/ lunes 18 de octubre de 2021

Contexto | La niña de las colinas

Para Julita…

A la mayoría de las personas adultas les gusta ver a la naturaleza de arriba hacia abajo. Ven a las flores desde arriba, a los ríos también e incluso a los animales. También les gusta subir a las alturas, sea en avión, en caminata o en globo y ver a los valles y eso es bello porque todos los valles limpios lo son. Pero mirar la gran mayoría de las veces hacia abajo, parece ser una soberbia de los humanos. Las grandes personas normalmente lo hacen así, aunque de vez en vez vuelven sus ojos hacia arriba para ver a las estrellas pero cada vez menos pues las luces de las ciudades prácticamente las han borrado y en ocasiones confunden a una lampara con una estrella, sobre todo las noches en que hay neblina pero se ilusionan y eso esta un poco bien. También voltean cuando ver volar a un ave o a una mariposa, aunque eso es menos frecuente en las grandes ciudades. Así que las grandes personas ya casi no voltean hacia arriba y por eso sus espaldas se hacen cada vez mas curvas, dicen que son los signos de los tiempos, pero yo las veo como si fueran grandes seres cansados y fatigados…y no se si es porque su gusto por lo feo es cada vez mayor.

Pero solo he conocido a una niña que le gustaba ver a las flores a su nivel, se agachaba para tocar, y en ocasiones, platicar con una rosa, bueno hasta a los pequeños gusanos les gustaba verlos de cerca. No les tenía miedo a casi todos, bueno a algunas arañas sí y de vez en cuando porque se le escapaban y la ponían nerviosa. Pero a esa niña le gustaba mirar hacia arriba siempre para contemplar a las colinas y a las montañas y se podía pasar horas y horas contemplándolas.

Es mas ella les decía a sus padres que la llevaran a valles que estuvieran rodeados de montañas y se sentaba muy quietecita a contemplarlas por largas horas. Uno no alcanzaba a ver que veía, pero en su carita, de vez en vez, aparecía una sonrisa que le iluminaba la cara. Parecía como si hablara con los montes desde lo lejos y tenía una comunicación que las grandes personas no alcanzaban a comprender. Pero ella seguía así por horas y desde la distancia parecía saber si una montaña sufría o tenía un dolor o una pena y entonces su carita se ponía triste hasta que la montaña parecía consolarla. Una vez me contó sus aventuras porque las montañas también visitaban los sueños y ahí es en donde le abrían sus entrañas y le mostraban sus secretos: Ahí aprendió como se alimentaban, como se comunicaba las partes de frente, de atrás y de cada uno lados de la montaña, de cómo sufrían cada vez que los hombres las desbastaban, de como luchaban por protegerse y como sobrevivían al calor, al frio, al fuego…

La niña siempre erguida y derechita sabía de los grandes secretos que tenía la naturaleza y sobre todo las montañas y con ella todos los bosques, era tanto su apego que era sensible al dolor que tenía un árbol cuando le arrancaban la corteza o cuando amenazaban con cortarlo o al menos hacerle daño…y ella se dolía con ellos…pero era algo que no comprendían las grandes personas.

La niña nunca dejó de contemplar a las montañas, en sus sueños siempre entraba a mundos mágicos, a caminos secretos, a cuevas que repetían el mundo exterior con grandes valles y cascadas, podía ver como un árbol se comunicaba con otro desde sus raíces, como se alimentaban unos a otros, como los reptiles se volvían mansos lejos del violento mundo exterior y como había espacios de tranquilidad y remanso.

La niña poco a poco se hizo montaña por los grandes secretos que siempre guardaba. Ella se hizo entonces solo una visitante en el mundo de las grandes personas. Su vida, la vida estaba en otra parte.



Correo: contextotoluca@gmail.com


Para Julita…

A la mayoría de las personas adultas les gusta ver a la naturaleza de arriba hacia abajo. Ven a las flores desde arriba, a los ríos también e incluso a los animales. También les gusta subir a las alturas, sea en avión, en caminata o en globo y ver a los valles y eso es bello porque todos los valles limpios lo son. Pero mirar la gran mayoría de las veces hacia abajo, parece ser una soberbia de los humanos. Las grandes personas normalmente lo hacen así, aunque de vez en vez vuelven sus ojos hacia arriba para ver a las estrellas pero cada vez menos pues las luces de las ciudades prácticamente las han borrado y en ocasiones confunden a una lampara con una estrella, sobre todo las noches en que hay neblina pero se ilusionan y eso esta un poco bien. También voltean cuando ver volar a un ave o a una mariposa, aunque eso es menos frecuente en las grandes ciudades. Así que las grandes personas ya casi no voltean hacia arriba y por eso sus espaldas se hacen cada vez mas curvas, dicen que son los signos de los tiempos, pero yo las veo como si fueran grandes seres cansados y fatigados…y no se si es porque su gusto por lo feo es cada vez mayor.

Pero solo he conocido a una niña que le gustaba ver a las flores a su nivel, se agachaba para tocar, y en ocasiones, platicar con una rosa, bueno hasta a los pequeños gusanos les gustaba verlos de cerca. No les tenía miedo a casi todos, bueno a algunas arañas sí y de vez en cuando porque se le escapaban y la ponían nerviosa. Pero a esa niña le gustaba mirar hacia arriba siempre para contemplar a las colinas y a las montañas y se podía pasar horas y horas contemplándolas.

Es mas ella les decía a sus padres que la llevaran a valles que estuvieran rodeados de montañas y se sentaba muy quietecita a contemplarlas por largas horas. Uno no alcanzaba a ver que veía, pero en su carita, de vez en vez, aparecía una sonrisa que le iluminaba la cara. Parecía como si hablara con los montes desde lo lejos y tenía una comunicación que las grandes personas no alcanzaban a comprender. Pero ella seguía así por horas y desde la distancia parecía saber si una montaña sufría o tenía un dolor o una pena y entonces su carita se ponía triste hasta que la montaña parecía consolarla. Una vez me contó sus aventuras porque las montañas también visitaban los sueños y ahí es en donde le abrían sus entrañas y le mostraban sus secretos: Ahí aprendió como se alimentaban, como se comunicaba las partes de frente, de atrás y de cada uno lados de la montaña, de cómo sufrían cada vez que los hombres las desbastaban, de como luchaban por protegerse y como sobrevivían al calor, al frio, al fuego…

La niña siempre erguida y derechita sabía de los grandes secretos que tenía la naturaleza y sobre todo las montañas y con ella todos los bosques, era tanto su apego que era sensible al dolor que tenía un árbol cuando le arrancaban la corteza o cuando amenazaban con cortarlo o al menos hacerle daño…y ella se dolía con ellos…pero era algo que no comprendían las grandes personas.

La niña nunca dejó de contemplar a las montañas, en sus sueños siempre entraba a mundos mágicos, a caminos secretos, a cuevas que repetían el mundo exterior con grandes valles y cascadas, podía ver como un árbol se comunicaba con otro desde sus raíces, como se alimentaban unos a otros, como los reptiles se volvían mansos lejos del violento mundo exterior y como había espacios de tranquilidad y remanso.

La niña poco a poco se hizo montaña por los grandes secretos que siempre guardaba. Ella se hizo entonces solo una visitante en el mundo de las grandes personas. Su vida, la vida estaba en otra parte.



Correo: contextotoluca@gmail.com