/ lunes 20 de abril de 2020

Contexto | Toluca, Metepec ¿la oportunidad perdida?

El Valle de Toluca se ha desarrollado en el desorden y el caos en prácticamente todos sus campos de actividad. Así ha sido hasta el día de hoy, incluso con la emergencia sanitaria que se atiende. Vivimos en un valle con un gran deterioro ecológico (sus índices de contaminación muchas veces superan a los de la CDMX), humano, de movilidad y hasta de integración de sus cadenas productivas y humanas a los que se unen los crecientes climas de violencia y desamparo de sus poblaciones marginadas y pobres además de su desarrollo urbano que más lleva a la tragedia que a un desarrollo armónico de la sociedad.

El manejo de la presente crisis debe permitir replantear de una vez por todas los términos de su desarrollo.

La tragedia se perpetuaría si después de pasada la emergencia sanitaria las cosas siguieran como eran antes.

Eso simplemente sería dejar de pasar una oportunidad que ha costado vidas, aislamiento, baja en los niveles de vida, creciente empobrecimiento, surgimiento de nuevos marginados y replanteamiento y nuevos roles de la vida familiar, de pareja e incluso a nivel individual y de relacionamiento social.

El mundo del trabajo va cambiar y en consecuencia sus relaciones que afectan al conjunto de la sociedad.

Desde los grupos gobernantes, que tienen la obligación de atender la emergencia, se debe impulsar y reflexionar sobre maneras diferentes de impulsar un cambio en la estructura social que mejore las condiciones y calidad de vida de las poblaciones empezando desde los criterios en materia de desarrollo económico, urbano, de movilidad y de relacionamiento y estructura del tejido social.

Lo único que hace falta es imaginación y la capacidad de convocar a tener un pensamiento diferente. Solo eso. Imaginar la construcción de la nueva normalidad en otros términos porque estas crisis serán recurrentes en los años por venir.

El futuro, y eso lo ha demostrado el presente, le corresponde a las ciudades.

Hace algunos días después de semanas de estar confinado tuve necesidad de salir a proveerme de alimentos. El recorrer la ciudad y el Valle de Toluca fue decepcionante. Parecía una ciudad en un ambiente que asemejaba mucho a cualquier día. La vida parecía la misma: mucha gente en la calle, vulcanizadoras abiertas, limpiaba parabrisas y vendedores ambulantes en cada esquina, el mercado frente a la iglesia de Santa Clara amontonado como siempre, congestionamiento vehicular sea en la calle de Almada o en Pino Suarez y Las Torres, congestionamiento al entrar en los centros comerciales: un día normal solo que sin niños y jóvenes en las escuelas y universidades.

Y sin embargo, las cosas están cambiando pero no hay quien las encauce. Los gobiernos tienen la responsabilidad de atender la emergencia pero también de imaginar el futuro. No hay otra opción posible.

Y las soluciones no son muy complicadas. Es importante empezar por lo más sencillo. Por ejemplo en materia de movilidad se debe reordenar el sistema de transporte, el tipo de vehículos, la actitud de los choferes y los elementos técnicos para acceder al pasaje. En materia económica la reordenación de los mercados y la circulación a en su interior para evitar contagios en el futuro y normas de higiene más estrictas, en materia de espectáculos una normatividad que permita la convivencia y la distancia social también porque distancia social no quiere decir distancia emocional. En materia económica impulsar la creación de cadenas productivas, sobre todo de alimentos, que permitan la sustentabilidad por encima del interés de los desarrolladores urbanos que ha provocado la pérdida de tierras fértiles, entre otras que sería prolijo enunciar.

Pensar en la normalidad no ayudará a mejorar la vida de las ciudades y las regiones y todo el sacrificio habrá sido inútil.

La paradoja es que la vida continuara normalmente cuando cambien muchas cosas.

Ojala y este esfuerzo no sea una oportunidad perdida.


Correo: contextotoluca@gmail.com

El Valle de Toluca se ha desarrollado en el desorden y el caos en prácticamente todos sus campos de actividad. Así ha sido hasta el día de hoy, incluso con la emergencia sanitaria que se atiende. Vivimos en un valle con un gran deterioro ecológico (sus índices de contaminación muchas veces superan a los de la CDMX), humano, de movilidad y hasta de integración de sus cadenas productivas y humanas a los que se unen los crecientes climas de violencia y desamparo de sus poblaciones marginadas y pobres además de su desarrollo urbano que más lleva a la tragedia que a un desarrollo armónico de la sociedad.

El manejo de la presente crisis debe permitir replantear de una vez por todas los términos de su desarrollo.

La tragedia se perpetuaría si después de pasada la emergencia sanitaria las cosas siguieran como eran antes.

Eso simplemente sería dejar de pasar una oportunidad que ha costado vidas, aislamiento, baja en los niveles de vida, creciente empobrecimiento, surgimiento de nuevos marginados y replanteamiento y nuevos roles de la vida familiar, de pareja e incluso a nivel individual y de relacionamiento social.

El mundo del trabajo va cambiar y en consecuencia sus relaciones que afectan al conjunto de la sociedad.

Desde los grupos gobernantes, que tienen la obligación de atender la emergencia, se debe impulsar y reflexionar sobre maneras diferentes de impulsar un cambio en la estructura social que mejore las condiciones y calidad de vida de las poblaciones empezando desde los criterios en materia de desarrollo económico, urbano, de movilidad y de relacionamiento y estructura del tejido social.

Lo único que hace falta es imaginación y la capacidad de convocar a tener un pensamiento diferente. Solo eso. Imaginar la construcción de la nueva normalidad en otros términos porque estas crisis serán recurrentes en los años por venir.

El futuro, y eso lo ha demostrado el presente, le corresponde a las ciudades.

Hace algunos días después de semanas de estar confinado tuve necesidad de salir a proveerme de alimentos. El recorrer la ciudad y el Valle de Toluca fue decepcionante. Parecía una ciudad en un ambiente que asemejaba mucho a cualquier día. La vida parecía la misma: mucha gente en la calle, vulcanizadoras abiertas, limpiaba parabrisas y vendedores ambulantes en cada esquina, el mercado frente a la iglesia de Santa Clara amontonado como siempre, congestionamiento vehicular sea en la calle de Almada o en Pino Suarez y Las Torres, congestionamiento al entrar en los centros comerciales: un día normal solo que sin niños y jóvenes en las escuelas y universidades.

Y sin embargo, las cosas están cambiando pero no hay quien las encauce. Los gobiernos tienen la responsabilidad de atender la emergencia pero también de imaginar el futuro. No hay otra opción posible.

Y las soluciones no son muy complicadas. Es importante empezar por lo más sencillo. Por ejemplo en materia de movilidad se debe reordenar el sistema de transporte, el tipo de vehículos, la actitud de los choferes y los elementos técnicos para acceder al pasaje. En materia económica la reordenación de los mercados y la circulación a en su interior para evitar contagios en el futuro y normas de higiene más estrictas, en materia de espectáculos una normatividad que permita la convivencia y la distancia social también porque distancia social no quiere decir distancia emocional. En materia económica impulsar la creación de cadenas productivas, sobre todo de alimentos, que permitan la sustentabilidad por encima del interés de los desarrolladores urbanos que ha provocado la pérdida de tierras fértiles, entre otras que sería prolijo enunciar.

Pensar en la normalidad no ayudará a mejorar la vida de las ciudades y las regiones y todo el sacrificio habrá sido inútil.

La paradoja es que la vida continuara normalmente cuando cambien muchas cosas.

Ojala y este esfuerzo no sea una oportunidad perdida.


Correo: contextotoluca@gmail.com