/ lunes 22 de marzo de 2021

Contexto | Discapacitados, ni quien los pele

A Ivonne, quien ha desvelado este mundo para mí

Sucedió en una esquina del centro de Toluca: mientras un invidente trata de cruzar la calle sin otra ayuda que la de su bastón, el chofer de un camión, que como cualquiera nunca respetan nada, le grita: “Ándale ciego ¡apúrate!”…esa es la vida de los discapacitados en este país.

En México, según el censo de población 2020, cerca de 21 millones de personas, casi el 17 por ciento de la población total, tienen limitaciones o discapacidad para llevar una vida como cualquiera.

Las mujeres con el 53% son las afectadas mientras los hombres lo son con el 47%.

De los 21 millones, más de 7 millones de personas tienen alguna discapacidad, es decir, personas que tienen uno o más de síntomas o dificultad caminar, subir o bajar, ver, oír, hablar o comunicarse, recordar o concentrarse o dificultad para bañarse, vestirse o comer.

Solo los discapacitados es una población equivalente a las de Puebla, la de Guanajuato o Nuevo León y no muy lejana al número de habitantes de Jalisco o Veracruz.

El censo también revela que las personas que tienen alguna limitación suman más de 13 millones.

Cifras impresionantes y a pesar de ello, el mundo de los discapacitados es un mundo invisible para el gobierno, para las instituciones y para la población.

Todos hemos sido indiferentes y los hemos dejado en el olvido y el abandono.

No tenemos idea de su sufrimiento.

Las ciudades no los contemplan y tal parece que se les ha condenado a vivir aislados.

No hay políticas públicas para apoyar su desarrollo ni la sensibilidad para integrarlos plenamente a la vida social y productiva. No lo hace ni el gobierno, ni las instituciones, ni la sociedad en su conjunto.

Las acciones solo son parte de una fachada engañosa de aparentar “hacer algo”, por ejemplo, poniendo algunas rampas o destinar lugares para los discapacitados en los estacionamientos…nada de eso ha servido: las rampas, al menos en el Valle de Toluca, son intransitables, las banquetas están diseñadas de tal forma que es imposible para alguien con muletas o sillas de ruedas poder transitar, y en cuanto a la señalización de lugares especiales para estacionarse no son respetados en prácticamente todos los lugares. Ya no se diga apoyar a los ciegos o personas cuya discapacidad es más grave.

Es un sector de la sociedad, que por sus características, tienen dificultad para organizarse y poder exigir sus derechos como cualquier ciudadano, entre ellos el de una vida plena.

Ellos no necesitan de la compasión ni de dadivas sino simplemente el crearles las condiciones para su desarrollo. La pandemia demostró, por ejemplo, que el trabajo desde casa es posible para aprovechar el talento de los discapacitados en actividades productivas y altamente rentables. En ese sentido las autoridades del trabajo podrían establecer estímulos a las empresas que apoyen la incorporación al aparato productivo de los discapacitados y a nivel municipal facilitar su movilidad, exigiendo condiciones especiales al transporte público.

Pero solo en ocasiones los discapacitados forman parte del discurso público, solo cuando su imagen es aprovechada para conseguir votos, situación que indigna y duele.

Este olvido es mayor en estos días.

En los planes de vacunación en México las personas con discapacidad parecen no existir, cuando en algunos países europeos o Estados Unidos son considerados como personas vulnerables y tienen derecho a ser vacunados en cualquier momento contra el Covid pues sus probabilidades de morir por esta enfermedad son tres veces mayores a las de cualquier persona.

Tengo la fortuna de convivir con una persona que sufre una discapacidad y he sido testigo de su lucha por un mundo más incluyente y noble pero también de la violencia social hacia ellos: violencia que va desde sus lugares de trabajo ejercida por sus superiores jerárquicos o colegas, en los servicios médicos o incluso en el uso del lenguaje y también en las calles por la falta de accesibilidad y movilidad en lugares públicos.

Son los discapacitados, a pesar de su número, otro de los grupos marginados de México como lo son los indígenas.

La sociedad se debe movilizar para darles voz.

Es una responsabilidad de todos.

Correo: contextotoluca@gmail.com

A Ivonne, quien ha desvelado este mundo para mí

Sucedió en una esquina del centro de Toluca: mientras un invidente trata de cruzar la calle sin otra ayuda que la de su bastón, el chofer de un camión, que como cualquiera nunca respetan nada, le grita: “Ándale ciego ¡apúrate!”…esa es la vida de los discapacitados en este país.

En México, según el censo de población 2020, cerca de 21 millones de personas, casi el 17 por ciento de la población total, tienen limitaciones o discapacidad para llevar una vida como cualquiera.

Las mujeres con el 53% son las afectadas mientras los hombres lo son con el 47%.

De los 21 millones, más de 7 millones de personas tienen alguna discapacidad, es decir, personas que tienen uno o más de síntomas o dificultad caminar, subir o bajar, ver, oír, hablar o comunicarse, recordar o concentrarse o dificultad para bañarse, vestirse o comer.

Solo los discapacitados es una población equivalente a las de Puebla, la de Guanajuato o Nuevo León y no muy lejana al número de habitantes de Jalisco o Veracruz.

El censo también revela que las personas que tienen alguna limitación suman más de 13 millones.

Cifras impresionantes y a pesar de ello, el mundo de los discapacitados es un mundo invisible para el gobierno, para las instituciones y para la población.

Todos hemos sido indiferentes y los hemos dejado en el olvido y el abandono.

No tenemos idea de su sufrimiento.

Las ciudades no los contemplan y tal parece que se les ha condenado a vivir aislados.

No hay políticas públicas para apoyar su desarrollo ni la sensibilidad para integrarlos plenamente a la vida social y productiva. No lo hace ni el gobierno, ni las instituciones, ni la sociedad en su conjunto.

Las acciones solo son parte de una fachada engañosa de aparentar “hacer algo”, por ejemplo, poniendo algunas rampas o destinar lugares para los discapacitados en los estacionamientos…nada de eso ha servido: las rampas, al menos en el Valle de Toluca, son intransitables, las banquetas están diseñadas de tal forma que es imposible para alguien con muletas o sillas de ruedas poder transitar, y en cuanto a la señalización de lugares especiales para estacionarse no son respetados en prácticamente todos los lugares. Ya no se diga apoyar a los ciegos o personas cuya discapacidad es más grave.

Es un sector de la sociedad, que por sus características, tienen dificultad para organizarse y poder exigir sus derechos como cualquier ciudadano, entre ellos el de una vida plena.

Ellos no necesitan de la compasión ni de dadivas sino simplemente el crearles las condiciones para su desarrollo. La pandemia demostró, por ejemplo, que el trabajo desde casa es posible para aprovechar el talento de los discapacitados en actividades productivas y altamente rentables. En ese sentido las autoridades del trabajo podrían establecer estímulos a las empresas que apoyen la incorporación al aparato productivo de los discapacitados y a nivel municipal facilitar su movilidad, exigiendo condiciones especiales al transporte público.

Pero solo en ocasiones los discapacitados forman parte del discurso público, solo cuando su imagen es aprovechada para conseguir votos, situación que indigna y duele.

Este olvido es mayor en estos días.

En los planes de vacunación en México las personas con discapacidad parecen no existir, cuando en algunos países europeos o Estados Unidos son considerados como personas vulnerables y tienen derecho a ser vacunados en cualquier momento contra el Covid pues sus probabilidades de morir por esta enfermedad son tres veces mayores a las de cualquier persona.

Tengo la fortuna de convivir con una persona que sufre una discapacidad y he sido testigo de su lucha por un mundo más incluyente y noble pero también de la violencia social hacia ellos: violencia que va desde sus lugares de trabajo ejercida por sus superiores jerárquicos o colegas, en los servicios médicos o incluso en el uso del lenguaje y también en las calles por la falta de accesibilidad y movilidad en lugares públicos.

Son los discapacitados, a pesar de su número, otro de los grupos marginados de México como lo son los indígenas.

La sociedad se debe movilizar para darles voz.

Es una responsabilidad de todos.

Correo: contextotoluca@gmail.com