/ lunes 8 de enero de 2018

Contexto

Para ser ladrón hay que tener suerte.

En Toluca, y en todo el valle, los ladrones, los homicidas, los traficantes, los secuestradores la tienen.

Ellos lo saben y pueden actuar con toda impunidad.

Andan tan campantes por las calles aún después de cometer el atraco.

No les preocupa que la autoridad los persiga.

Saben que nadie los habrá de detener, perseguir o sancionar.

Saben que aunque haya denuncia el delincuente nunca será perseguido ni buscado ni investigado.

La denuncia, y lo saben miles de ciudadanos, sólo sirven para engordar las estadísticas.

La familia afectada, la esposa que queda viuda, el trabajador a quien le quitan su salario y la comida del día siguiente, el estudiante a quien le quitan su teléfono que es también su instrumento de trabajo, a la marchanta que vende en la calle también le quitan su ingreso, al dueño de una miscelánea que lleva juntando su dinerito por años también le quitan su ingreso, al taxista cuando lleva el pasaje también, al usuario del transporte colectivo también.

Y todos se callan y no denuncian, saben que no servirá para nada.

La policía tiene miedo y no actúa….o es cómplice.

Así les acaba de suceder apenas a unos paseantes en el Nevado de Toluca.

La policía no actuó y estaba a tiempo de hacerlo.

Así le pasó a jovencita a quien le robaron en su tienda de bisutería del centro quien hizo la denuncia durante horas dio las características del vehículo, la descripción de los asaltantes y nada pasó.

Con ellos pasan los días uno tras otro y no pasa nada.

Eso lo saben los ladrones…y no pasa nada.

Y pueden volver al mismo lugar con la misma víctima y no pasa nada.

Van, denuncian y aun con el dolor a cuestas los tratan como delincuentes. Largas esperas, exámenes, petición de documentos, declaración de testigos y todo para nada.

Los delincuentes lo saben.

Las víctimas son agredidas dos veces. Una por el victimario y otra por la autoridad.

Entre ambos viene el desánimo social, la sed de venganza por su propia mano, el buscar el ojo por ojo o al menos alguien que se la pague.

Todo tiene como consecuencia la destrucción del tejido social, el rompimiento de los lazos de solidaridad, el miedo y el odio a la autoridad.

Eso lo saben los ladrones, los homicidas, los plagiarios y se divierten con ello. “Jajaja” ríen una y otra vez mientras el ciudadano de a pie sigue en su angustia ante la indiferencia y la incapacidad para combatir el crimen.

El ciudadano se siente desprotegido.

Quiere, entonces, tomar a la justicia por su propia mano.

Sabe que la autoridad lo deja, lo olvida, lo abandona.

Ya no importa su nivel, los ciudadanos se sienten desprotegidos.

La violencia está creciendo. No hay noticiero, periódico, programa de radio o de televisión que no sean sólo un recuento de la violencia. Los minutos se consumen con el tema.

Es ya imposible ocultarlo. La gente se siente desprotegida. No le bastan declaraciones y promesas para sentirse segura sino una acción decidida de la autoridad.

La gente lo sabe y lo siente.

La violencia ronda nuestras calles, nuestros barrios, nuestras ciudades y los ciudadanos no sentimos desprotegidos.

Con todas estas cosas ser ladrón o delincuente es una buena empresa porque saben que nunca habrá sanción…al menos también en estas tierras. Y los delincuentes lo saben.

Para ser ladrón hay que tener suerte.

En Toluca, y en todo el valle, los ladrones, los homicidas, los traficantes, los secuestradores la tienen.

Ellos lo saben y pueden actuar con toda impunidad.

Andan tan campantes por las calles aún después de cometer el atraco.

No les preocupa que la autoridad los persiga.

Saben que nadie los habrá de detener, perseguir o sancionar.

Saben que aunque haya denuncia el delincuente nunca será perseguido ni buscado ni investigado.

La denuncia, y lo saben miles de ciudadanos, sólo sirven para engordar las estadísticas.

La familia afectada, la esposa que queda viuda, el trabajador a quien le quitan su salario y la comida del día siguiente, el estudiante a quien le quitan su teléfono que es también su instrumento de trabajo, a la marchanta que vende en la calle también le quitan su ingreso, al dueño de una miscelánea que lleva juntando su dinerito por años también le quitan su ingreso, al taxista cuando lleva el pasaje también, al usuario del transporte colectivo también.

Y todos se callan y no denuncian, saben que no servirá para nada.

La policía tiene miedo y no actúa….o es cómplice.

Así les acaba de suceder apenas a unos paseantes en el Nevado de Toluca.

La policía no actuó y estaba a tiempo de hacerlo.

Así le pasó a jovencita a quien le robaron en su tienda de bisutería del centro quien hizo la denuncia durante horas dio las características del vehículo, la descripción de los asaltantes y nada pasó.

Con ellos pasan los días uno tras otro y no pasa nada.

Eso lo saben los ladrones…y no pasa nada.

Y pueden volver al mismo lugar con la misma víctima y no pasa nada.

Van, denuncian y aun con el dolor a cuestas los tratan como delincuentes. Largas esperas, exámenes, petición de documentos, declaración de testigos y todo para nada.

Los delincuentes lo saben.

Las víctimas son agredidas dos veces. Una por el victimario y otra por la autoridad.

Entre ambos viene el desánimo social, la sed de venganza por su propia mano, el buscar el ojo por ojo o al menos alguien que se la pague.

Todo tiene como consecuencia la destrucción del tejido social, el rompimiento de los lazos de solidaridad, el miedo y el odio a la autoridad.

Eso lo saben los ladrones, los homicidas, los plagiarios y se divierten con ello. “Jajaja” ríen una y otra vez mientras el ciudadano de a pie sigue en su angustia ante la indiferencia y la incapacidad para combatir el crimen.

El ciudadano se siente desprotegido.

Quiere, entonces, tomar a la justicia por su propia mano.

Sabe que la autoridad lo deja, lo olvida, lo abandona.

Ya no importa su nivel, los ciudadanos se sienten desprotegidos.

La violencia está creciendo. No hay noticiero, periódico, programa de radio o de televisión que no sean sólo un recuento de la violencia. Los minutos se consumen con el tema.

Es ya imposible ocultarlo. La gente se siente desprotegida. No le bastan declaraciones y promesas para sentirse segura sino una acción decidida de la autoridad.

La gente lo sabe y lo siente.

La violencia ronda nuestras calles, nuestros barrios, nuestras ciudades y los ciudadanos no sentimos desprotegidos.

Con todas estas cosas ser ladrón o delincuente es una buena empresa porque saben que nunca habrá sanción…al menos también en estas tierras. Y los delincuentes lo saben.