/ lunes 13 de abril de 2020

Contexto | Diario de un confinado


Hoy todo es a la distancia y todo parece cada vez más lejano que nunca: el último beso, el último abrazo, el último te amo o te extraño, el último mirarse a los ojos con la idea de volver en un día, en un tiempo, pero siempre volver para empezar, para tomar camino, para volver andar tomados de la mano del hijo, del amigo, del amante, de la amada.

Nunca te imaginaste que podría ser la última vez de muchas cosas, sobre todo en el amor, en la amistad, en la compañía de otros y de la naturaleza también.

¿Será así porque estás solo? o ¿solo porque el presente ha dejado de existir? Parece que no hay futuro posible. No sabes hasta cuándo y si llegarás o alguien vendrá. Pero mantienes la esperanza del otro día, del de mañana.

Ahora solo se vive de pequeños instantes, y piensas.

De pronto, y sin saber porque, uno se queda solo con su cuerpo y las cosas que te rodean, las mismas que siempre habían estado contigo y que ahora cada día quieres volver a descubrir. Pero te fastidian, haces todo por pasar el tiempo: ves la televisión, tomas cursos, haces gimnasia, limpias una y mil veces los mismos espacios, te llaman y llamas solo para tener las mismas conversaciones del día de ayer, de antier, las mismas desde hace ya semanas.

Lo más sorprendente del encierro, cuenta Christine desde lejos, es la perdida de la noción del tiempo, de las horas y de los días…es como estar en un estado de ingravidez, dice,…solos, así como en el espacio en donde ya ni las lágrimas pueden salir.

Ella observa el árbol de manzanas que florece. El tiempo parece bueno, hace sol y quiere dejar, desde su terraza, el encierro.

Te disciplinas.

No sales, stay safe, stay at home, quédate en casa, restez a la maison, stiamo a casa lees todos los días en todos los diarios y lo crees. Ya casi no te imaginas como es el mundo de afuera, como son los otros, ¿de verdad están todos confinados, guardados? Miras el telediario y entiendes ya casi nada. Solo te quedan dudas de algo que es un poco surreal: el reporte de las muertes, de los contagiados, de los posibles casos, de cómo va el mundo, del desastre del desabasto, de la carestía, de los millones de incrédulos que dicen que no pasa nada, de la búsqueda de la vacuna que no llega, de las declaraciones de los políticas un día sí y otro también pasar a la historia como los pregoneros del miedo y de la esperanza.

Mientras el tiempo transcurre y se va cada día.

Otro día te despiertas y te quieres imaginar que estás ahí, con ella, en la terraza, viendo cómo se abre la flor del árbol de manzana o de chirimoya solo esperando a que el sol llegue, el otro día o el del reencuentro.

Te sientas, te imaginas su mano en la tuya.

Sonríes y esperas.

Correo: contextotoluca@gmail.com


Hoy todo es a la distancia y todo parece cada vez más lejano que nunca: el último beso, el último abrazo, el último te amo o te extraño, el último mirarse a los ojos con la idea de volver en un día, en un tiempo, pero siempre volver para empezar, para tomar camino, para volver andar tomados de la mano del hijo, del amigo, del amante, de la amada.

Nunca te imaginaste que podría ser la última vez de muchas cosas, sobre todo en el amor, en la amistad, en la compañía de otros y de la naturaleza también.

¿Será así porque estás solo? o ¿solo porque el presente ha dejado de existir? Parece que no hay futuro posible. No sabes hasta cuándo y si llegarás o alguien vendrá. Pero mantienes la esperanza del otro día, del de mañana.

Ahora solo se vive de pequeños instantes, y piensas.

De pronto, y sin saber porque, uno se queda solo con su cuerpo y las cosas que te rodean, las mismas que siempre habían estado contigo y que ahora cada día quieres volver a descubrir. Pero te fastidian, haces todo por pasar el tiempo: ves la televisión, tomas cursos, haces gimnasia, limpias una y mil veces los mismos espacios, te llaman y llamas solo para tener las mismas conversaciones del día de ayer, de antier, las mismas desde hace ya semanas.

Lo más sorprendente del encierro, cuenta Christine desde lejos, es la perdida de la noción del tiempo, de las horas y de los días…es como estar en un estado de ingravidez, dice,…solos, así como en el espacio en donde ya ni las lágrimas pueden salir.

Ella observa el árbol de manzanas que florece. El tiempo parece bueno, hace sol y quiere dejar, desde su terraza, el encierro.

Te disciplinas.

No sales, stay safe, stay at home, quédate en casa, restez a la maison, stiamo a casa lees todos los días en todos los diarios y lo crees. Ya casi no te imaginas como es el mundo de afuera, como son los otros, ¿de verdad están todos confinados, guardados? Miras el telediario y entiendes ya casi nada. Solo te quedan dudas de algo que es un poco surreal: el reporte de las muertes, de los contagiados, de los posibles casos, de cómo va el mundo, del desastre del desabasto, de la carestía, de los millones de incrédulos que dicen que no pasa nada, de la búsqueda de la vacuna que no llega, de las declaraciones de los políticas un día sí y otro también pasar a la historia como los pregoneros del miedo y de la esperanza.

Mientras el tiempo transcurre y se va cada día.

Otro día te despiertas y te quieres imaginar que estás ahí, con ella, en la terraza, viendo cómo se abre la flor del árbol de manzana o de chirimoya solo esperando a que el sol llegue, el otro día o el del reencuentro.

Te sientas, te imaginas su mano en la tuya.

Sonríes y esperas.

Correo: contextotoluca@gmail.com