/ lunes 15 de marzo de 2021

Contexto | El derecho de pernada en la política mexicana

Nota previa: “El derecho de pernada se refiere…a prácticas históricas de abuso y servidumbre sexual, ejercidas por una autoridad (hacendado, administrador de hacienda, jefe político o empleador) en contra de mujeres en condición de dependencia u obediencia (indígenas, campesinas, trabajadoras, inquilinas y otras). Estas prácticas, sin ser legales, fueron impuestas como derechos informales de los patrones por lo que comúnmente se realizaban ante la pasividad de la…comunidad” (Wikipedia)

La historia.

El reyezuelo estaba sentado cómodamente en su trono desde donde observaba a la comunidad sumisa que había ido creando con el tiempo. Unos lo adoraban por su pegue popular, otros le temían por el poder acumulado y sus amenazas diarias y otros, los más, por todo lo que les entregaba como dadivas. Como si fuera el jefe de una vieja tribu había logrado que, poco a poco, todos sus súbditos (que habían dejado de ser ciudadanos) iban cediendo su carácter y los destinos de sus vidas a la voluntad suprema y a la voz del soberano y su corte.

Cada día desde su balcón lanzaba arengas contra seres imaginarios o situaciones que solo existían en su mente pero que con su reproducción en los medios de comunicación le daban un aire de realidad. Desde ahí ejercía y distribuía el poder.

Pues resulta, que un día, en uno de los condados más bellos de sus dominios, pues estaba formado por mares, montañas y bosques, le llegaron quejas que uno de los miembros más distinguidos de su corte y que pretendía ser nombrado para gobernar esas tierras tenía acusaciones de haber violado o acosado a varias mujeres desde hacía años. Su reacción fue inmediata.

“Quien se atreve a acusar al Toro, porque así le decían por su corpulencia y la forma bruta de su trato, quien es un hombre bueno y ejemplar, es muy popular entre la gente y según mis informantes la gente lo quiere y hasta lo adora. Esa es una infamia. Él es una de mis mejores aliados. No, no puede ser, ¡Detengan de inmediato esos rumores infundados!”, gritaba desde su cómodo sillón.

“Pero señor, le susurraba un miembro de la corte, hay varias mujeres que lo han denunciado y lo han hecho públicamente a pesar de lo difícil que es en el reino denunciar como mujer. Ya sabe, la que denuncia o habla de estas cosas nunca más será aceptada por un hombre y su vida en la comunidad se hará imposible pues todos la verán como manchada y poco digna...además son varias si fuera una pues uno podría pensar que era de mala fe...si usted reconsiderará su nombramiento…”

“¿Cómo?, le replicó el reyezuelo, no te das cuenta que lo que quieren nuestros enemigos es debilitarnos...el Toro, apodado el Félix, es uno de los miembros más distinguidos de la corte ninguno mejor que el para controlar a los barbaros de esa región...te acuerdas de los Figueroa ¿verdad?, el Toro es como ellos pero solo que es miembro de mi corte”.

El Toro mientras tanto guardaba silencio. Estaba el rey para defenderlo. Él sabía que sobre las mujeres tenía sus derechos y más si estaban cerca de su círculo. Sus influencias en las cortes locales le garantizaban cierta impunidad.

Sin embargo muchas voces de mujeres se alzaban a su alrededor. Y queriendo silenciarlas el rey dispuso que se consultara a la corte local, con miembros todos designados por él, para preguntarles quien era el mejor prospecto. El Toro volvió a resultar electo.

“Ya ven, dijo el reyezuelo, la voz popular ha vuelto a hablar. ¡Vamos Toro”, grito entusiasmado.

Y para evitar problemas a futuro emitió una ordenanza en la que reconocía que en esa región el gobernante en turno, es decir, aquel a quien apodaban Felix, tendría derecho de pernada sobre todas las mujeres de esa comunidad.

“Así legalizamos todo y no habrá más problemas”, dijo el reyezuelo, y se dispuso a hacer su siesta.

Correo. contextotoluca@gmail.com

Nota previa: “El derecho de pernada se refiere…a prácticas históricas de abuso y servidumbre sexual, ejercidas por una autoridad (hacendado, administrador de hacienda, jefe político o empleador) en contra de mujeres en condición de dependencia u obediencia (indígenas, campesinas, trabajadoras, inquilinas y otras). Estas prácticas, sin ser legales, fueron impuestas como derechos informales de los patrones por lo que comúnmente se realizaban ante la pasividad de la…comunidad” (Wikipedia)

La historia.

El reyezuelo estaba sentado cómodamente en su trono desde donde observaba a la comunidad sumisa que había ido creando con el tiempo. Unos lo adoraban por su pegue popular, otros le temían por el poder acumulado y sus amenazas diarias y otros, los más, por todo lo que les entregaba como dadivas. Como si fuera el jefe de una vieja tribu había logrado que, poco a poco, todos sus súbditos (que habían dejado de ser ciudadanos) iban cediendo su carácter y los destinos de sus vidas a la voluntad suprema y a la voz del soberano y su corte.

Cada día desde su balcón lanzaba arengas contra seres imaginarios o situaciones que solo existían en su mente pero que con su reproducción en los medios de comunicación le daban un aire de realidad. Desde ahí ejercía y distribuía el poder.

Pues resulta, que un día, en uno de los condados más bellos de sus dominios, pues estaba formado por mares, montañas y bosques, le llegaron quejas que uno de los miembros más distinguidos de su corte y que pretendía ser nombrado para gobernar esas tierras tenía acusaciones de haber violado o acosado a varias mujeres desde hacía años. Su reacción fue inmediata.

“Quien se atreve a acusar al Toro, porque así le decían por su corpulencia y la forma bruta de su trato, quien es un hombre bueno y ejemplar, es muy popular entre la gente y según mis informantes la gente lo quiere y hasta lo adora. Esa es una infamia. Él es una de mis mejores aliados. No, no puede ser, ¡Detengan de inmediato esos rumores infundados!”, gritaba desde su cómodo sillón.

“Pero señor, le susurraba un miembro de la corte, hay varias mujeres que lo han denunciado y lo han hecho públicamente a pesar de lo difícil que es en el reino denunciar como mujer. Ya sabe, la que denuncia o habla de estas cosas nunca más será aceptada por un hombre y su vida en la comunidad se hará imposible pues todos la verán como manchada y poco digna...además son varias si fuera una pues uno podría pensar que era de mala fe...si usted reconsiderará su nombramiento…”

“¿Cómo?, le replicó el reyezuelo, no te das cuenta que lo que quieren nuestros enemigos es debilitarnos...el Toro, apodado el Félix, es uno de los miembros más distinguidos de la corte ninguno mejor que el para controlar a los barbaros de esa región...te acuerdas de los Figueroa ¿verdad?, el Toro es como ellos pero solo que es miembro de mi corte”.

El Toro mientras tanto guardaba silencio. Estaba el rey para defenderlo. Él sabía que sobre las mujeres tenía sus derechos y más si estaban cerca de su círculo. Sus influencias en las cortes locales le garantizaban cierta impunidad.

Sin embargo muchas voces de mujeres se alzaban a su alrededor. Y queriendo silenciarlas el rey dispuso que se consultara a la corte local, con miembros todos designados por él, para preguntarles quien era el mejor prospecto. El Toro volvió a resultar electo.

“Ya ven, dijo el reyezuelo, la voz popular ha vuelto a hablar. ¡Vamos Toro”, grito entusiasmado.

Y para evitar problemas a futuro emitió una ordenanza en la que reconocía que en esa región el gobernante en turno, es decir, aquel a quien apodaban Felix, tendría derecho de pernada sobre todas las mujeres de esa comunidad.

“Así legalizamos todo y no habrá más problemas”, dijo el reyezuelo, y se dispuso a hacer su siesta.

Correo. contextotoluca@gmail.com