/ lunes 2 de julio de 2018

Contexto


Construir la nueva concordia

Fui testigo de múltiples desencuentros.

El debate político desveló que nos falta mucho para ser tolerantes.

La crispación política afectó amistades, amigos, fraternidades.

Por distintas razones los amigos se distanciaron.

Por otras más, muchas familias se alejaron.

Por otras más, los lugares de trabajo dejaron de ser espacios de convivencia.

Todos fueron actores y víctimas de las campañas de descrédito entre candidatos.

Muchos se prestaron al juego sucio: creían cumplir con un deber histórico, de miedos, de guardar sus intereses.

Fui testigo de cómo mis amigos se salían de nuestros grupos de whatsapp.

Unos porque tenían familiares en el gobierno y sentían el deber de defenderlos.

Otros porque estaban cansados de vivir en un país de tantas injusticias y pedían cambios.

Otros porque simplemente no les importaba.

Otros porque estaban hartos de la política.

Hubo agresiones disfrazadas de razones.

Se ofendieron y de pronto sólo veía uno una leyenda: “me salgo, por favor me vuelvan a integrar después del 3 de julio”.

Y pasaron los días, y los amigos no se hablaban.

Y se pasaron semanas, y hasta meses sin que la espiral de la violencia bajara y los amigos no se hablaban.

Era otra manifestación de la violencia que se expende por todo el país.

Era una manera de que nos sintiéramos solos y rodeados de ruido.

Pero cada vez más solos.

Les ocurrió a muchos según me cuentan.

Mientras las vidas trascurrían a su ritmo normal.

Con las tragedias y los dolores de cada uno.

Las penas, las separaciones las debía uno superar solo. La solidaridad se extraviaba en ese mar de gritos y ruidos del exterior.

Quiérase o no las amistades se afectan y ya no volverá a ser lo mismo.

Salió en muchos la parte más inmadura de su existencia: los hombres nunca dejan de tropezarse y aprender.

Hoy se debe iniciar un nuevo ciclo en la reconstrucción de la amistad y del tejido social.

Hoy se deben volver a rehacer los lazos de fraternidad y de solidaridad.

La sociedad mexicana se debe de reinventar desde abajo, desde las familias, desde los grupos de amigos, desde el amor por el otro por más cursi que parezca.

Es la única manera de ya no estar más solos.

Porque tenemos muchos años en soledad y por eso la multiplicación de la violencia y del miedo y del abandono.

Porque nos dejamos de cuidar unos a otros, porque nos dejamos de ver, porque creímos que ante el dolor con un mensaje de whatsapp consolábamos al otro y abandonábamos la posibilidad e ir a dar un beso, un abrazo, un estoy aquí contigo.

Hoy debe iniciar una reconstrucción de uno mismo con el entorno inmediato para poder construir una sociedad que se transforme y poder ser ejemplo ante el mundo.

México tiene muchas reservas de para el amor y la fraternidad.

Es una oportunidad para reinventarnos.

Escribo este artículo sin saber el resultado de las elecciones.

Estoy lejos.

A la distancia, en una noche fresca entre el ruido de las hojas de los árboles, entre algunos gritos de niños y entre las sombras de una noche es inevitable imaginarse a México entre los colores de Tamayo, la altivez de María Félix, las palabras de Carlos Fuentes, la inteligencia picante de Carlos Monsiváis, las canciones de José Alfredo o Pedro Infante, Frida, Cantinflas o Doña José la artesana Cuetzalan.

Muchos son los motivos para lanzar todos los lazos de conciliación, de concordia, de amor.

La noche se transcurre inevitable, como todas las noches y siempre, siempre en espera de un nuevo amanecer.


Construir la nueva concordia

Fui testigo de múltiples desencuentros.

El debate político desveló que nos falta mucho para ser tolerantes.

La crispación política afectó amistades, amigos, fraternidades.

Por distintas razones los amigos se distanciaron.

Por otras más, muchas familias se alejaron.

Por otras más, los lugares de trabajo dejaron de ser espacios de convivencia.

Todos fueron actores y víctimas de las campañas de descrédito entre candidatos.

Muchos se prestaron al juego sucio: creían cumplir con un deber histórico, de miedos, de guardar sus intereses.

Fui testigo de cómo mis amigos se salían de nuestros grupos de whatsapp.

Unos porque tenían familiares en el gobierno y sentían el deber de defenderlos.

Otros porque estaban cansados de vivir en un país de tantas injusticias y pedían cambios.

Otros porque simplemente no les importaba.

Otros porque estaban hartos de la política.

Hubo agresiones disfrazadas de razones.

Se ofendieron y de pronto sólo veía uno una leyenda: “me salgo, por favor me vuelvan a integrar después del 3 de julio”.

Y pasaron los días, y los amigos no se hablaban.

Y se pasaron semanas, y hasta meses sin que la espiral de la violencia bajara y los amigos no se hablaban.

Era otra manifestación de la violencia que se expende por todo el país.

Era una manera de que nos sintiéramos solos y rodeados de ruido.

Pero cada vez más solos.

Les ocurrió a muchos según me cuentan.

Mientras las vidas trascurrían a su ritmo normal.

Con las tragedias y los dolores de cada uno.

Las penas, las separaciones las debía uno superar solo. La solidaridad se extraviaba en ese mar de gritos y ruidos del exterior.

Quiérase o no las amistades se afectan y ya no volverá a ser lo mismo.

Salió en muchos la parte más inmadura de su existencia: los hombres nunca dejan de tropezarse y aprender.

Hoy se debe iniciar un nuevo ciclo en la reconstrucción de la amistad y del tejido social.

Hoy se deben volver a rehacer los lazos de fraternidad y de solidaridad.

La sociedad mexicana se debe de reinventar desde abajo, desde las familias, desde los grupos de amigos, desde el amor por el otro por más cursi que parezca.

Es la única manera de ya no estar más solos.

Porque tenemos muchos años en soledad y por eso la multiplicación de la violencia y del miedo y del abandono.

Porque nos dejamos de cuidar unos a otros, porque nos dejamos de ver, porque creímos que ante el dolor con un mensaje de whatsapp consolábamos al otro y abandonábamos la posibilidad e ir a dar un beso, un abrazo, un estoy aquí contigo.

Hoy debe iniciar una reconstrucción de uno mismo con el entorno inmediato para poder construir una sociedad que se transforme y poder ser ejemplo ante el mundo.

México tiene muchas reservas de para el amor y la fraternidad.

Es una oportunidad para reinventarnos.

Escribo este artículo sin saber el resultado de las elecciones.

Estoy lejos.

A la distancia, en una noche fresca entre el ruido de las hojas de los árboles, entre algunos gritos de niños y entre las sombras de una noche es inevitable imaginarse a México entre los colores de Tamayo, la altivez de María Félix, las palabras de Carlos Fuentes, la inteligencia picante de Carlos Monsiváis, las canciones de José Alfredo o Pedro Infante, Frida, Cantinflas o Doña José la artesana Cuetzalan.

Muchos son los motivos para lanzar todos los lazos de conciliación, de concordia, de amor.

La noche se transcurre inevitable, como todas las noches y siempre, siempre en espera de un nuevo amanecer.