/ lunes 29 de enero de 2018

Contexto

La gente está de mal humor, dicen algunos.

Otros, que hay descontento. Otros, que está resignada.

Pero los estudios dicen que los mexicanos estamos entre las sociedades más felices en el mundo.

¿No es eso una contradicción? o ¿ya estamos acostumbrados a nuestros males? o ya de plano no nos queda otra más que reírnos de nuestras tragedias cotidianas.

Pero sí. La sociedad se pone de malas. Cada día de a poco a poco.

Sube la gasolina día a día.

Sube el jitomate.

Sube la cebolla.

Sube la fruta.

Sube el gas doméstico.

Y mientras en la vida cotidiana las familias, sufren, se limitan cada día.

Y todos hacen un esfuerzo enorme para salir adelante. Trabajan el padre y la madre y los hijos mayores contribuyen al mantenimiento, si es que trabajan.

Y los jóvenes viven angustiados.

Y los quieren llamar ninis (ni estudian ni trabajan) en forma despectiva, pero lo son no por voluntad de ellos: los hemos hecho entre todos. Son producto de una sociedad que es profundamente injusta y desigual. Y ahora se burlan de ellos.

Nadie es desempleado por gusto.

Nadie está contento por no tener con que vivir. Sólo que saben que la vida se les va, que no tienen futuro y por eso quieren vivir su presente y se van a engrosar al crimen organizado...total un ratito para vivir que sufrir toda la vida como sus padres, sus hermanos, sus tíos, sus abuelos.

Y en otros lados, los hijos ya no se casan porque “quien va a mantener si tienen hijos”, quieren tener familia pero les da miedo el futuro.

Y se comparan con los mireyes los hijos de los poderosos, de los dueños de este país, del poder y del dinero….y la comparación genera esa violencia que vivimos: una parte de la sociedad que tiene de más y otra que tiene poco o nada.

A los ninis lo que se les ha robado son las ilusiones.

Y mientras sube el precio del maíz y el huevo. Suben las tortas, las comidas corridas y el pasaje.

Suben las rentas. Sube el agua embotellada.

Y eso sí pega en la vida cotidiana. Y los trabajos son cada vez más mal pagados y de menor calidad.

Suben las medicinas y los honorarios de los doctores.

Mientras sube el precio de las tortillas hay más de 20 millones de niños, niñas y adolescentes en la pobreza y 5 millones en pobreza extrema y una desnutrición crónica del más del 20 por ciento de la población.

Y como paradoja, somos el país con el primer lugar en obesidad infantil que es también símbolo de desnutrición.

Y mientras las cosas suben…hasta la comida chatarra y las papitas y las cocas que llenan las panzas de los que menos tienen….sólo para llenarlas, no para nutrirse.

Por eso el humor….el mal humor, se entiende y se manifiesta en la vida cotidiana. En el día a día. En la relación con el jefe, en la relación con la esposa, en la relación de pareja.

Cada día le abonan de a poquito al humor de la sociedad.

Estos tiempos han sido de fragmentación social porque la vida cotidiana que no está ni en los discursos ni en las estadísticas es cada vez más dura y sobre todo sin esperanza.

Se obliga a vivir día a día y ante todo decir que hay un poco de felicidad.

Y mientras todo sigue subiendo.

Sobre todo la inconformidad de manera silenciosa.

La gente está de mal humor, dicen algunos.

Otros, que hay descontento. Otros, que está resignada.

Pero los estudios dicen que los mexicanos estamos entre las sociedades más felices en el mundo.

¿No es eso una contradicción? o ¿ya estamos acostumbrados a nuestros males? o ya de plano no nos queda otra más que reírnos de nuestras tragedias cotidianas.

Pero sí. La sociedad se pone de malas. Cada día de a poco a poco.

Sube la gasolina día a día.

Sube el jitomate.

Sube la cebolla.

Sube la fruta.

Sube el gas doméstico.

Y mientras en la vida cotidiana las familias, sufren, se limitan cada día.

Y todos hacen un esfuerzo enorme para salir adelante. Trabajan el padre y la madre y los hijos mayores contribuyen al mantenimiento, si es que trabajan.

Y los jóvenes viven angustiados.

Y los quieren llamar ninis (ni estudian ni trabajan) en forma despectiva, pero lo son no por voluntad de ellos: los hemos hecho entre todos. Son producto de una sociedad que es profundamente injusta y desigual. Y ahora se burlan de ellos.

Nadie es desempleado por gusto.

Nadie está contento por no tener con que vivir. Sólo que saben que la vida se les va, que no tienen futuro y por eso quieren vivir su presente y se van a engrosar al crimen organizado...total un ratito para vivir que sufrir toda la vida como sus padres, sus hermanos, sus tíos, sus abuelos.

Y en otros lados, los hijos ya no se casan porque “quien va a mantener si tienen hijos”, quieren tener familia pero les da miedo el futuro.

Y se comparan con los mireyes los hijos de los poderosos, de los dueños de este país, del poder y del dinero….y la comparación genera esa violencia que vivimos: una parte de la sociedad que tiene de más y otra que tiene poco o nada.

A los ninis lo que se les ha robado son las ilusiones.

Y mientras sube el precio del maíz y el huevo. Suben las tortas, las comidas corridas y el pasaje.

Suben las rentas. Sube el agua embotellada.

Y eso sí pega en la vida cotidiana. Y los trabajos son cada vez más mal pagados y de menor calidad.

Suben las medicinas y los honorarios de los doctores.

Mientras sube el precio de las tortillas hay más de 20 millones de niños, niñas y adolescentes en la pobreza y 5 millones en pobreza extrema y una desnutrición crónica del más del 20 por ciento de la población.

Y como paradoja, somos el país con el primer lugar en obesidad infantil que es también símbolo de desnutrición.

Y mientras las cosas suben…hasta la comida chatarra y las papitas y las cocas que llenan las panzas de los que menos tienen….sólo para llenarlas, no para nutrirse.

Por eso el humor….el mal humor, se entiende y se manifiesta en la vida cotidiana. En el día a día. En la relación con el jefe, en la relación con la esposa, en la relación de pareja.

Cada día le abonan de a poquito al humor de la sociedad.

Estos tiempos han sido de fragmentación social porque la vida cotidiana que no está ni en los discursos ni en las estadísticas es cada vez más dura y sobre todo sin esperanza.

Se obliga a vivir día a día y ante todo decir que hay un poco de felicidad.

Y mientras todo sigue subiendo.

Sobre todo la inconformidad de manera silenciosa.