/ lunes 2 de agosto de 2021

Contexto |  En las clases tronará, lloverá y relampagueará

Lulú trabaja en una escuela de la ciudad de Toluca. Era, hasta antes de la pandemia, la encargada de la limpieza y aunque su sueldo era poco, le preocupaba la salud de los niños y de su bolsa les compraba desde papel higiénico hasta cloro para limpiar los baños, pero con lo del confinamiento a todas las escuelas se les obligó a cerrar. Desde marzo de 2020 se le prohibió volver y ella, como responsable que era, le dolió haber dejado a las escuelas sin el más mínimo mantenimiento. En esos días el haber descuidado todo le había parecido una irresponsabilidad por parte de las autoridades del gobierno…y además de la escuela extrañaba los ruidos y las risas de los niños que le acompañaban todos los días, al menos desde hacía como casi treinta años.

Volvió hace algunos días para limpiar las escuelas con vista al regreso a clases. La escuela y sus aulas estaban en estado deplorable, los baños sucios, el patio lleno de hierbas, los salones polvosos pero ella con entusiasmo empezó a limpiar pero no había ni agua, ni cloro, ni jabón ni nada y la directora les dijo que era su responsabilidad traer todo eso…así que a Lulú y sus compañeras no les quedo otra opción que comprar lo necesario por temor, entonces a perder su empleo.

En efecto, el cierre de las escuelas y del todo el sistema educativo ha tenido costos sociales muy importantes. Por una parte, según estudios, el nivel educativo ha bajado, la deserción escolar aumentó y los planteles educativos han sufrido mucho deterioro sea por abandono o falta de mantenimiento de las escuelas o por vandalismo o robo.

Por otro el efecto emocional y económico en las familias fue negativo. Por un lado el estar en casa cambio las acostumbradas relaciones en la familia: las relaciones entre parejas y las de estas con los hijos se hicieron más intensas pues antes se daban entre los tiempos posibles entre el trabajo, el estudio y las tareas de la casa. Todo ello derivo en un incremento en la violencia intrafamiliar; a las madres no se les dio otra opción que asumir el papel de profesoras por recomendación de las propias autoridades educativas; muchas familias, que en México son millones, se vieron obligadas a adquirir computadoras para recibir las clases en línea o bien teléfonos inteligentes para que dos a más de los hijos tomaran sus clases, algo a juicio de especialistas poco recomendable, con lo que se afectó el ingreso de las familias principalmente en las zonas rurales. En algunos casos funcionó, en otros, la gran mayoría, no.

La gestión de la educación durante la pandemia también fue, como toda la pandemia, una de las peores en el mundo. El gobierno, los gobiernos, nuevamente no supieron estar a la altura.

Y ahora de pronto tienen prisa por iniciar las clases y poco les importan las opiniones de los especialistas y de los temores y dudas de los padres de familia. Así lo han declarado públicamente.

A veces dan la impresión de que sus relaciones y problemas familiares los quieren hacer política pública y eso no es bueno para la gestión de los problemas públicos. Esa es una actitud propia de los regímenes autoritarios.

Si ya se decidió volver a clases presenciales, que sin duda es necesario, al menos que lo hagan bien.

Y dinero hay, por ejemplo, quitar un poquito del presupuesto del aeropuerto de Santa Lucia o de Dos bocas o el Tren Maya para destinarlo al mantenimiento de la infraestructura educativa y no pedirle a los planes de familia que cooperen sobre lo que fue una responsabilidad de gobierno por descuido.

Por otro lado tener criterios regionales para volver a clases. No es lo mismo volver a clases en zonas urbanas que rurales ni volver a una escuela pública que a una privada.

Adicionalmente se deben considerar el número de estudiantes por aula y a lo mejor sería dividir los grupos para hacerlos mas pequeños, que unos vayan los lunes y martes y otros miércoles y jueves y los viernes dedicarlos para actividades extra aula. Igualmente es importante considerar el transporte de los niños a las escuelas para evitar la transmisión de contagios y la estricta aplicación del protocolo sanitario desde las escuelas.

En fin, ideas hay muchas, pero la soberbia de quienes dirigen les impide escuchar a la gente y eso no es democrático.

Recursos hay. Lo que falta es voluntad para pensar diferente y hacer las cosas bien de otra suerte va llover, a tronar y relampaguear pero dentro de las aulas.



Correo: contextotoluca@gmail.com

Lulú trabaja en una escuela de la ciudad de Toluca. Era, hasta antes de la pandemia, la encargada de la limpieza y aunque su sueldo era poco, le preocupaba la salud de los niños y de su bolsa les compraba desde papel higiénico hasta cloro para limpiar los baños, pero con lo del confinamiento a todas las escuelas se les obligó a cerrar. Desde marzo de 2020 se le prohibió volver y ella, como responsable que era, le dolió haber dejado a las escuelas sin el más mínimo mantenimiento. En esos días el haber descuidado todo le había parecido una irresponsabilidad por parte de las autoridades del gobierno…y además de la escuela extrañaba los ruidos y las risas de los niños que le acompañaban todos los días, al menos desde hacía como casi treinta años.

Volvió hace algunos días para limpiar las escuelas con vista al regreso a clases. La escuela y sus aulas estaban en estado deplorable, los baños sucios, el patio lleno de hierbas, los salones polvosos pero ella con entusiasmo empezó a limpiar pero no había ni agua, ni cloro, ni jabón ni nada y la directora les dijo que era su responsabilidad traer todo eso…así que a Lulú y sus compañeras no les quedo otra opción que comprar lo necesario por temor, entonces a perder su empleo.

En efecto, el cierre de las escuelas y del todo el sistema educativo ha tenido costos sociales muy importantes. Por una parte, según estudios, el nivel educativo ha bajado, la deserción escolar aumentó y los planteles educativos han sufrido mucho deterioro sea por abandono o falta de mantenimiento de las escuelas o por vandalismo o robo.

Por otro el efecto emocional y económico en las familias fue negativo. Por un lado el estar en casa cambio las acostumbradas relaciones en la familia: las relaciones entre parejas y las de estas con los hijos se hicieron más intensas pues antes se daban entre los tiempos posibles entre el trabajo, el estudio y las tareas de la casa. Todo ello derivo en un incremento en la violencia intrafamiliar; a las madres no se les dio otra opción que asumir el papel de profesoras por recomendación de las propias autoridades educativas; muchas familias, que en México son millones, se vieron obligadas a adquirir computadoras para recibir las clases en línea o bien teléfonos inteligentes para que dos a más de los hijos tomaran sus clases, algo a juicio de especialistas poco recomendable, con lo que se afectó el ingreso de las familias principalmente en las zonas rurales. En algunos casos funcionó, en otros, la gran mayoría, no.

La gestión de la educación durante la pandemia también fue, como toda la pandemia, una de las peores en el mundo. El gobierno, los gobiernos, nuevamente no supieron estar a la altura.

Y ahora de pronto tienen prisa por iniciar las clases y poco les importan las opiniones de los especialistas y de los temores y dudas de los padres de familia. Así lo han declarado públicamente.

A veces dan la impresión de que sus relaciones y problemas familiares los quieren hacer política pública y eso no es bueno para la gestión de los problemas públicos. Esa es una actitud propia de los regímenes autoritarios.

Si ya se decidió volver a clases presenciales, que sin duda es necesario, al menos que lo hagan bien.

Y dinero hay, por ejemplo, quitar un poquito del presupuesto del aeropuerto de Santa Lucia o de Dos bocas o el Tren Maya para destinarlo al mantenimiento de la infraestructura educativa y no pedirle a los planes de familia que cooperen sobre lo que fue una responsabilidad de gobierno por descuido.

Por otro lado tener criterios regionales para volver a clases. No es lo mismo volver a clases en zonas urbanas que rurales ni volver a una escuela pública que a una privada.

Adicionalmente se deben considerar el número de estudiantes por aula y a lo mejor sería dividir los grupos para hacerlos mas pequeños, que unos vayan los lunes y martes y otros miércoles y jueves y los viernes dedicarlos para actividades extra aula. Igualmente es importante considerar el transporte de los niños a las escuelas para evitar la transmisión de contagios y la estricta aplicación del protocolo sanitario desde las escuelas.

En fin, ideas hay muchas, pero la soberbia de quienes dirigen les impide escuchar a la gente y eso no es democrático.

Recursos hay. Lo que falta es voluntad para pensar diferente y hacer las cosas bien de otra suerte va llover, a tronar y relampaguear pero dentro de las aulas.



Correo: contextotoluca@gmail.com