/ lunes 14 de mayo de 2018

Contexto

Imposible ya guardar silencio.

Imposible ya no decir nada.

Otra vez una estudiante de nuestra universidad asesinada.

La escala de violencia aumenta.

Guardar silencio ahora es ser cómplice de los asesinos, de la muerte, del olvido.

Parece que nadie está seguro ya ni en sus pupitres, ni en los autobuses, ni en las aulas.

El miedo puede dominar, paralizar sino se expresa la solidaridad y se levanta la voz para proteger a los nuestros.

Callar es justificar la violencia.

No buscar justicia es claudicar ante la vida.

Hace muchas décadas el pastor y teólogo alemán Martin Niemöller escribió ante el silencio de la no denuncia:

“Luego vinieron por los comunistas y guarde silencio porque yo no era comunista/

luego vinieron por los sindicalistas y guarde silencio porque yo no era sindicalista/

cuando vinieron a buscarme ya no quedaba nadie que pudiera hablar por mí”.

Y si, el silencio puede seguir matando.

Hasta que los muertos pueda ser yo, tu, el otro.

La memoria de Areli no se puede perder, no se puede dejar en el olvido ni en la indiferencia.

No debe ser una más.

Su ausencia debe llamar a la conciencia, a levantar la voz a tiempo, a no dejar a que la última voz se extinga, se agote, se desaparezca.

Una joven más

Otra.

Debemos volver la vista a nosotros mismos, a nuestros cuerpos indefensos más por el silencio que por el hecho de ser cuerpos.

Levantar la voz es defender a una comunidad ya ahora vulnerable, indefensa.

Hoy ha sido Arely, mañana ¿quién?

Y cada vez nos toca más cerca.

Y cada vez hablamos menos.

La violencia nos ronda.

El miedo acecha.

El silencio condena.

Hay que tomar la calle, alzar la voz.

Es nuestra única defensa, hasta ahora la posible.

Hablar ahora o callar para siempre.

Es nuestra responsabilidad ante la sociedad, ante los ya nuestros muertos.

Es decir un ya basta para todos, para los universitarios y para toda la sociedad.

Que ya no se acumulen más muertos,

Que ya no haya más vidas cortadas,

Que dejen que los jóvenes florezcan,

Que sus ideas fluyan, que no haya una más muerte,

Que no haya un ideal cortado,

Que no haya una voz más callada,

Que no haya una risa más borrada,

Que no haya un hogar con lágrimas,

Que no nos inmovilice el miedo ante la violencia,

Que volvamos a creer porque estamos vivos, porque aún respiramos, porque aún no nos matan, porque aun nuestros cuerpos están erguidos, porque no están inermes, tirados, mancillados, asesinados.

Siempre hay que levantar la voz.

Por Areli, por todos…

Que la muerte no sea inútil, que nos ayude a vivir por su sangre derramada.

No más silencio y no otra vez el olvido.

Mañana puede ser yo, tú, el otro…

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Imposible ya guardar silencio.

Imposible ya no decir nada.

Otra vez una estudiante de nuestra universidad asesinada.

La escala de violencia aumenta.

Guardar silencio ahora es ser cómplice de los asesinos, de la muerte, del olvido.

Parece que nadie está seguro ya ni en sus pupitres, ni en los autobuses, ni en las aulas.

El miedo puede dominar, paralizar sino se expresa la solidaridad y se levanta la voz para proteger a los nuestros.

Callar es justificar la violencia.

No buscar justicia es claudicar ante la vida.

Hace muchas décadas el pastor y teólogo alemán Martin Niemöller escribió ante el silencio de la no denuncia:

“Luego vinieron por los comunistas y guarde silencio porque yo no era comunista/

luego vinieron por los sindicalistas y guarde silencio porque yo no era sindicalista/

cuando vinieron a buscarme ya no quedaba nadie que pudiera hablar por mí”.

Y si, el silencio puede seguir matando.

Hasta que los muertos pueda ser yo, tu, el otro.

La memoria de Areli no se puede perder, no se puede dejar en el olvido ni en la indiferencia.

No debe ser una más.

Su ausencia debe llamar a la conciencia, a levantar la voz a tiempo, a no dejar a que la última voz se extinga, se agote, se desaparezca.

Una joven más

Otra.

Debemos volver la vista a nosotros mismos, a nuestros cuerpos indefensos más por el silencio que por el hecho de ser cuerpos.

Levantar la voz es defender a una comunidad ya ahora vulnerable, indefensa.

Hoy ha sido Arely, mañana ¿quién?

Y cada vez nos toca más cerca.

Y cada vez hablamos menos.

La violencia nos ronda.

El miedo acecha.

El silencio condena.

Hay que tomar la calle, alzar la voz.

Es nuestra única defensa, hasta ahora la posible.

Hablar ahora o callar para siempre.

Es nuestra responsabilidad ante la sociedad, ante los ya nuestros muertos.

Es decir un ya basta para todos, para los universitarios y para toda la sociedad.

Que ya no se acumulen más muertos,

Que ya no haya más vidas cortadas,

Que dejen que los jóvenes florezcan,

Que sus ideas fluyan, que no haya una más muerte,

Que no haya un ideal cortado,

Que no haya una voz más callada,

Que no haya una risa más borrada,

Que no haya un hogar con lágrimas,

Que no nos inmovilice el miedo ante la violencia,

Que volvamos a creer porque estamos vivos, porque aún respiramos, porque aún no nos matan, porque aun nuestros cuerpos están erguidos, porque no están inermes, tirados, mancillados, asesinados.

Siempre hay que levantar la voz.

Por Areli, por todos…

Que la muerte no sea inútil, que nos ayude a vivir por su sangre derramada.

No más silencio y no otra vez el olvido.

Mañana puede ser yo, tú, el otro…