/ lunes 22 de enero de 2018

Contexto

Toluca carece de un proyecto de ciudad, de municipio y de proyecto metropolitano. Tal vez este en un papel escrito. Pero solo es eso. La ciudad se hace al capricho de sus gobernantes que no es ni de los ciudadanos ni lo que requiere la ciudad. Está hecha de retazos.

Tal vez las próximas elecciones sean una oportunidad para que de manera serena, quienes aspiran a puestos de elección popular, tengan la voluntad de proponer un proyecto que haga viable la ciudad del presente ya no del futuro, porque los ciudadanos ya están cansados de ver a su ciudad una vez y otra destruida y cada vez más deteriorada.

Se debe insistir en ello

Los políticos no necesitan ser genios. No lo son ni lo han sido. Su pragmatismo por conservar el poder y sus privilegios los lleva a pensar solo en sí mismos. Solo deben escuchar. Solo deben observar la experiencia de otras ciudades del mundo. No hay que ser un gran especialista, solo se necesita sentido común.

Las experiencias de las últimas décadas no han sido buenas ni para la ciudad ni para el municipio.

Los políticos se han deslumbrado con los privilegios del poder. No han sido humildes. Tratan de imitar el mundo de los ricos en lugar de sentirse más ciudadanos y hacer algo por la ciudad. Esa ha sido nuestra tragedia. Les gustan la buenas mesas, vestirse a la moda, tener buenos relojes, ver sus nombres en las bardas, sentirse admirados por el puesto, compartir los mismos gustos de quienes dominan la economía: jugar golf, tenis, andar en yates, viajar para hospedarse en los mejores hoteles, comer en los mejores restaurantes y si de vez en cuando y para la foto ir a un mercado, hacer compadres a los líderes de las comunidades, retratarse abrazando niños, corriendo o subirse a una bici, sonriéndoles y dándoles su apapacho. Solo para la foto. La gente los abraza, les muestra afecto, les echan porras porque tienen necesidades, porque tienen hambre, porque piensan que les pueden ayudar a sus hijos. Solo por eso. Porque saben que son los dueños, los patrones, los señores feudales, porque no hay instituciones que atiendan sus problemas ni les den esperanza de futuro. Al ciudadano lo convierten en esclavo, en servidor, en sumiso. Y lo hacen una y otra vez pasando por encima de la dignidad de la gente como ser humano.

La indiferencia de la gente ante esta generación de políticos está bien ganada. El rechazo también.

Pero ellos saben que hay muchos pobres en el municipio. A ellos se enfocan sus esfuerzos electorales. La pobreza no se resuelve porque cambiarían las estructuras de poder y eso les conviene a pocos, sobre todo a quienes han dominado a la ciudad y al municipio.

Duele el olvido y la extinción de las comunidades indígenas. Toluca no tiene memoria y por eso su falta de identidad. Los indígenas, sus huellas, sus lenguas están prácticamente aniquiladas. Pero los mantienen pobres y con mala calidad de vida porque representan muchos votos. Eso se llama jugar con la pobreza y es lo más indigno.

Duele el más uso que se le da a la obra pública que es de mala calidad. Basta un ejemplo: pavimentan la calle de Lerdo y a los pocos días ya están nuevamente los baches: negocio redondo para constructores y políticos. Las calles se repavimentan una vez y otra también. Si las hubieran hecho de oro serían más baratas.

Duele la falta de criterios en materia de cultura que es lo que ayuda a mantener el tejido social.

Duele el que la violencia se esté incrementando sin esquemas de seguridad adecuados. La gente le teme a su policía. Dan miedo y no confianza. Y los robos siguen aumentando.

Duele el servilismo de las autoridades ante los dueños del capital. No importa donde se les autorizada todo. El temor de los habitantes de la colonia Morelos ante el proyecto, ya aprobado me dicen, para construir un centro comercial y habitacional en la avenida Vicente Guerrero es una nueva agresión a la ciudad. La va a desequilibrar nuevamente y para mal. Será otro daño irreversible. A quienes lo autorizan no les importa. Por eso piensa la gente en hechos de corrupción detrás de ellos.

Duele ver el deterioro de la zona de Tecaxic, el descuido de la zona arqueológica de Calixtlahuaca, los desarrollos infames en San Felipe Tlalmimilolpan. Así como acabaron con Santa Ana Tlapaltitlán sus tradiciones y costumbres. Así son consistentes en destruir el resto de poblaciones.

Duele ver como solo se da más circo a comunidades pobres a quienes hacen sentir que con darles una cancha se les hace la justicia.

Duele ver cómo la gente humilde y los más pobres hacen largas filas para pagar el agua y el predial, solo para seguir manteniendo a una clase política y burocracia que no tiene la angustia de pensar que se debe hacer para comer cada día. Tienen con su quincena resuelto su problema. No es el caso de los ciudadanos que peso a peso deben hacer esfuerzos cada día para poder salir adelante.

Duele no tener una política social que ayude a abatir los rezagos millonarios.

Sí. Toluca duele y sigue doliendo con estas clases dirigentes que no están a la altura de los tiempos. En su bienestar personal está en su intrascendencia. No serán importantes en la historia de la ciudad.

 

Toluca carece de un proyecto de ciudad, de municipio y de proyecto metropolitano. Tal vez este en un papel escrito. Pero solo es eso. La ciudad se hace al capricho de sus gobernantes que no es ni de los ciudadanos ni lo que requiere la ciudad. Está hecha de retazos.

Tal vez las próximas elecciones sean una oportunidad para que de manera serena, quienes aspiran a puestos de elección popular, tengan la voluntad de proponer un proyecto que haga viable la ciudad del presente ya no del futuro, porque los ciudadanos ya están cansados de ver a su ciudad una vez y otra destruida y cada vez más deteriorada.

Se debe insistir en ello

Los políticos no necesitan ser genios. No lo son ni lo han sido. Su pragmatismo por conservar el poder y sus privilegios los lleva a pensar solo en sí mismos. Solo deben escuchar. Solo deben observar la experiencia de otras ciudades del mundo. No hay que ser un gran especialista, solo se necesita sentido común.

Las experiencias de las últimas décadas no han sido buenas ni para la ciudad ni para el municipio.

Los políticos se han deslumbrado con los privilegios del poder. No han sido humildes. Tratan de imitar el mundo de los ricos en lugar de sentirse más ciudadanos y hacer algo por la ciudad. Esa ha sido nuestra tragedia. Les gustan la buenas mesas, vestirse a la moda, tener buenos relojes, ver sus nombres en las bardas, sentirse admirados por el puesto, compartir los mismos gustos de quienes dominan la economía: jugar golf, tenis, andar en yates, viajar para hospedarse en los mejores hoteles, comer en los mejores restaurantes y si de vez en cuando y para la foto ir a un mercado, hacer compadres a los líderes de las comunidades, retratarse abrazando niños, corriendo o subirse a una bici, sonriéndoles y dándoles su apapacho. Solo para la foto. La gente los abraza, les muestra afecto, les echan porras porque tienen necesidades, porque tienen hambre, porque piensan que les pueden ayudar a sus hijos. Solo por eso. Porque saben que son los dueños, los patrones, los señores feudales, porque no hay instituciones que atiendan sus problemas ni les den esperanza de futuro. Al ciudadano lo convierten en esclavo, en servidor, en sumiso. Y lo hacen una y otra vez pasando por encima de la dignidad de la gente como ser humano.

La indiferencia de la gente ante esta generación de políticos está bien ganada. El rechazo también.

Pero ellos saben que hay muchos pobres en el municipio. A ellos se enfocan sus esfuerzos electorales. La pobreza no se resuelve porque cambiarían las estructuras de poder y eso les conviene a pocos, sobre todo a quienes han dominado a la ciudad y al municipio.

Duele el olvido y la extinción de las comunidades indígenas. Toluca no tiene memoria y por eso su falta de identidad. Los indígenas, sus huellas, sus lenguas están prácticamente aniquiladas. Pero los mantienen pobres y con mala calidad de vida porque representan muchos votos. Eso se llama jugar con la pobreza y es lo más indigno.

Duele el más uso que se le da a la obra pública que es de mala calidad. Basta un ejemplo: pavimentan la calle de Lerdo y a los pocos días ya están nuevamente los baches: negocio redondo para constructores y políticos. Las calles se repavimentan una vez y otra también. Si las hubieran hecho de oro serían más baratas.

Duele la falta de criterios en materia de cultura que es lo que ayuda a mantener el tejido social.

Duele el que la violencia se esté incrementando sin esquemas de seguridad adecuados. La gente le teme a su policía. Dan miedo y no confianza. Y los robos siguen aumentando.

Duele el servilismo de las autoridades ante los dueños del capital. No importa donde se les autorizada todo. El temor de los habitantes de la colonia Morelos ante el proyecto, ya aprobado me dicen, para construir un centro comercial y habitacional en la avenida Vicente Guerrero es una nueva agresión a la ciudad. La va a desequilibrar nuevamente y para mal. Será otro daño irreversible. A quienes lo autorizan no les importa. Por eso piensa la gente en hechos de corrupción detrás de ellos.

Duele ver el deterioro de la zona de Tecaxic, el descuido de la zona arqueológica de Calixtlahuaca, los desarrollos infames en San Felipe Tlalmimilolpan. Así como acabaron con Santa Ana Tlapaltitlán sus tradiciones y costumbres. Así son consistentes en destruir el resto de poblaciones.

Duele ver como solo se da más circo a comunidades pobres a quienes hacen sentir que con darles una cancha se les hace la justicia.

Duele ver cómo la gente humilde y los más pobres hacen largas filas para pagar el agua y el predial, solo para seguir manteniendo a una clase política y burocracia que no tiene la angustia de pensar que se debe hacer para comer cada día. Tienen con su quincena resuelto su problema. No es el caso de los ciudadanos que peso a peso deben hacer esfuerzos cada día para poder salir adelante.

Duele no tener una política social que ayude a abatir los rezagos millonarios.

Sí. Toluca duele y sigue doliendo con estas clases dirigentes que no están a la altura de los tiempos. En su bienestar personal está en su intrascendencia. No serán importantes en la historia de la ciudad.