/ jueves 30 de noviembre de 2017

Comentarios y algo más...

Y privatizada también. Esto ha hecho el presidente Peña Nieto de ese acto político. A su elegido, lo ha presentado al poder fáctico de los centros financieros internacionales; no a la militancia priista. Importa más que esas poderosas fuerzas económicas lo conozcan, que los militantes auténticos y comprometidos con el partido, sepan de él.

Antes, públicas fueron las presentaciones. Ahora, son al interior de corporativos económicos. Con una evidente falta de respeto a la militancia- que antaño dio.

La consigna presidencial de “Mover a México”, alcanzó al PRI: lo desbarrancó. Primero, eliminó de sus estatutos la condición de ser militante, que ineludible y necesariamente debería cubrir todo aquel solicitante a ser candidato. Después impuso a uno, vinculado con el conservador partido blanquiazul. Con este, el PRI, tiene coincidencias, afinidades, ideológicas. Es ya un auténtico partido de derecha.

Colocado en ese extremo, es la razón y no otra, del empeño presidencial por designar precandidato a un hombre “sin partido”.

Así allanó el camino al tecnócrata José Antonio Meade Kuribreña, que no es priista, en breve tiempo será declarado candidato a presidente de la república.

Queda abierta la puerta para que en años por venir, los empresarios -como en los Estados Unidos- puedan ser postulados por el “partidazo” a la más importante candidatura: la presidencial.

Del hasta ahora candidato de facto, el jefe máximo del partido dijo: es un hombre que “ama a México”. Es genérica la declaración; no especifica a qué México se refiere. No al de la nación. Es al empresarial, al de las iglesias; al de las inversiones extranjeras; al de las petroleras europeas y estadounidenses; al manipulado por las televisoras; al de los agroindustriales, beneficiados con créditos durante el peñismo. Bueno, puede “amar”, hasta el de los “huachicoleros”.

Al de la estructura territorial, que no milita en el PRI, puede amarlo sólo por el “trueque”, de voto por despensa. Práctica de origen tecnocrático.

En el PRI, se acabó la identidad partidista; la militancia actual es impostora; oportunista. Disciplinadamente, y carente de convicción política aceptó que un individuo ajeno sea el abanderado de su partido.

Aun con este atentado, los “sectores” lo apoyaron. El viejo PRI se sumó a la cargada. En el acto “campesino”, los echeverristas, Augusto Gómez Villanueva, Héctor Hugo Olivares Ventura, y Beatriz Paredes, le dieron el espaldarazo en la asamblea del inexistente sector. Heladio Ramírez por ser salinista estuvo allí.

Aceves del Olmo, minusválido, en silla de ruedas, ofreció el voto del “sector obrero”. El “sector popular”, manipulador de la estructura territorial, hizo lo mismo.

Al entregar su carta de intención para ser formalmente precandidato, adelantó uno de sus proyectos, “hacer de México una potencia, sin hambre y con seguridad”. Suena bien; podría interpretarse, la declaración como base de su “ideario político”. La pretensión de convertir a nuestro país en lo que anhela, ha sido deseo de la tecnocracia privatizadora. En 35 años de ejercer el poder, sus políticas económicas no han hecho que México abandone su estatus de nación subdesarrollada. Eliminaron un proyecto nacionalista; inventaron otro, entreguista.

Se reunió con empresarios; visitó una de las tantas iglesias que hay en México. El presidente de BBV, banco español, manifestó su complacencia; otro corporativo financiero belga, lo elogió. Los diarios londinenses, “The Guardian” y “The Daily Telegraph”, lo destacan como el “líder” que necesita México.

Su presentación con el cuerpo diplomático acreditado en México, es otra prueba, que la sucesión presidencial, la han colocado en el entorno de la mundialización. Ese acto, fabricado por uno de los Luises, que influyen en Peña, desde años de gobernador, está totalmente fuera del ámbito patrio. Importa más que el virtual candidato cuente con la simpatía extranjera; que con la de los mexicanos.

Por el lado que se le vea, fue lanzada al entorno globalizador. “No permitiremos que México sea como Venezuela”, grita reiteradamente el israelí Ochoa Reza, para intimidar a los mexicanos. Venezuela sólo defiende su autodeterminación y soberanía. A los venezolanos, lo que pase en México les tiene sin cuidado.

El financiamiento privado está permitido. Los consorcios extranjeros, para proteger sus intereses sólo esperan el pedido que ayude al PRIANISTA en su campaña.

Quedó en el limbo la aportación de la empresa brasileña Odebrecht, para una campaña en México. El INE congeló la queja. Actos como ese, acreditan que la sucesión presidencial está privatizada.

Hemos perdido soberanía energética, minera, educativa, económica, alimentaria, política; estamos en vías con las generosas aportaciones de consorcios trasnacionales, de perder una más: la soberanía electoral. ¿Lo permitirá el pueblo? A él corresponde el derecho inalienable de alterar o modificar la forma de gobierno. La forma del actual por neoliberal es susceptible de ser cambiado.

Y privatizada también. Esto ha hecho el presidente Peña Nieto de ese acto político. A su elegido, lo ha presentado al poder fáctico de los centros financieros internacionales; no a la militancia priista. Importa más que esas poderosas fuerzas económicas lo conozcan, que los militantes auténticos y comprometidos con el partido, sepan de él.

Antes, públicas fueron las presentaciones. Ahora, son al interior de corporativos económicos. Con una evidente falta de respeto a la militancia- que antaño dio.

La consigna presidencial de “Mover a México”, alcanzó al PRI: lo desbarrancó. Primero, eliminó de sus estatutos la condición de ser militante, que ineludible y necesariamente debería cubrir todo aquel solicitante a ser candidato. Después impuso a uno, vinculado con el conservador partido blanquiazul. Con este, el PRI, tiene coincidencias, afinidades, ideológicas. Es ya un auténtico partido de derecha.

Colocado en ese extremo, es la razón y no otra, del empeño presidencial por designar precandidato a un hombre “sin partido”.

Así allanó el camino al tecnócrata José Antonio Meade Kuribreña, que no es priista, en breve tiempo será declarado candidato a presidente de la república.

Queda abierta la puerta para que en años por venir, los empresarios -como en los Estados Unidos- puedan ser postulados por el “partidazo” a la más importante candidatura: la presidencial.

Del hasta ahora candidato de facto, el jefe máximo del partido dijo: es un hombre que “ama a México”. Es genérica la declaración; no especifica a qué México se refiere. No al de la nación. Es al empresarial, al de las iglesias; al de las inversiones extranjeras; al de las petroleras europeas y estadounidenses; al manipulado por las televisoras; al de los agroindustriales, beneficiados con créditos durante el peñismo. Bueno, puede “amar”, hasta el de los “huachicoleros”.

Al de la estructura territorial, que no milita en el PRI, puede amarlo sólo por el “trueque”, de voto por despensa. Práctica de origen tecnocrático.

En el PRI, se acabó la identidad partidista; la militancia actual es impostora; oportunista. Disciplinadamente, y carente de convicción política aceptó que un individuo ajeno sea el abanderado de su partido.

Aun con este atentado, los “sectores” lo apoyaron. El viejo PRI se sumó a la cargada. En el acto “campesino”, los echeverristas, Augusto Gómez Villanueva, Héctor Hugo Olivares Ventura, y Beatriz Paredes, le dieron el espaldarazo en la asamblea del inexistente sector. Heladio Ramírez por ser salinista estuvo allí.

Aceves del Olmo, minusválido, en silla de ruedas, ofreció el voto del “sector obrero”. El “sector popular”, manipulador de la estructura territorial, hizo lo mismo.

Al entregar su carta de intención para ser formalmente precandidato, adelantó uno de sus proyectos, “hacer de México una potencia, sin hambre y con seguridad”. Suena bien; podría interpretarse, la declaración como base de su “ideario político”. La pretensión de convertir a nuestro país en lo que anhela, ha sido deseo de la tecnocracia privatizadora. En 35 años de ejercer el poder, sus políticas económicas no han hecho que México abandone su estatus de nación subdesarrollada. Eliminaron un proyecto nacionalista; inventaron otro, entreguista.

Se reunió con empresarios; visitó una de las tantas iglesias que hay en México. El presidente de BBV, banco español, manifestó su complacencia; otro corporativo financiero belga, lo elogió. Los diarios londinenses, “The Guardian” y “The Daily Telegraph”, lo destacan como el “líder” que necesita México.

Su presentación con el cuerpo diplomático acreditado en México, es otra prueba, que la sucesión presidencial, la han colocado en el entorno de la mundialización. Ese acto, fabricado por uno de los Luises, que influyen en Peña, desde años de gobernador, está totalmente fuera del ámbito patrio. Importa más que el virtual candidato cuente con la simpatía extranjera; que con la de los mexicanos.

Por el lado que se le vea, fue lanzada al entorno globalizador. “No permitiremos que México sea como Venezuela”, grita reiteradamente el israelí Ochoa Reza, para intimidar a los mexicanos. Venezuela sólo defiende su autodeterminación y soberanía. A los venezolanos, lo que pase en México les tiene sin cuidado.

El financiamiento privado está permitido. Los consorcios extranjeros, para proteger sus intereses sólo esperan el pedido que ayude al PRIANISTA en su campaña.

Quedó en el limbo la aportación de la empresa brasileña Odebrecht, para una campaña en México. El INE congeló la queja. Actos como ese, acreditan que la sucesión presidencial está privatizada.

Hemos perdido soberanía energética, minera, educativa, económica, alimentaria, política; estamos en vías con las generosas aportaciones de consorcios trasnacionales, de perder una más: la soberanía electoral. ¿Lo permitirá el pueblo? A él corresponde el derecho inalienable de alterar o modificar la forma de gobierno. La forma del actual por neoliberal es susceptible de ser cambiado.

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