/ lunes 10 de agosto de 2020

Contexto | ¿La nueva normalidad? 

Nos dicen que vivimos, que vamos a vivir en la nueva normalidad.

Pero ¿qué significa?

Nadie ni lo explica ni le da contenido (mucho menos las autoridades quienes carecen de imaginación sociológica para la atención de este problema social) y, en consecuencia, la adaptación de la vida cotidiana se complica para casi todos, desde el mundo del trabajo hasta la familia y no se diga ya las relaciones interpersonales y económicas.

La autoridad sanitaria lo único que asegura es que vamos a morir y solo da alternativas para que no ocurra…pero no más que eso: pretende controlar mediante el miedo.

Su discurso es antisocial y limitado. Carece de perspectiva de largo plazo y solo crea tendencias y referencias que nos hacen creer como inevitable el destino que ellos plantean.

Reducen el mundo de todos al de ellos: una simpleza y una barbaridad.

Pero más allá de los gobiernos, las sociedades se van a adaptar. De eso no cabe duda. La historia lo demuestra.

El problema es la atención de lo inmediato…y prepararse para lo que viene. En ello la autoridad está en falta.

Uno de los errores de la estrategia de la atención de la pandemia, al menos en México, es haber querido reducir a la pandemia a un problema de salud.

Lo es en la esencia pero no en las consecuencias. La pandemia va más allá.

Afecta la estructura y la organización de la vida en comunidad, la manera en que se relacionan las personas entre ellas y con los objetos, con su mundo exterior y pensándolo bien también el interior.

Puede tener un efecto devastador en el futuro, sobre todo para las nuevas generaciones.

En la definición de las estrategias de la pandemia debieron y deben participar no solo epidemiólogos y matemáticos sino también antropólogos, sociólogos, psicólogos, perpectivistas entre otros que puedan orientar a la sociedad sobre los comportamientos previsibles en el futuro y que contribuyan a establecer políticas públicas que vayan ajustando la realidad social.

¿Deben seguir los espacios públicos siendo como hasta ahora?

¿Las reuniones masivas (conciertos, espectáculos, reuniones familiares) deben cumplir con los mismos parámetros que conocemos?

¿Los sistemas de intercambio y comercialización deben seguir los mismos?

¿El mundo del trabajo se debe transformar?

¿Las maneras de viajar seguirán siendo las mismas?

¿Cómo serán los movimientos de migración en adelante?

¿El gobierno debe seguir siendo el mismo?

Son muchas las interrogantes que permiten desarrollar escenarios futuros y pensar en mundos posibles.

De otra suerte, la nueva normalidad será la normalidad de antes pero peor: la nueva normalidad de los bajos salarios, del desempleo, del subempleo, de la baja en la calidad de vida de muchas familias, de la dificultad en las relaciones personales, del cambio en las manifestaciones amorosas y afectivas, de mayor violencia en las calles y en las familias, de impedir la socialización de las nuevas generaciones por las clases a distancia, por la carencia de contactos afectivos más allá de las familias, por las crecientes desconfianzas con los vecinos, con los amigos para acercarse unos a otros. En fin, la normalidad de la distancia social, que les conviene a todos los regímenes políticos para mantener sus sistemas de privilegios de quienes detentan el poder y ponen en riesgo el sistema de participación democrática, de la nueva normalidad que, por miedo, por hambre, por angustia del vivir cada día solo hará que la ignorancia crezca.

En México, el discurso dice una cosa…mientras la realidad es otra.

Correo: contextotoluca@gmail.com





Nos dicen que vivimos, que vamos a vivir en la nueva normalidad.

Pero ¿qué significa?

Nadie ni lo explica ni le da contenido (mucho menos las autoridades quienes carecen de imaginación sociológica para la atención de este problema social) y, en consecuencia, la adaptación de la vida cotidiana se complica para casi todos, desde el mundo del trabajo hasta la familia y no se diga ya las relaciones interpersonales y económicas.

La autoridad sanitaria lo único que asegura es que vamos a morir y solo da alternativas para que no ocurra…pero no más que eso: pretende controlar mediante el miedo.

Su discurso es antisocial y limitado. Carece de perspectiva de largo plazo y solo crea tendencias y referencias que nos hacen creer como inevitable el destino que ellos plantean.

Reducen el mundo de todos al de ellos: una simpleza y una barbaridad.

Pero más allá de los gobiernos, las sociedades se van a adaptar. De eso no cabe duda. La historia lo demuestra.

El problema es la atención de lo inmediato…y prepararse para lo que viene. En ello la autoridad está en falta.

Uno de los errores de la estrategia de la atención de la pandemia, al menos en México, es haber querido reducir a la pandemia a un problema de salud.

Lo es en la esencia pero no en las consecuencias. La pandemia va más allá.

Afecta la estructura y la organización de la vida en comunidad, la manera en que se relacionan las personas entre ellas y con los objetos, con su mundo exterior y pensándolo bien también el interior.

Puede tener un efecto devastador en el futuro, sobre todo para las nuevas generaciones.

En la definición de las estrategias de la pandemia debieron y deben participar no solo epidemiólogos y matemáticos sino también antropólogos, sociólogos, psicólogos, perpectivistas entre otros que puedan orientar a la sociedad sobre los comportamientos previsibles en el futuro y que contribuyan a establecer políticas públicas que vayan ajustando la realidad social.

¿Deben seguir los espacios públicos siendo como hasta ahora?

¿Las reuniones masivas (conciertos, espectáculos, reuniones familiares) deben cumplir con los mismos parámetros que conocemos?

¿Los sistemas de intercambio y comercialización deben seguir los mismos?

¿El mundo del trabajo se debe transformar?

¿Las maneras de viajar seguirán siendo las mismas?

¿Cómo serán los movimientos de migración en adelante?

¿El gobierno debe seguir siendo el mismo?

Son muchas las interrogantes que permiten desarrollar escenarios futuros y pensar en mundos posibles.

De otra suerte, la nueva normalidad será la normalidad de antes pero peor: la nueva normalidad de los bajos salarios, del desempleo, del subempleo, de la baja en la calidad de vida de muchas familias, de la dificultad en las relaciones personales, del cambio en las manifestaciones amorosas y afectivas, de mayor violencia en las calles y en las familias, de impedir la socialización de las nuevas generaciones por las clases a distancia, por la carencia de contactos afectivos más allá de las familias, por las crecientes desconfianzas con los vecinos, con los amigos para acercarse unos a otros. En fin, la normalidad de la distancia social, que les conviene a todos los regímenes políticos para mantener sus sistemas de privilegios de quienes detentan el poder y ponen en riesgo el sistema de participación democrática, de la nueva normalidad que, por miedo, por hambre, por angustia del vivir cada día solo hará que la ignorancia crezca.

En México, el discurso dice una cosa…mientras la realidad es otra.

Correo: contextotoluca@gmail.com