/ viernes 27 de septiembre de 2019

Con valor agregado | Dimensión de Austeridad


Hoy es un sello distintivo que diferencia lo bueno de lo malo, lo correcto de lo incorrecto y hasta como medida de imagen desempeño de los gobiernos, hemos despertado a la conciencia del ahorro y de lo que denominamos austeridad.

En un estricto análisis sobre lo trascendente que está resultando el combate a la corrupción y la erradicación de los excesos en el gasto público, resalta el hecho de observar la dimensión y el significado que cada quien le da a la austeridad además del hecho de un cambio de paradigma sobre el uso racional de los recursos.

La austeridad es una cultura, un estilo de gobernar, un componente ético del manejo de las finanzas públicas basado en la responsabilidad. Es entonces, una necesidad para la mejor administración y distribución de los recursos. Todos los poderes y niveles de gobierno sin distinción de partidos políticos deberían concebirlo como una obligación y no como una cualidad o un logro.

Partimos de que lo austero no tiene excesos, pero no obstruye la operabilidad de un gobierno. Lograr un presupuesto austero no implica un recorte generalizado, implica un análisis de la necesidades para que un gobierno cumpla sus funciones eliminando el gasto que no tiene una relación directa o el que resulta descontrolado.

Si estamos pensando que austeridad es dejar sin personal las oficinas de gobierno, sin tecnologías de gestión adecuadas, y sin gastos de operación controlados; estamos cayendo en un análisis polarizado de un tema que parte de prácticas históricamente inadecuadas.

El Instituto Mexicano para la competitividad (IMCO) dio a conocer un estudio denominado “Buen Gobierno y Finanzas Públicas. Informe Legislativo 2019”. Destaca que los Diputados que tienen más presupuesto son los de los Congresos locales de la Ciudad de México, Michoacán, Baja California, Morelos y Sonora. Es un buen ejemplo para reflexionar si es caro el que los diputados se hagan llegar de herramientas y asesores para llegar a planteamientos de leyes o sus modificaciones adecuados, o el costo beneficio de no tenerlos resulta menor. Por el contrario, si resulta de gastos personales no controlados o topados; partimos de que exista una norma que se los permita.

Pero el hecho de que tengan un presupuesto para ayudas sociales puede resultar excesivo para unos y necesario para otros desde la óptica que se vea. Puede incluso ser un tema que deba ser atendible solo por las áreas sociales del ejecutivo, o incluso resultar muy poco para uso de un legislador de alguna región muy poblada.

Estamos en un momento de autoanálisis sobre lo correcto, sobre lo que queremos de este país. Que la reflexión sea profunda y nos lleve a que México por fin ya trascienda hacia una nueva cultura de la responsabilidad.

PRESIDENTA DEL CCEM / @LauraGlezEDOMEX


Hoy es un sello distintivo que diferencia lo bueno de lo malo, lo correcto de lo incorrecto y hasta como medida de imagen desempeño de los gobiernos, hemos despertado a la conciencia del ahorro y de lo que denominamos austeridad.

En un estricto análisis sobre lo trascendente que está resultando el combate a la corrupción y la erradicación de los excesos en el gasto público, resalta el hecho de observar la dimensión y el significado que cada quien le da a la austeridad además del hecho de un cambio de paradigma sobre el uso racional de los recursos.

La austeridad es una cultura, un estilo de gobernar, un componente ético del manejo de las finanzas públicas basado en la responsabilidad. Es entonces, una necesidad para la mejor administración y distribución de los recursos. Todos los poderes y niveles de gobierno sin distinción de partidos políticos deberían concebirlo como una obligación y no como una cualidad o un logro.

Partimos de que lo austero no tiene excesos, pero no obstruye la operabilidad de un gobierno. Lograr un presupuesto austero no implica un recorte generalizado, implica un análisis de la necesidades para que un gobierno cumpla sus funciones eliminando el gasto que no tiene una relación directa o el que resulta descontrolado.

Si estamos pensando que austeridad es dejar sin personal las oficinas de gobierno, sin tecnologías de gestión adecuadas, y sin gastos de operación controlados; estamos cayendo en un análisis polarizado de un tema que parte de prácticas históricamente inadecuadas.

El Instituto Mexicano para la competitividad (IMCO) dio a conocer un estudio denominado “Buen Gobierno y Finanzas Públicas. Informe Legislativo 2019”. Destaca que los Diputados que tienen más presupuesto son los de los Congresos locales de la Ciudad de México, Michoacán, Baja California, Morelos y Sonora. Es un buen ejemplo para reflexionar si es caro el que los diputados se hagan llegar de herramientas y asesores para llegar a planteamientos de leyes o sus modificaciones adecuados, o el costo beneficio de no tenerlos resulta menor. Por el contrario, si resulta de gastos personales no controlados o topados; partimos de que exista una norma que se los permita.

Pero el hecho de que tengan un presupuesto para ayudas sociales puede resultar excesivo para unos y necesario para otros desde la óptica que se vea. Puede incluso ser un tema que deba ser atendible solo por las áreas sociales del ejecutivo, o incluso resultar muy poco para uso de un legislador de alguna región muy poblada.

Estamos en un momento de autoanálisis sobre lo correcto, sobre lo que queremos de este país. Que la reflexión sea profunda y nos lleve a que México por fin ya trascienda hacia una nueva cultura de la responsabilidad.

PRESIDENTA DEL CCEM / @LauraGlezEDOMEX