el pasado taurino de Toluca. Y, la conseja popular, tejió una leyenda. Decía que el dueño, tenía un “zurrón” lleno de monedas de oro. Así paso de boca, en boca, como toda historia imaginada.

Realmente, algún Barbabosa, en un muro colocó la cabeza del bravísimo toro “Garlopo”, de Santín, que en 1884, en la Plaza de Toros de Puebla, mató seis caballos; completo llegó a los dos últimos tercios. Bernardo Gaviño lo estoqueo.

Con los ganaderos como vecinos, con las corridas de postreros años del siglo XIX, en “La Plaza de Santa Clara” y, de la que estuvo, en terrenos de lo que sería la cárcel central del estado, nuestra Toluca es dueña de una secular historia torera.

En homenaje a ese pasado, vayamos a la corrida. Habrá toreo a caballo y toreo a pie. Rindamos tributo a quienes, con su pasión por el toro, configuraron una afición que aplaude la bella estampa, de la bestia, llamada Rey de la Fiesta”. ¡Oléeee!

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