/ lunes 9 de noviembre de 2020

Contexto | La vuelta al mundo de USA 

Los Estados Unidos están de vuelta al mundo.

La pesadilla parece disiparse, ahora sí, definitivamente.

Trump se va; Biden llega.

Lo despidieron los electores norteamericanos, fueron ellos los que decidieron.

Pero su legado no será fácil de borrar. Más de 70 millones de norteamericanos votaron por él. No es una cuestión menor. El presidente electo lo sabe.

Una sociedad partida en dos mitades se deberá rehacer para reconciliarse con un proyecto común.

Un estilo de gobernar escandaloso, desordenado y muchas veces desorientador parece empezar a agotarse.
Le llamaban populismo de primer mundo. Muchos gobernantes lo han imitado. Fue un estilo que polarizaba a las sociedades y las enfrentaba: gobernaba a golpes de twitter y mensajes en redes sociales, en conferencias de prensa continuas para ocupar los espacios informativos, en incentivar las diferencias entre sectores de la sociedades, blancos, negros, inmigrantes, latinos…como si todos fueran incapaces de crear una sociedad en armonía…en llevar su discurso a su terreno aunque no fuera eso lo fundamental.

La democracia norteamericana funcionó, se debe reconocer, y deja muchas lecciones a reflexionar.

Hizo evidente que sus instituciones funcionan a pesar del descrédito en que se pretendió hacer de ellas desde el poder.

La democracia norteamericana, inspiradora y referente de muchas de las democracias occidentales, deja detrás de si nuevas formas de participación pues se adaptó rápidamente a la pandemia reforzando el voto adelantado y por correo. Su sistema electoral que contrapone en voto popular al electoral por estados está en el ADN de la democracia norteamericana porque respeta el principio fundamental del federalismo y muy alejado del centralismo institucional que se observa, por ejemplo, en México.

El papel de los medios de comunicación y de las redes sociales tuvo cosas novedosas y que, sin duda, sentaran precedentes. Las advertencias de twitter sobre los mensajes del presidente Trump señalando que sus afirmaciones no podían ser verificadas o la interrupción de las principales cadenas de televisión de un mensaje, en cadena nacional, del presidente (como candidato) por afirmaciones no que podían ser verificadas son dos hechos notables que, sin duda, van a replantear la relación de los medios de comunicación con la elites gobernantes para reproducir sus discursos con propósitos políticos obligándolos a ajustarse a ciertos principios éticos, tanto de uno como de otro lado.

El surgimiento de nuevos actores sociales que tuvieron un papel importante en el proceso electoral. Por un lado los ambientalistas ante la salida de los Estados Unidos del acuerdo de Paris sobre cambio climático o los del movimiento Black Lives Matter o los movimientos de género o de inmigrantes que son muestra que la naturaleza de las relaciones sociales está transformándose y las sociedades están cada vez más fragmentadas en las sociedades post industriales en contraste con las sociedades del capitalismo tradicional.

Es bueno para el mundo que los Estados Unidos regresen a la escena mundial, después de años de ausencia y debates inútiles sobre instituciones de seguridad global, ambiental y de influencia regional.

Un mundo muy interconectado requiere de una visión que refuerce el multilateralismo a nivel global sin dejar de considerar la tendencia mundial a reforzar los poderes regionales.

Es buena la noticia del cambio de poder en los Estados Unidos.

El mundo está expectante de una ética en la vida pública que vuelva a poner en el centro de la preocupación de las elites políticas los grandes problemas de las naciones y no los intereses de los políticos en turno.

El discurso del presidente electo parece ir en ese sentido y ojalá y así sea.


Correo: contextotoluca@gmail.com

Los Estados Unidos están de vuelta al mundo.

La pesadilla parece disiparse, ahora sí, definitivamente.

Trump se va; Biden llega.

Lo despidieron los electores norteamericanos, fueron ellos los que decidieron.

Pero su legado no será fácil de borrar. Más de 70 millones de norteamericanos votaron por él. No es una cuestión menor. El presidente electo lo sabe.

Una sociedad partida en dos mitades se deberá rehacer para reconciliarse con un proyecto común.

Un estilo de gobernar escandaloso, desordenado y muchas veces desorientador parece empezar a agotarse.
Le llamaban populismo de primer mundo. Muchos gobernantes lo han imitado. Fue un estilo que polarizaba a las sociedades y las enfrentaba: gobernaba a golpes de twitter y mensajes en redes sociales, en conferencias de prensa continuas para ocupar los espacios informativos, en incentivar las diferencias entre sectores de la sociedades, blancos, negros, inmigrantes, latinos…como si todos fueran incapaces de crear una sociedad en armonía…en llevar su discurso a su terreno aunque no fuera eso lo fundamental.

La democracia norteamericana funcionó, se debe reconocer, y deja muchas lecciones a reflexionar.

Hizo evidente que sus instituciones funcionan a pesar del descrédito en que se pretendió hacer de ellas desde el poder.

La democracia norteamericana, inspiradora y referente de muchas de las democracias occidentales, deja detrás de si nuevas formas de participación pues se adaptó rápidamente a la pandemia reforzando el voto adelantado y por correo. Su sistema electoral que contrapone en voto popular al electoral por estados está en el ADN de la democracia norteamericana porque respeta el principio fundamental del federalismo y muy alejado del centralismo institucional que se observa, por ejemplo, en México.

El papel de los medios de comunicación y de las redes sociales tuvo cosas novedosas y que, sin duda, sentaran precedentes. Las advertencias de twitter sobre los mensajes del presidente Trump señalando que sus afirmaciones no podían ser verificadas o la interrupción de las principales cadenas de televisión de un mensaje, en cadena nacional, del presidente (como candidato) por afirmaciones no que podían ser verificadas son dos hechos notables que, sin duda, van a replantear la relación de los medios de comunicación con la elites gobernantes para reproducir sus discursos con propósitos políticos obligándolos a ajustarse a ciertos principios éticos, tanto de uno como de otro lado.

El surgimiento de nuevos actores sociales que tuvieron un papel importante en el proceso electoral. Por un lado los ambientalistas ante la salida de los Estados Unidos del acuerdo de Paris sobre cambio climático o los del movimiento Black Lives Matter o los movimientos de género o de inmigrantes que son muestra que la naturaleza de las relaciones sociales está transformándose y las sociedades están cada vez más fragmentadas en las sociedades post industriales en contraste con las sociedades del capitalismo tradicional.

Es bueno para el mundo que los Estados Unidos regresen a la escena mundial, después de años de ausencia y debates inútiles sobre instituciones de seguridad global, ambiental y de influencia regional.

Un mundo muy interconectado requiere de una visión que refuerce el multilateralismo a nivel global sin dejar de considerar la tendencia mundial a reforzar los poderes regionales.

Es buena la noticia del cambio de poder en los Estados Unidos.

El mundo está expectante de una ética en la vida pública que vuelva a poner en el centro de la preocupación de las elites políticas los grandes problemas de las naciones y no los intereses de los políticos en turno.

El discurso del presidente electo parece ir en ese sentido y ojalá y así sea.


Correo: contextotoluca@gmail.com