/ jueves 4 de enero de 2018

Comentarios y algo más...

El título, lector, corresponde al texto que leerás enseguida. Es un artículo de Rosario Manzanos, publicado en el número 1552, de la Revista Proceso del mes de enero de 2006. Hace once años. Lo debí reproducir en diciembre de 2015 o en los siguientes. Nunca encontré el ejemplar; la reproducción sería en homenaje a Diego Rivera, muerto en un día de ese mes. Rivera es autor de una pintura de la modelo, que despertó curiosidad a la periodista. Despejó la duda, el día que charló con ella.

Tan bien guardado estaba el ejemplar que lo creí perdido. Lo hallé estos días ordenando publicaciones que conservo.

La autora escribe sobre una fotografía prácticamente desconocida. Perteneció al escenógrafo Antonio López Mancera, la donó al periodista Alberto Dallal, integrante del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM. El nombre del fotógrafo- escribe doña Rosario- no se conoce.

Pregunta en su trabajo. ¿Quién es la misteriosa mujer? ¿Dónde está el cuadro que la plasma? ¿Fue acaso sólo una más de las múltiples modelos que posaron para el famoso muralista?

La encontró y con ella platico dos veces. La primera, según ella, cuando habló con Proceso, desde la tina de su casa en la Ciudad de México.

“Diego Rivera me hizo dos cuadros. No recuerdo el momento en que me sacaron la fotografía. Soy muy distraída, como que no me interesan mucho las cosas. La verdad no me acuerdo. El maestro Diego tenía también esa costumbre de que se tomaran fotos”.

- ¿Cómo llegó ahí?

- El maestro era amigo de una persona muy querida mía, el licenciado Fernando Casas Alemán, que por desgracia ya murió. Me pintó en su estudio de Alta Vista. No me acuerdo del año.

- ¿Qué edad tenía usted?

-Dieciséis o diecisiete años.

- ¿Qué edad tenía Rivera cuando la pintó?

-No lo sé. Pero todavía andaba ahí de cuscón.

- ¿Se enamoró de usted?

-No. Nunca. Pero me platicaba cosas. Me veía muy chiquilla.

- ¿Cuánto tiempo posó?

-Cerca de seis meses: Yo no era muy constante para ir con él. Me hizo dos pinturas.

- ¿Le pagó por posar?

-No. ¡Cómo me iba a pagar! Yo no era modelo. Y además siempre he tenido dinero. Lo hice por puro gusto y porque así convenía y porque uno de los cuadros me lo dio.

- ¿Dónde están los cuadros?

-No me interesa saber que pasó, con ellos. Él siempre estaba diciendo que le encantaban. Los dos eran desnudos y de gran formato, como de dos metros y pico.

- ¿No le costó desnudarse?

-No, porque el maestro era muy respetuoso. Además, uno de los cuadros era por encargo.

-No le voy a decir nada más. No se me pega la gana decir más.

- ¿La familia de Casas Alemán tendrá uno de ellos?

-No creo. No quiero contarle nada de esa historia. Usted me está preguntando a chaleco. Las cosas íntimas personales, muy personales, me las guardo. Es muy difícil que me saquen algo de tanta importancia para mí. Así como soy de bocona para cosas que no me importan, esos cuadros si tienen importancia, así que no le voy a platicar nada. Fue una experiencia muy importante. No me interesa recuperarlos. Los cuadros están en buenas manos.

En la segunda entrevista, desde Comitán de las Flores, Chiapas, donde nació, habla un poco más del tema:

- “Mire, uno de los cuadros lo tengo yo. Lo tengo resguardado en un lugar especial, en un banco. El otro se le quedó a la familia de Fernando Casas Alemán, no porque se trate de mí, sino porque se trata de un cuadro muy valioso”.

- ¿Los dos cuadros eran iguales?

-No. Pero los dos son desnudos. En uno estoy casi de perfil y en otro de frente”.

Hasta aquí lector. Supongo, adivinaste quién es la misteriosa modelo. ¿No? Es Irma Serrano, la ‘Tigresa’. Fue vedette, actriz de cine, cantante de corridos. Además, diputada federal y senadora, por su natal estado de Chiapas. La entrevista en las páginas de la revista citada, se titula: La fierecilla pintada.

No es fusil. Es reproducción de una entrevista nunca conocida por los lectores del Sol de Toluca. Se las ofrezco, en días de descanso. Disfrútenla.

El título, lector, corresponde al texto que leerás enseguida. Es un artículo de Rosario Manzanos, publicado en el número 1552, de la Revista Proceso del mes de enero de 2006. Hace once años. Lo debí reproducir en diciembre de 2015 o en los siguientes. Nunca encontré el ejemplar; la reproducción sería en homenaje a Diego Rivera, muerto en un día de ese mes. Rivera es autor de una pintura de la modelo, que despertó curiosidad a la periodista. Despejó la duda, el día que charló con ella.

Tan bien guardado estaba el ejemplar que lo creí perdido. Lo hallé estos días ordenando publicaciones que conservo.

La autora escribe sobre una fotografía prácticamente desconocida. Perteneció al escenógrafo Antonio López Mancera, la donó al periodista Alberto Dallal, integrante del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM. El nombre del fotógrafo- escribe doña Rosario- no se conoce.

Pregunta en su trabajo. ¿Quién es la misteriosa mujer? ¿Dónde está el cuadro que la plasma? ¿Fue acaso sólo una más de las múltiples modelos que posaron para el famoso muralista?

La encontró y con ella platico dos veces. La primera, según ella, cuando habló con Proceso, desde la tina de su casa en la Ciudad de México.

“Diego Rivera me hizo dos cuadros. No recuerdo el momento en que me sacaron la fotografía. Soy muy distraída, como que no me interesan mucho las cosas. La verdad no me acuerdo. El maestro Diego tenía también esa costumbre de que se tomaran fotos”.

- ¿Cómo llegó ahí?

- El maestro era amigo de una persona muy querida mía, el licenciado Fernando Casas Alemán, que por desgracia ya murió. Me pintó en su estudio de Alta Vista. No me acuerdo del año.

- ¿Qué edad tenía usted?

-Dieciséis o diecisiete años.

- ¿Qué edad tenía Rivera cuando la pintó?

-No lo sé. Pero todavía andaba ahí de cuscón.

- ¿Se enamoró de usted?

-No. Nunca. Pero me platicaba cosas. Me veía muy chiquilla.

- ¿Cuánto tiempo posó?

-Cerca de seis meses: Yo no era muy constante para ir con él. Me hizo dos pinturas.

- ¿Le pagó por posar?

-No. ¡Cómo me iba a pagar! Yo no era modelo. Y además siempre he tenido dinero. Lo hice por puro gusto y porque así convenía y porque uno de los cuadros me lo dio.

- ¿Dónde están los cuadros?

-No me interesa saber que pasó, con ellos. Él siempre estaba diciendo que le encantaban. Los dos eran desnudos y de gran formato, como de dos metros y pico.

- ¿No le costó desnudarse?

-No, porque el maestro era muy respetuoso. Además, uno de los cuadros era por encargo.

-No le voy a decir nada más. No se me pega la gana decir más.

- ¿La familia de Casas Alemán tendrá uno de ellos?

-No creo. No quiero contarle nada de esa historia. Usted me está preguntando a chaleco. Las cosas íntimas personales, muy personales, me las guardo. Es muy difícil que me saquen algo de tanta importancia para mí. Así como soy de bocona para cosas que no me importan, esos cuadros si tienen importancia, así que no le voy a platicar nada. Fue una experiencia muy importante. No me interesa recuperarlos. Los cuadros están en buenas manos.

En la segunda entrevista, desde Comitán de las Flores, Chiapas, donde nació, habla un poco más del tema:

- “Mire, uno de los cuadros lo tengo yo. Lo tengo resguardado en un lugar especial, en un banco. El otro se le quedó a la familia de Fernando Casas Alemán, no porque se trate de mí, sino porque se trata de un cuadro muy valioso”.

- ¿Los dos cuadros eran iguales?

-No. Pero los dos son desnudos. En uno estoy casi de perfil y en otro de frente”.

Hasta aquí lector. Supongo, adivinaste quién es la misteriosa modelo. ¿No? Es Irma Serrano, la ‘Tigresa’. Fue vedette, actriz de cine, cantante de corridos. Además, diputada federal y senadora, por su natal estado de Chiapas. La entrevista en las páginas de la revista citada, se titula: La fierecilla pintada.

No es fusil. Es reproducción de una entrevista nunca conocida por los lectores del Sol de Toluca. Se las ofrezco, en días de descanso. Disfrútenla.

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