/ jueves 2 de abril de 2020

Comentarios y algo más... | Como hace cien años, lucha política y epidemiológica


En mil novecientos quince/ Jueves Santo en la mañana/ salió Villa de Torreón/ a combatir a Celaya/. Vuelta, vuela, maquinita/ no me dejes ni un vagón/ vámonos para Celaya a combatir a Obregón/. Son estas las dos primeras estrofas del corrido “Los Combates de Celaya”, compuesto después de la sangrienta escaramuza.

El Centauro, desoyendo al general Felipe Ángeles, emprendió la aventura. Sería derrotado por las fuerzas obregonistas. Al estallar cerca de Obregón una granada, le destrozó el brazo derecho. Providencialmente, uno de sus subalternos evitó su suicidio. Villa, regresó al norte rumiando la derrota. Obregón sanó; le habrían amputado el brazo. Desde entonces fue llamado “El Manco de Celaya”.

Cinco años más tarde vendría la sucesión presidencial. Obregón se sentía con derecho a suceder al presidente Carranza. Este, prefería al Ingeniero Ignacio Bonilla. Obregón disgustado, indujo al gobernador de Sonora, Adolfo la Huerta, a lanzar “El Plan de Agua Prieta”, para desconocer a don Venustiano. Este, salió para el puerto de Veracruz, desde donde gobernaría. No llegó. El 20 de mayo de 1920, lo asesinaría Rodolfo Herrero, en un jacal de la sierra poblana.

En esos tiempos de lucha política, llegó a México la influenza española- conocida como “la gripa”-. Diezmó la población. Qué hizo el presidente De la Huerta, para abatirlo, confieso ignorarlo; como desconozco si atendió el severo problema.

Supe de “la gripa”, y qué hicieron algunos pueblos para combatirla, por lo que mi finado padre me contó. La vivió a la edad de trece años, en su pueblo: Coatepec de las Bateas.

- Mi “amá, decía mi hermano Margarito, traía de Cuernavaca, Morelos, alcohol, piloncillo; en tiempos de zafra, caña de azúcar para venderlos. Cuando empezó “la gripa,” trajo costales de limón y, mi “ama”, nos daba a mis hermanos Luis, Virginia y Natalia, a chupar tres veces al día un limón con sal o azúcar. Nunca tuvimos calentura; ni siquiera catarro. En las noches, tomaba té de hojas, de naranjo, canela y limón; nos lo daba. Así hijo, nos protegió de esa epidemia. Gracias a Dios, y a sus cuidados, sus hijos crecimos.

No había doctores; solo curanderos. ¡Ni quien ayudara a México! Lamentaba. Después de esa calamidad, llegó otra: “la del hambre”. La comida escaseo. Primero, por la revolución; luego por la “guerra mundial”. Fueron años tristes, hijo, comentaba”.

Coincidencia, o casualidad, vivimos los mexicanos de hoy días, meses, de pugna política y, gravísima epidemia, que como la de hace cien años, llegó de ultramar.

En estos días cuaresmales, que no son de sucesión presidencial; la derecha PRIANISTA, acusa, de indolente, al presidente López Obrador por no saber abatir según ellos, el mal que nos aqueja.

El presidente no está cruzado de brazos. Cada día se muestra más comprometido por velar la salud del pueblo de México.

CRONISTA DEL PODER JUDICIAL / selata@hotmail.com


En mil novecientos quince/ Jueves Santo en la mañana/ salió Villa de Torreón/ a combatir a Celaya/. Vuelta, vuela, maquinita/ no me dejes ni un vagón/ vámonos para Celaya a combatir a Obregón/. Son estas las dos primeras estrofas del corrido “Los Combates de Celaya”, compuesto después de la sangrienta escaramuza.

El Centauro, desoyendo al general Felipe Ángeles, emprendió la aventura. Sería derrotado por las fuerzas obregonistas. Al estallar cerca de Obregón una granada, le destrozó el brazo derecho. Providencialmente, uno de sus subalternos evitó su suicidio. Villa, regresó al norte rumiando la derrota. Obregón sanó; le habrían amputado el brazo. Desde entonces fue llamado “El Manco de Celaya”.

Cinco años más tarde vendría la sucesión presidencial. Obregón se sentía con derecho a suceder al presidente Carranza. Este, prefería al Ingeniero Ignacio Bonilla. Obregón disgustado, indujo al gobernador de Sonora, Adolfo la Huerta, a lanzar “El Plan de Agua Prieta”, para desconocer a don Venustiano. Este, salió para el puerto de Veracruz, desde donde gobernaría. No llegó. El 20 de mayo de 1920, lo asesinaría Rodolfo Herrero, en un jacal de la sierra poblana.

En esos tiempos de lucha política, llegó a México la influenza española- conocida como “la gripa”-. Diezmó la población. Qué hizo el presidente De la Huerta, para abatirlo, confieso ignorarlo; como desconozco si atendió el severo problema.

Supe de “la gripa”, y qué hicieron algunos pueblos para combatirla, por lo que mi finado padre me contó. La vivió a la edad de trece años, en su pueblo: Coatepec de las Bateas.

- Mi “amá, decía mi hermano Margarito, traía de Cuernavaca, Morelos, alcohol, piloncillo; en tiempos de zafra, caña de azúcar para venderlos. Cuando empezó “la gripa,” trajo costales de limón y, mi “ama”, nos daba a mis hermanos Luis, Virginia y Natalia, a chupar tres veces al día un limón con sal o azúcar. Nunca tuvimos calentura; ni siquiera catarro. En las noches, tomaba té de hojas, de naranjo, canela y limón; nos lo daba. Así hijo, nos protegió de esa epidemia. Gracias a Dios, y a sus cuidados, sus hijos crecimos.

No había doctores; solo curanderos. ¡Ni quien ayudara a México! Lamentaba. Después de esa calamidad, llegó otra: “la del hambre”. La comida escaseo. Primero, por la revolución; luego por la “guerra mundial”. Fueron años tristes, hijo, comentaba”.

Coincidencia, o casualidad, vivimos los mexicanos de hoy días, meses, de pugna política y, gravísima epidemia, que como la de hace cien años, llegó de ultramar.

En estos días cuaresmales, que no son de sucesión presidencial; la derecha PRIANISTA, acusa, de indolente, al presidente López Obrador por no saber abatir según ellos, el mal que nos aqueja.

El presidente no está cruzado de brazos. Cada día se muestra más comprometido por velar la salud del pueblo de México.

CRONISTA DEL PODER JUDICIAL / selata@hotmail.com

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