/ lunes 17 de agosto de 2020

Contexto | Un mundo desarreglado 

Ni filósofos que la guíen, ni literatura que la anime, ni políticos que, porque no tienen una idea de a donde llevar a las sociedades, que orienten porque se refugian en sus discursos (en su mundo de palabras) como espectáculo que solo distrae, pero no edifica.

Las sociedades van reaccionando como pueden, como Dios les de atender, si es que ahora, de verdad, existe.

Todo es un poco sin sentido.

Todo un poco caótico, tal vez hasta la locura.

Las familias (las que quedan bajo el concepto tradicional) tratan de ordenar este caos. Un poco, demasiado poco tal vez: se les van los que quieren, a muchos los olvidan pronto solo para volver a cuidarse a si mismos, a tratar de ganarle días a la vida aunque solo sea por el solo hecho de vivir a secas, así simplemente a pasar los días. No mas pero tampoco menos.

Los entornos inmediatos siguen siendo como antes.

Al salir parece que nada ha cambiado.

Las sociedades se mueven igual, se hacen las mismas prácticas, solo que con distanciamiento (y no tanto tal vez), algunos caminan enmascarados para protegerse y tal vez para renacer sus propias identidades, los más, en todas las sociedades, quieren recuperar a sus viejos amigos (las redes sociales les ayudan) y hablan de su pasado, de sus virtudes, de sus recuerdos.

Los meses se van pronto y todos viven como en cuevas y salen de vez en vez a tomar el sol.

Las sociedades son ya un poco diferentes o tal vez no tanto…o se parecen un poco más o no tanto.

Mientras un hombre, una mujer, un niño están sentados o en su sillón, o frente a su ventana o frente al televisor para ver pasar las horas un día eternas otro día inexistentes.

Todos salen en un mundo que les dicen es diferente y al verlo todo parece igual pero desarreglado.

La televisión los mantiene en el pasado, las redes sociales, los amigos, las conversaciones se llenan de consejos del buen samaritano, de imágenes que se repiten una y otra vez pero también de violencia y de sexo.

Muchos descubrieron sus miserias y otros tal vez sus virtudes.

Otros, muchos tal vez, tratan de construir mundos desde donde están para ser si mismos. Lo mismo, pero más barato.

Y porque los dioses bajaron a la tierra y los artistas y actores sintieron que cobraban demasiado, que lo que realmente amaban era a si mismos y a sentirse adorados, admirados mientras miles les rendían pleitesía como los dioses que se creían…por eso no renunciaban a las intrascendencias de la vida cotidiana y se enteraron de que eran como cualquiera y se hicieron humildes (al menos por un rato) y se mostraban así. Y los futbolistas y los Ídolos de barro creados por sociedades sedientas de espectáculos se empezaron a caer porque se dieron cuenta que no hacían falta, porque no inspiraban ni llenaban huecos…y porque la gente desde el confinamiento hasta llego a escribir poesía.

A todos se les achico su mundo o simplemente se dieron cuenta de su realidad: un puñado de amigos, un puñado de familiares y un espectáculo a su alrededor que solo los atarantaba porque se les iba la vida.

Pero el mundo no cambia como nos dicen cada día.

Porque al salir a la calle veo todo tan igual…que empiezo a creer que todo es una ficción en donde creo que yo no existo.



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Ni filósofos que la guíen, ni literatura que la anime, ni políticos que, porque no tienen una idea de a donde llevar a las sociedades, que orienten porque se refugian en sus discursos (en su mundo de palabras) como espectáculo que solo distrae, pero no edifica.

Las sociedades van reaccionando como pueden, como Dios les de atender, si es que ahora, de verdad, existe.

Todo es un poco sin sentido.

Todo un poco caótico, tal vez hasta la locura.

Las familias (las que quedan bajo el concepto tradicional) tratan de ordenar este caos. Un poco, demasiado poco tal vez: se les van los que quieren, a muchos los olvidan pronto solo para volver a cuidarse a si mismos, a tratar de ganarle días a la vida aunque solo sea por el solo hecho de vivir a secas, así simplemente a pasar los días. No mas pero tampoco menos.

Los entornos inmediatos siguen siendo como antes.

Al salir parece que nada ha cambiado.

Las sociedades se mueven igual, se hacen las mismas prácticas, solo que con distanciamiento (y no tanto tal vez), algunos caminan enmascarados para protegerse y tal vez para renacer sus propias identidades, los más, en todas las sociedades, quieren recuperar a sus viejos amigos (las redes sociales les ayudan) y hablan de su pasado, de sus virtudes, de sus recuerdos.

Los meses se van pronto y todos viven como en cuevas y salen de vez en vez a tomar el sol.

Las sociedades son ya un poco diferentes o tal vez no tanto…o se parecen un poco más o no tanto.

Mientras un hombre, una mujer, un niño están sentados o en su sillón, o frente a su ventana o frente al televisor para ver pasar las horas un día eternas otro día inexistentes.

Todos salen en un mundo que les dicen es diferente y al verlo todo parece igual pero desarreglado.

La televisión los mantiene en el pasado, las redes sociales, los amigos, las conversaciones se llenan de consejos del buen samaritano, de imágenes que se repiten una y otra vez pero también de violencia y de sexo.

Muchos descubrieron sus miserias y otros tal vez sus virtudes.

Otros, muchos tal vez, tratan de construir mundos desde donde están para ser si mismos. Lo mismo, pero más barato.

Y porque los dioses bajaron a la tierra y los artistas y actores sintieron que cobraban demasiado, que lo que realmente amaban era a si mismos y a sentirse adorados, admirados mientras miles les rendían pleitesía como los dioses que se creían…por eso no renunciaban a las intrascendencias de la vida cotidiana y se enteraron de que eran como cualquiera y se hicieron humildes (al menos por un rato) y se mostraban así. Y los futbolistas y los Ídolos de barro creados por sociedades sedientas de espectáculos se empezaron a caer porque se dieron cuenta que no hacían falta, porque no inspiraban ni llenaban huecos…y porque la gente desde el confinamiento hasta llego a escribir poesía.

A todos se les achico su mundo o simplemente se dieron cuenta de su realidad: un puñado de amigos, un puñado de familiares y un espectáculo a su alrededor que solo los atarantaba porque se les iba la vida.

Pero el mundo no cambia como nos dicen cada día.

Porque al salir a la calle veo todo tan igual…que empiezo a creer que todo es una ficción en donde creo que yo no existo.



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