/ lunes 3 de diciembre de 2018

Contexto


La crisis del crecimiento económico

¿Cómo se va a construir la sociedad del mañana? Una sociedad en la que los niveles de bienestar sean justos para todos.

Las reflexiones hasta ahora señalan caminos inciertos. En general hay poca claridad sobre lo que vendrá. Las sociedades se mueven sobre futuros confusos y sobre todo tiempos presentes que no dan señales de hacía a dónde vamos como especie.

Se ha vinculado el bienestar al crecimiento económico. Al menos eso se nos ha hecho creer. Mientras, el capital crece, se multiplica a costo de la explotación de recursos sin límite y de sociedades completas desde hace siglos bajo esquemas de colonialismo, dependencia, sumisión.

¿Se puede seguir pensando solo en términos de crecimiento económico para la mejorar las condiciones de vida en prácticamente todas sociedades del mundo?

¿El crecer a uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis por ciento anual va a resolver la mayoría de los problemas relacionados con la pobreza, el hambre, la marginación?

La respuesta en muchos sentidos empieza a ser negativa: el crecimiento económico no está siendo un factor que resuelva la pobreza ni el bienestar sino que está generando más problemas de los que pretende resolver.

En efecto, después de la primera guerra mundial y hasta los años 80, el crecimiento económico se parecía ser la vía por la cual el crecimiento económico se traducía en un alza en los niveles de bienestar tanto en los países industriales como en los emergentes.

Las décadas siguientes demostraron lo contrario. La contaminación ha degradado la calidad de vida en muchas partes del planeta, el cambio climático ha transformado grandes superficies de la tierra, la depredación y extinción de especies han ido cambiando el panorama de la vida en general.

Mucho del gasto social, derivado de ese abuso de la naturaleza, está destinado a resolver los problemas que el crecimiento ha provocado: inundaciones, sequias, hambrunas, cambio climático entre otros para dar solo paliativos a los grandes problemas que se han generado.

Eso cuesta y los gastos para corregir lo que el crecimiento ha provocado tienen un costo social muy alto.

Por ello el debate sobre el post-crecimiento está centrado en alternativas diferentes a lo hecho hasta ahora. El PIB, como elemento a considerar como indicador de desarrollo está cada vez siendo más cuestionado. Ya el crecimiento no significa bienestar y no refleja el modo o la forma de concentración del ingreso, las desigualdades, las desigualdades en el patrimonio.

En consecuencia, hemos vivido dentro de paradigmas que han hecho de las políticas públicas que no se orientan al bienestar y el beneficio de la gente. Ese modelo se ha agotado. Está sucediendo ahora en Francia con el movimiento de los llamados “chalecos amarillos”…y todo empezó con el incremento del precio a la gasolina.


La crisis del crecimiento económico

¿Cómo se va a construir la sociedad del mañana? Una sociedad en la que los niveles de bienestar sean justos para todos.

Las reflexiones hasta ahora señalan caminos inciertos. En general hay poca claridad sobre lo que vendrá. Las sociedades se mueven sobre futuros confusos y sobre todo tiempos presentes que no dan señales de hacía a dónde vamos como especie.

Se ha vinculado el bienestar al crecimiento económico. Al menos eso se nos ha hecho creer. Mientras, el capital crece, se multiplica a costo de la explotación de recursos sin límite y de sociedades completas desde hace siglos bajo esquemas de colonialismo, dependencia, sumisión.

¿Se puede seguir pensando solo en términos de crecimiento económico para la mejorar las condiciones de vida en prácticamente todas sociedades del mundo?

¿El crecer a uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis por ciento anual va a resolver la mayoría de los problemas relacionados con la pobreza, el hambre, la marginación?

La respuesta en muchos sentidos empieza a ser negativa: el crecimiento económico no está siendo un factor que resuelva la pobreza ni el bienestar sino que está generando más problemas de los que pretende resolver.

En efecto, después de la primera guerra mundial y hasta los años 80, el crecimiento económico se parecía ser la vía por la cual el crecimiento económico se traducía en un alza en los niveles de bienestar tanto en los países industriales como en los emergentes.

Las décadas siguientes demostraron lo contrario. La contaminación ha degradado la calidad de vida en muchas partes del planeta, el cambio climático ha transformado grandes superficies de la tierra, la depredación y extinción de especies han ido cambiando el panorama de la vida en general.

Mucho del gasto social, derivado de ese abuso de la naturaleza, está destinado a resolver los problemas que el crecimiento ha provocado: inundaciones, sequias, hambrunas, cambio climático entre otros para dar solo paliativos a los grandes problemas que se han generado.

Eso cuesta y los gastos para corregir lo que el crecimiento ha provocado tienen un costo social muy alto.

Por ello el debate sobre el post-crecimiento está centrado en alternativas diferentes a lo hecho hasta ahora. El PIB, como elemento a considerar como indicador de desarrollo está cada vez siendo más cuestionado. Ya el crecimiento no significa bienestar y no refleja el modo o la forma de concentración del ingreso, las desigualdades, las desigualdades en el patrimonio.

En consecuencia, hemos vivido dentro de paradigmas que han hecho de las políticas públicas que no se orientan al bienestar y el beneficio de la gente. Ese modelo se ha agotado. Está sucediendo ahora en Francia con el movimiento de los llamados “chalecos amarillos”…y todo empezó con el incremento del precio a la gasolina.