/ martes 5 de junio de 2018

Contexto

Mirar al pasado, mirar al futuro


Las sociedades actuales reclaman cambios en la manera de hacer política, de organizar al gobierno así como de las formas en que los políticos se comunican con la sociedad.

Las sociedades tienen ganas de cambiar.

Tienen ganas de tener futuros diferentes, de imaginarse en mundos mejores, más justos, más igualitarios. Están cansadas de la desigualdad, de la injusticia. Les gusta la diferencia pero no en lo económico.

A las últimas generaciones de políticos les gano el pragmatismo, el amor por las estadísticas, por lo cuantitativo.

Se diseñaban a las sociedades como grandes complejos industriales. El factor humano les falto. Las comunidades querían soñar. Se les imponía una realidad desde los medios, los discursos, los organismos internacionales. Todo parecía adaptarse a realidades fatales: la globalización, el comercio, la productividad, el mercado.

Las utopías se extinguieron.

Hasta que las sociedades decidieron cambiar.

Se cansaron de sus realidades.

Por eso muchas rescatan del pasado lo que pueden. Lo revisan, lo vuelven presente y desde ahí quieren construir futuros.

Por ello el sentido de los gobiernos está cambiando rápidamente. Sucedió en los Estados Unidos, sucedió en Francia, sucedió en Italia y en España hace días. Está sucediendo en Nicaragua y con mesura también en Cuba.

Las sociedades reclaman ideas, valores. El pragmatismo va de salida.

Hoy las sociedades quieren ser más felices, tener la capacidad de volver a soñar , de tener espacios en donde se pueda vivir en seguridad, en donde se vea al otro sin miedo y en donde los gobiernos sean cada vez más sociedad, que no se alejen de la gente, del sentido común, de sus preocupaciones cotidianas.

En muchas hasta los ricos están cansados a pesar de sus privilegios. Ellos también quieren cambiar.

Dar pasos adelante y muchos tal vez buscando referentes en pasados que se soñaban mejores.

Las nuevas modalidades de hacer política requieren nuevos conceptos para calificarla, para nombrarla y superar el vocabulario de las épocas pasadas.

Por ello se busca muchas veces en el pasado lecciones y referentes, para poder mirar para adelante. Para volverse a imaginar un futuro en donde vuelvan a caber los sueños.

Las nuevas condiciones ya no van con la edad. Hay políticos jóvenes que parecen viejos y viejos que llegan con otras ideas y que las sociedades adoptan con nuevas esperanzas.

Los hombres quieren cambiar sin perder lo poco que han recogido de un mundo que solo reparte miserias y ataranta con la tecnología y los eventos mundiales. Pero todos sabemos que la realidad está en lo inmediato, en la relación de familia, en la del trabajo, en la de los amigos, en los más próximos.

La gente quiere mejor economía y más justa, quiere más ciencia que le sirva, más cultura que lo sostenga, más palabras que le devuelva la sonrisa.

Las sociedades quieren creer aunque miren un poco al pasado tan solo para encontrar, para tener referentes que les permitan hacer frente a un futuro frente a un presente que parece que ahoga.

Mirar al pasado, mirar al futuro


Las sociedades actuales reclaman cambios en la manera de hacer política, de organizar al gobierno así como de las formas en que los políticos se comunican con la sociedad.

Las sociedades tienen ganas de cambiar.

Tienen ganas de tener futuros diferentes, de imaginarse en mundos mejores, más justos, más igualitarios. Están cansadas de la desigualdad, de la injusticia. Les gusta la diferencia pero no en lo económico.

A las últimas generaciones de políticos les gano el pragmatismo, el amor por las estadísticas, por lo cuantitativo.

Se diseñaban a las sociedades como grandes complejos industriales. El factor humano les falto. Las comunidades querían soñar. Se les imponía una realidad desde los medios, los discursos, los organismos internacionales. Todo parecía adaptarse a realidades fatales: la globalización, el comercio, la productividad, el mercado.

Las utopías se extinguieron.

Hasta que las sociedades decidieron cambiar.

Se cansaron de sus realidades.

Por eso muchas rescatan del pasado lo que pueden. Lo revisan, lo vuelven presente y desde ahí quieren construir futuros.

Por ello el sentido de los gobiernos está cambiando rápidamente. Sucedió en los Estados Unidos, sucedió en Francia, sucedió en Italia y en España hace días. Está sucediendo en Nicaragua y con mesura también en Cuba.

Las sociedades reclaman ideas, valores. El pragmatismo va de salida.

Hoy las sociedades quieren ser más felices, tener la capacidad de volver a soñar , de tener espacios en donde se pueda vivir en seguridad, en donde se vea al otro sin miedo y en donde los gobiernos sean cada vez más sociedad, que no se alejen de la gente, del sentido común, de sus preocupaciones cotidianas.

En muchas hasta los ricos están cansados a pesar de sus privilegios. Ellos también quieren cambiar.

Dar pasos adelante y muchos tal vez buscando referentes en pasados que se soñaban mejores.

Las nuevas modalidades de hacer política requieren nuevos conceptos para calificarla, para nombrarla y superar el vocabulario de las épocas pasadas.

Por ello se busca muchas veces en el pasado lecciones y referentes, para poder mirar para adelante. Para volverse a imaginar un futuro en donde vuelvan a caber los sueños.

Las nuevas condiciones ya no van con la edad. Hay políticos jóvenes que parecen viejos y viejos que llegan con otras ideas y que las sociedades adoptan con nuevas esperanzas.

Los hombres quieren cambiar sin perder lo poco que han recogido de un mundo que solo reparte miserias y ataranta con la tecnología y los eventos mundiales. Pero todos sabemos que la realidad está en lo inmediato, en la relación de familia, en la del trabajo, en la de los amigos, en los más próximos.

La gente quiere mejor economía y más justa, quiere más ciencia que le sirva, más cultura que lo sostenga, más palabras que le devuelva la sonrisa.

Las sociedades quieren creer aunque miren un poco al pasado tan solo para encontrar, para tener referentes que les permitan hacer frente a un futuro frente a un presente que parece que ahoga.