/ lunes 8 de abril de 2019

Contexto


Comer de donde sea

La mujer se acerca al centro comercial.

Camina segura, con la mirada en alto, va envuelta en un abrigo negro un poco desgastado, lleva una mascada rosa que le rodea el cuello, parece traer unos jeans descoloridos que están ahora de moda, incluso entre los más ricos. Saluda al policía que custodia la entrada y se dirige a la zona de alimentos que a esa hora está llena de comensales.

Se detiene y observa.

Tiene hambre.

Ella lo sabe pero lo oculta. Parece que no quiere que nadie se entere.

Camina con cierta displicencia, con las manos dentro de las bolsas de su abrigo.

Se detiene.

Mira las franquicias que venden alimentos. Esta Mcdonald´s, Hippotamus, una crepería, otra que vende sándwiches. Parece no decidirse.

Entonces dirige su mirada a los comensales.

Se acerca a una mesa en donde están una madre y su hija a punto de terminar de comer.

Ellas la miran y se sienten incomodas. Deciden, sin decírselo, apurarse a comer: Guardan en una cajita de cartón los restos.

Se levantan y se encaminan a la salida del centro comercial.

La mujer las sigue a la distancia. Trata que no sientan que les sigue.

La madre y la hija caminan pausadamente con la cajita que contiene los restos de comida.

Ya cerca de salida la hija tira en un cesto de basura la cajita que contiene los restos de la comida.

La mujer se detiene. Ya no las sigue.

Mira alrededor esperando no atraer la mirada de nadie.

Se acerca al basurero.

Tiene hambre.

Sigue erguida con el aire de orgullo.

Esta parada ya junto al cesto de basura.

No duda.

Mete la mano en el basurero.

Saca la pequeña cajita.

La abre y con la mano toma los restos de la comida que aún estaba caliente.

Se las lleva a la boca sin parar. De un solo golpe, de un solo bocado.

Cierra los ojos. Se recarga en el muro. Y empieza a caminar nuevamente hacia la zona de alimentos.

Tiene más hambre. Su cara está triste.

Afuera, en las calles de Paris, la lluvia empieza a arreciar.

En los mercados, muchos hombres y mujeres esperan que se vayan los comerciantes para recoger la fruta, las legumbres o los restos de lo que sea.

Otra familia en Caracas camina por la calle y buscan en los botes de basura que comer.

En muchos barrios de África ya forma parte de la vida cotidiana.

Cerca de nosotros también.

En el mundo las distancias y los niveles de bienestar están cada vez mas lejos.


Comer de donde sea

La mujer se acerca al centro comercial.

Camina segura, con la mirada en alto, va envuelta en un abrigo negro un poco desgastado, lleva una mascada rosa que le rodea el cuello, parece traer unos jeans descoloridos que están ahora de moda, incluso entre los más ricos. Saluda al policía que custodia la entrada y se dirige a la zona de alimentos que a esa hora está llena de comensales.

Se detiene y observa.

Tiene hambre.

Ella lo sabe pero lo oculta. Parece que no quiere que nadie se entere.

Camina con cierta displicencia, con las manos dentro de las bolsas de su abrigo.

Se detiene.

Mira las franquicias que venden alimentos. Esta Mcdonald´s, Hippotamus, una crepería, otra que vende sándwiches. Parece no decidirse.

Entonces dirige su mirada a los comensales.

Se acerca a una mesa en donde están una madre y su hija a punto de terminar de comer.

Ellas la miran y se sienten incomodas. Deciden, sin decírselo, apurarse a comer: Guardan en una cajita de cartón los restos.

Se levantan y se encaminan a la salida del centro comercial.

La mujer las sigue a la distancia. Trata que no sientan que les sigue.

La madre y la hija caminan pausadamente con la cajita que contiene los restos de comida.

Ya cerca de salida la hija tira en un cesto de basura la cajita que contiene los restos de la comida.

La mujer se detiene. Ya no las sigue.

Mira alrededor esperando no atraer la mirada de nadie.

Se acerca al basurero.

Tiene hambre.

Sigue erguida con el aire de orgullo.

Esta parada ya junto al cesto de basura.

No duda.

Mete la mano en el basurero.

Saca la pequeña cajita.

La abre y con la mano toma los restos de la comida que aún estaba caliente.

Se las lleva a la boca sin parar. De un solo golpe, de un solo bocado.

Cierra los ojos. Se recarga en el muro. Y empieza a caminar nuevamente hacia la zona de alimentos.

Tiene más hambre. Su cara está triste.

Afuera, en las calles de Paris, la lluvia empieza a arreciar.

En los mercados, muchos hombres y mujeres esperan que se vayan los comerciantes para recoger la fruta, las legumbres o los restos de lo que sea.

Otra familia en Caracas camina por la calle y buscan en los botes de basura que comer.

En muchos barrios de África ya forma parte de la vida cotidiana.

Cerca de nosotros también.

En el mundo las distancias y los niveles de bienestar están cada vez mas lejos.