/ lunes 11 de noviembre de 2019

Contexto / Imposible guardar silencio otra vez


Imposible no decir ya nada, como debió hacer sido desde el principio en que nos dejaron a los primeros muertos y los olvidamos por callar, por voltear de lado, por decir que nunca nos pasaría nada… por guardar un silencio parecido a la estupidez, como dijera una vez Eduardo Galeano.

Imposible volvernos a volver ciegos, a dejar que nuestros muertos se hagan sólo estadísticas, a dejar a los gobiernos que nos conviertan en número, en tendencia, en percepción para con ello olvidar que somos gente, hombres y mujeres que decidimos habitar a nuestro país, a darle nuestra sangre, nuestra inteligencia, nuestras emociones o simplemente para vivir…o morir.

El sólo imaginar a un bebé calcinado, a una madre implorando por la vida, a unos niños huyendo para salvar a otros, a otra madre que no supo ni lo que pasó y mucho menos los niños y niñas que nada comprendían y que de pronto se encontraron en la puertas del infierno para que tal vez una mano piadosa los sacara para llevarlos al cielo.

Imposible contentarse con las explicaciones oficiales, con los minuto a minuto, con los datos técnicos, con los reportes de inteligencia, sí la hay, que nos tratan de explicar lo inexplicable, mientras la sangre aparece aquí y allá y nada parece detenerla.

El silencio estúpido sólo nos hace posibles víctimas del terror, del miedo, de la parálisis.

Y los muertos siguen y la sangre corre mientras las esferas del poder se culpan unas a otras, mientras los ciudadanos tenemos que evitar como mitigar el miedo y el terror porque lo sentimos en cada calle, en cada salida, en cada visita, en cada día ante la violencia que ya cubre casi toda nuestra vida cotidiana, nuestra conversación, nuestros sentimientos.

Pero como olvidar que en cada mesa y cada día el tema es el de la violencia y la sangre.

Y persignamos a nuestros hijos, les damos bendiciones, ponemos veladoras y les rezamos para que cada instante que salgan no se encuentren en el desierto que fue testigo de la muerte y del horror entre Sonora y Chihuahua, que pudieron ser dos estados, pero también dos calles o dos parques o dos imágenes que pueden nombrar a cada uno de nuestros pasos.

Imposible callar.

Imposible olvidar.

Imposible creer que la sangre se sustituye por el discurso, con el ya cálmense que algún día llegara el paraíso prometido con un camino manchado de sangre, de dolor, de tristeza.

Imposible olvidar que nos quieren robar las palabras, que nos quieren decir que los muertos de hoy serán el cultivo de la paz del mañana.

Imposible olvidar que al malo se le perdona y a los muertos se les ignora.

Imposible pensar que ya no podemos seguir en este silencio de tumba que poco a poco va sembrando el camino de nuestros pasos con la sangre de nuestros niños, de uno y otro bando, con la sangre de nuestras mujeres, con la sangre de nuestros hermanos.

Imposible quedarnos en el confort de no querer ver, de guardar silencio porque tal vez un día seamos nosotros mismos los que aportemos la sangre y entonces el silencio sí será total y para siempre.

Correo electrónico: contextotoluca@gmail.com


Imposible no decir ya nada, como debió hacer sido desde el principio en que nos dejaron a los primeros muertos y los olvidamos por callar, por voltear de lado, por decir que nunca nos pasaría nada… por guardar un silencio parecido a la estupidez, como dijera una vez Eduardo Galeano.

Imposible volvernos a volver ciegos, a dejar que nuestros muertos se hagan sólo estadísticas, a dejar a los gobiernos que nos conviertan en número, en tendencia, en percepción para con ello olvidar que somos gente, hombres y mujeres que decidimos habitar a nuestro país, a darle nuestra sangre, nuestra inteligencia, nuestras emociones o simplemente para vivir…o morir.

El sólo imaginar a un bebé calcinado, a una madre implorando por la vida, a unos niños huyendo para salvar a otros, a otra madre que no supo ni lo que pasó y mucho menos los niños y niñas que nada comprendían y que de pronto se encontraron en la puertas del infierno para que tal vez una mano piadosa los sacara para llevarlos al cielo.

Imposible contentarse con las explicaciones oficiales, con los minuto a minuto, con los datos técnicos, con los reportes de inteligencia, sí la hay, que nos tratan de explicar lo inexplicable, mientras la sangre aparece aquí y allá y nada parece detenerla.

El silencio estúpido sólo nos hace posibles víctimas del terror, del miedo, de la parálisis.

Y los muertos siguen y la sangre corre mientras las esferas del poder se culpan unas a otras, mientras los ciudadanos tenemos que evitar como mitigar el miedo y el terror porque lo sentimos en cada calle, en cada salida, en cada visita, en cada día ante la violencia que ya cubre casi toda nuestra vida cotidiana, nuestra conversación, nuestros sentimientos.

Pero como olvidar que en cada mesa y cada día el tema es el de la violencia y la sangre.

Y persignamos a nuestros hijos, les damos bendiciones, ponemos veladoras y les rezamos para que cada instante que salgan no se encuentren en el desierto que fue testigo de la muerte y del horror entre Sonora y Chihuahua, que pudieron ser dos estados, pero también dos calles o dos parques o dos imágenes que pueden nombrar a cada uno de nuestros pasos.

Imposible callar.

Imposible olvidar.

Imposible creer que la sangre se sustituye por el discurso, con el ya cálmense que algún día llegara el paraíso prometido con un camino manchado de sangre, de dolor, de tristeza.

Imposible olvidar que nos quieren robar las palabras, que nos quieren decir que los muertos de hoy serán el cultivo de la paz del mañana.

Imposible olvidar que al malo se le perdona y a los muertos se les ignora.

Imposible pensar que ya no podemos seguir en este silencio de tumba que poco a poco va sembrando el camino de nuestros pasos con la sangre de nuestros niños, de uno y otro bando, con la sangre de nuestras mujeres, con la sangre de nuestros hermanos.

Imposible quedarnos en el confort de no querer ver, de guardar silencio porque tal vez un día seamos nosotros mismos los que aportemos la sangre y entonces el silencio sí será total y para siempre.

Correo electrónico: contextotoluca@gmail.com