/ lunes 15 de octubre de 2018

Contexto


Un mundo confundido

Las sociedades actuales se mueven en un mundo de confusión.

El modelo que tenemos como civilización y que se ha impuesto a lo largo de las últimas décadas se está agotando.

Muchas sociedades están viviendo crisis muy profundas que cuestionan tanto sus modelos sociales como sus modelos económicos.

En general, se puede decir, que toda la humanidad está demandando cambios en todas las esferas de la vida pública y privada.

La realidad se está imponiendo de una manera brutal y no hay modelos alternativos que permitan a las élites dirigentes el orientar sus acciones y a los ciudadanos superar esa inmediatez cotidiana en la que se le va la vida muchas veces sin sentido.

Por ello no es de sorprender que países como Brasil den virajes políticos tan abruptos como ha sucedido en las últimas elecciones, ni que Trump haya ascendido al poder como consecuencia, y no la causa, de la crisis de valores de la sociedad norteamericana, ni que la derecha haya tomado el poder en Italia o que en México se haya optado por un cambio.

El problema es que los cambios en las direcciones políticas se siguen moviendo dentro del mismo paradigma impuesto por las ideas neoliberales y nutrido por los extremismos que las alimentan de una u otra manera sean de tipo religioso o económico.

Pero la realidad es muy terca y la presencia de los medios de comunicación y la inmediatez de la información están limitando los espacios de reflexión para crear modelos sociales que permitan liberar al hombre y atender las desigualdades crecientes que se dan a nivel mundial.

Hoy la pobreza es más cruda pues se contrasta con el bienestar de una pequeña parte de la población mundial.

Hoy la inmigración está haciendo evidente que aquellos que dominaron el mundo durante siglos están pagando la factura de la desigualdad que creo el sistema que ellos impusieron. Los movimientos migratorios hacia Europa tanto de África como de Medio Oriente se seguirán incrementando de manera importante. La construcción de muros virtuales o reales para impedir los movimientos de población en busca de mejores condiciones de vida no tendrán mucho existo. Es un movimiento históricamente imparable y es la nueva cara de la sociedad del futuro. Muchas ciudades europeas tienen ya actualmente barrios completos de inmigrantes que conservan y mantienen niveles de vida y costumbres de sus países de origen, lo tienen también los Estados Unidos y se empieza a fraguar en los países nórdicos.

Es un movimiento silencioso pero imparable.

En paralelo hay un debilitamiento del Estado y de sus instituciones.

Estas empiezan a ya no regular la vida de los ciudadanos ni a garantizarles los niveles de seguridad individual y colectiva que fue una de las razones que justificaron la creación del Estado. Han sido superadas por organizaciones criminales que absorben gran parte del trabajo y del ingreso de las familias y comunidades. Es decir, el producto del trabajo social se está desplazando hacia el crimen organizado que altera y condiciona la vida cotidiana de millones como sucede en México, en El Salvador, en Belice, en Brasil, en Guatemala por citar solo algunos ejemplos.

Estos, inmigración y explotación del trabajo por el crimen organizado, son solo dos ejemplos de un fenómeno más complejo

La parte central de una reflexión colectiva, pero también de las elites intelectuales, es el de tratar de imaginar nuevas formas de organización social que permitan que los hombres puedan desarrollarse en niveles de seguridad que les permitan aprovechar todas sus posibilidades en beneficio de sus comunidades en particular.

Se debe empezar a cambiar la noción de valor de las cosas y tal vez volver a un principio muy en boga en los años ochenta: lo simple, lo más pequeño, lo más sencillo es siempre lo mas bello.


Un mundo confundido

Las sociedades actuales se mueven en un mundo de confusión.

El modelo que tenemos como civilización y que se ha impuesto a lo largo de las últimas décadas se está agotando.

Muchas sociedades están viviendo crisis muy profundas que cuestionan tanto sus modelos sociales como sus modelos económicos.

En general, se puede decir, que toda la humanidad está demandando cambios en todas las esferas de la vida pública y privada.

La realidad se está imponiendo de una manera brutal y no hay modelos alternativos que permitan a las élites dirigentes el orientar sus acciones y a los ciudadanos superar esa inmediatez cotidiana en la que se le va la vida muchas veces sin sentido.

Por ello no es de sorprender que países como Brasil den virajes políticos tan abruptos como ha sucedido en las últimas elecciones, ni que Trump haya ascendido al poder como consecuencia, y no la causa, de la crisis de valores de la sociedad norteamericana, ni que la derecha haya tomado el poder en Italia o que en México se haya optado por un cambio.

El problema es que los cambios en las direcciones políticas se siguen moviendo dentro del mismo paradigma impuesto por las ideas neoliberales y nutrido por los extremismos que las alimentan de una u otra manera sean de tipo religioso o económico.

Pero la realidad es muy terca y la presencia de los medios de comunicación y la inmediatez de la información están limitando los espacios de reflexión para crear modelos sociales que permitan liberar al hombre y atender las desigualdades crecientes que se dan a nivel mundial.

Hoy la pobreza es más cruda pues se contrasta con el bienestar de una pequeña parte de la población mundial.

Hoy la inmigración está haciendo evidente que aquellos que dominaron el mundo durante siglos están pagando la factura de la desigualdad que creo el sistema que ellos impusieron. Los movimientos migratorios hacia Europa tanto de África como de Medio Oriente se seguirán incrementando de manera importante. La construcción de muros virtuales o reales para impedir los movimientos de población en busca de mejores condiciones de vida no tendrán mucho existo. Es un movimiento históricamente imparable y es la nueva cara de la sociedad del futuro. Muchas ciudades europeas tienen ya actualmente barrios completos de inmigrantes que conservan y mantienen niveles de vida y costumbres de sus países de origen, lo tienen también los Estados Unidos y se empieza a fraguar en los países nórdicos.

Es un movimiento silencioso pero imparable.

En paralelo hay un debilitamiento del Estado y de sus instituciones.

Estas empiezan a ya no regular la vida de los ciudadanos ni a garantizarles los niveles de seguridad individual y colectiva que fue una de las razones que justificaron la creación del Estado. Han sido superadas por organizaciones criminales que absorben gran parte del trabajo y del ingreso de las familias y comunidades. Es decir, el producto del trabajo social se está desplazando hacia el crimen organizado que altera y condiciona la vida cotidiana de millones como sucede en México, en El Salvador, en Belice, en Brasil, en Guatemala por citar solo algunos ejemplos.

Estos, inmigración y explotación del trabajo por el crimen organizado, son solo dos ejemplos de un fenómeno más complejo

La parte central de una reflexión colectiva, pero también de las elites intelectuales, es el de tratar de imaginar nuevas formas de organización social que permitan que los hombres puedan desarrollarse en niveles de seguridad que les permitan aprovechar todas sus posibilidades en beneficio de sus comunidades en particular.

Se debe empezar a cambiar la noción de valor de las cosas y tal vez volver a un principio muy en boga en los años ochenta: lo simple, lo más pequeño, lo más sencillo es siempre lo mas bello.