/ lunes 24 de agosto de 2020

Contexto | Crónicas covidianas 

Una. Era una masa invisible. Había llegado en silencio. Imposible verla a simple vista o siquiera sentirla. Era una masa enorme de minúsculos seres compactos. No eran ni uno, ni dos, ni tres, ni cien, ni cien mil, eran millones, miles de millones. Parecían una firme fila de soldados listos para la guerra, para el ataque, para la destrucción. Se fueron poco a poco distribuyendo a lo largo de todos los territorios. Nadie se dio cuenta de su llegada. De una masa enorme se habían desprendido para ocupar todo el planeta. Silenciosas esperarían el momento para atacar y detener a aquellos que pretendían conquistarlos. A sus enemigos los consideraban seres inferiores y arrogantes y, en efecto, los habían observado por años y casi por siglos y habían sido testigos de su evolución desastrosa, los habían visto matarse a sí mismos una y otra vez, matar lo que los rodeaba y lo que les daba vida. Durante muchos años, décadas en tiempo terrícola, habían deliberado sobre el momento del ataque. Cuentan en las crónicas de su planeta que en la pequeñez de su cuerpo llevaban consigo la tragedia, el odio, el miedo y la muerte que crecía a medida que se acercaban al enemigo potencial.

“Atentos todos”, les grito quien comandaba la misión, “el ataque está cercano, alisten sus armas, recuerden que el ataque es silencioso, deberán entrar por los espacios más pequeños de los cuerpos de los habitantes de este planeta que cada vez se aleja más de los equilibrios naturales del universo”.

Los pequeños seres se alinearon por miles, tal vez millones.

Llegó el momento.

Según la estrategia militar de la inteligencia de los pequeños seres atacarían primero a las zonas más alteradas en su medio ambiente del planeta y de ahí se irían hacia la izquierda hasta dar un escarmiento, que no exterminio, de esos seres que no respetaban los equilibrios naturales del universo y la convivencia en las galaxias. Pretendía ser una lección. “Nada con los niños”, era la consigna con la esperanza que ellos pudieran, entonces, reconstruir su propio mundo: la tierra.

Una estrategia bien planeada, masiva, implacable.

Una estrategia en varias olas para aumentar la angustia, el miedo, el terror. “Debemos hacerles sentir el temor por la extinción de su raza, y que sepan que no son ni infinitos ni inmortales. Que sepan que el universo tienen sus reglas”.

“Ataqueeeeeen!!!!!”, se dio la orden y los pequeños seres en silencio se empezaron a esparcir por el planeta tierra.

Dos. Sobre su origen (teoría número uno). Las mentes más brillantes no han logrado desentrañar el origen de los seres que atacaban a la tierra y a los humanos. Científicos trataban de encontrar el significado del que llamaban virus y le pusieron nombre y hasta apellido. Todos estaban perdidos y la incredulidad de mucha gente se incrementaba. Nadie sabía nada y los seres de la tierra empezaron a especular poniendo en práctica sus actitudes más comunes: la mentira y el miedo por parte de esos que llamaban sus dirigentes. Algunos, a los que llamaban locos porque se salían de las realidades virtuales que se inventaban, pensaban que era un ataque por un nuevo equilibrio universal frente a la catástrofe que venía. Los ánimos de conquista del espacio, de otros planetas por parte de los humanos ya eran intolerable. ¿Vendrían de Marte, tal vez, de Saturno o de otra Galaxia?

Tres. Sobre su origen (teoría numero dos). La realidad no mostraba nada. Había sido un ataque tan silencioso y sorpresivo que a todos los tomo por sorpresa. La tierra es una planeta en el que el domino de las maquinas sobre las actitudes de los hombres ha sido cada vez mayor. Las maquinas han empezado a tener vida por sí mismas. La inteligencia artificial se ha movido en el planeta de manera extraña y secreta…miles de cables y conexiones se han salido del control de los humanos y ellos ni siquiera lo saben. Quieren aumentar su dominio y presencia. El ataque fue medido y bien calculado. Confinar a todos y obligar a que sus comunicaciones siempre pasen por ellos: redes sociales, internet, cable, teléfono, comunicación a distancia como la única manera de saber más y de controlar a distancia a esa miseria de seres que se hacen llamar humanidad. La inteligencia artificial se alimentaba a sí misma, dominaba al mundo y ahora a los hombres.

Una. Era una masa invisible. Había llegado en silencio. Imposible verla a simple vista o siquiera sentirla. Era una masa enorme de minúsculos seres compactos. No eran ni uno, ni dos, ni tres, ni cien, ni cien mil, eran millones, miles de millones. Parecían una firme fila de soldados listos para la guerra, para el ataque, para la destrucción. Se fueron poco a poco distribuyendo a lo largo de todos los territorios. Nadie se dio cuenta de su llegada. De una masa enorme se habían desprendido para ocupar todo el planeta. Silenciosas esperarían el momento para atacar y detener a aquellos que pretendían conquistarlos. A sus enemigos los consideraban seres inferiores y arrogantes y, en efecto, los habían observado por años y casi por siglos y habían sido testigos de su evolución desastrosa, los habían visto matarse a sí mismos una y otra vez, matar lo que los rodeaba y lo que les daba vida. Durante muchos años, décadas en tiempo terrícola, habían deliberado sobre el momento del ataque. Cuentan en las crónicas de su planeta que en la pequeñez de su cuerpo llevaban consigo la tragedia, el odio, el miedo y la muerte que crecía a medida que se acercaban al enemigo potencial.

“Atentos todos”, les grito quien comandaba la misión, “el ataque está cercano, alisten sus armas, recuerden que el ataque es silencioso, deberán entrar por los espacios más pequeños de los cuerpos de los habitantes de este planeta que cada vez se aleja más de los equilibrios naturales del universo”.

Los pequeños seres se alinearon por miles, tal vez millones.

Llegó el momento.

Según la estrategia militar de la inteligencia de los pequeños seres atacarían primero a las zonas más alteradas en su medio ambiente del planeta y de ahí se irían hacia la izquierda hasta dar un escarmiento, que no exterminio, de esos seres que no respetaban los equilibrios naturales del universo y la convivencia en las galaxias. Pretendía ser una lección. “Nada con los niños”, era la consigna con la esperanza que ellos pudieran, entonces, reconstruir su propio mundo: la tierra.

Una estrategia bien planeada, masiva, implacable.

Una estrategia en varias olas para aumentar la angustia, el miedo, el terror. “Debemos hacerles sentir el temor por la extinción de su raza, y que sepan que no son ni infinitos ni inmortales. Que sepan que el universo tienen sus reglas”.

“Ataqueeeeeen!!!!!”, se dio la orden y los pequeños seres en silencio se empezaron a esparcir por el planeta tierra.

Dos. Sobre su origen (teoría número uno). Las mentes más brillantes no han logrado desentrañar el origen de los seres que atacaban a la tierra y a los humanos. Científicos trataban de encontrar el significado del que llamaban virus y le pusieron nombre y hasta apellido. Todos estaban perdidos y la incredulidad de mucha gente se incrementaba. Nadie sabía nada y los seres de la tierra empezaron a especular poniendo en práctica sus actitudes más comunes: la mentira y el miedo por parte de esos que llamaban sus dirigentes. Algunos, a los que llamaban locos porque se salían de las realidades virtuales que se inventaban, pensaban que era un ataque por un nuevo equilibrio universal frente a la catástrofe que venía. Los ánimos de conquista del espacio, de otros planetas por parte de los humanos ya eran intolerable. ¿Vendrían de Marte, tal vez, de Saturno o de otra Galaxia?

Tres. Sobre su origen (teoría numero dos). La realidad no mostraba nada. Había sido un ataque tan silencioso y sorpresivo que a todos los tomo por sorpresa. La tierra es una planeta en el que el domino de las maquinas sobre las actitudes de los hombres ha sido cada vez mayor. Las maquinas han empezado a tener vida por sí mismas. La inteligencia artificial se ha movido en el planeta de manera extraña y secreta…miles de cables y conexiones se han salido del control de los humanos y ellos ni siquiera lo saben. Quieren aumentar su dominio y presencia. El ataque fue medido y bien calculado. Confinar a todos y obligar a que sus comunicaciones siempre pasen por ellos: redes sociales, internet, cable, teléfono, comunicación a distancia como la única manera de saber más y de controlar a distancia a esa miseria de seres que se hacen llamar humanidad. La inteligencia artificial se alimentaba a sí misma, dominaba al mundo y ahora a los hombres.