/ lunes 20 de julio de 2020

Contexto | Volver o no al trabajo (final)

Rodolfo y Beatriz pasaron los días del confinamiento entre frases de amor, en reencuentros y ruptura, entre espacios crecientes de una desconfianza que nunca habían sentido uno del otro y que, en silencio, a cada uno lo consumía pero que ocultaban tratando de cuidar la casa, de limpiar closets, alacenas, recamaras y sillones una y otra vez, de salir al mercado solo uno de ellos para abastecerse de lo necesario, de ponerse guapos de vez en cuando como si volvieran a salir a esas cenas en las que se volvían a sentir como novios y que siempre habían sido una renovación de su amor.

Pero los días pasaron y ellos continuaban trabajando desde su casa, haciendo home office, aumentando su productividad que tenía encantado a sus jefes y que permitía que casi cada día recibieran una felicitación por sus resultados.

Durante los primeros días del encierro deseaban que esos momentos se prolongaran, que siempre se trabajara desde casa, sentían que recuperaban su libertad y a volver a ser dueños de su tiempo y de sí mismos, a regresar durante las mañanas al gimnasio que habían dejado por estar horas y horas sentados en una silla en la oficina y solo ver pasar su vida por una paga, podrían volver a recuperar a sus amigos, a trabajar en la madrugada y concluir su jornada cuando quisieran, además les significaría ahorros importantes en gasolina, en ropa, en traslados, en tener que comer en restaurantes o en encargar algo para picar solo para continuar trabajando en esas oficinas modernas, de muebles italianos, que debían cuidar más que a su propio cuerpo, además de dejar de soportar esos olores de lociones que inundaban el ambiente y que en ocasiones les producían nauseas o los comentarios idiotas del asistente del asistente que siempre se quería hacer el chistoso con sus jefes solo para conservar el empleo, uuf que maravilla sería dejar de escuchar los gritos del jefe por solo serlo y en el caso de ella, porque nunca lo había confesado, soportar que el jefe fuera a su escritorio y acercara su cara cerca de su oído como pretendiendo seducirla y que a ella solo le provocaba asco.

Si sería una maravilla poder trabajar desde casa, eso decían y comentaban desde los primeros días.

Pero los días siguieron pasando, el confinamiento se prolongó. Se empezaban a conocer como nunca…o a desconocerse…una sensación de alejamiento los iba invadiendo poco a poco. Desconfiaban cada vez que uno u otro enviaban mensajes por el celular o las llamadas que luego hacían o recibían y se alejaban hablando en voz baja. ¿A quién le habla? ¿Con quién habla? …las dudas se les quedaban, pero guardaban silencio.

La rutina los fue absorbiendo.

Sus resultados mejoraban y sus jefes estaban encantados.

Llegó el tiempo y el final del confinamiento.

En la ciudad la movilidad aumento, la gente empezó a salir. Rodolfo y Beatriz al fin coincidieron: las informaciones del gobierno eran confusas, los semáforos arbitrarios, pero ellos, sin decirlo uno al otro, querían volver a sus oficinas. Ya no les preocupaba tanto el contagio “de todos modos nos va a dar”, decían, aunque la sensación de tener a la muerte cerca les daba un poco de temor.

Casi al mismo tiempo los dos recibieron mensajes muy similares desde sus oficinas: “en virtud de los excelentes resultados observados durante el confinamiento le damos la opción de seguir trabajando desde casa y solo venir cuando sea necesario a la oficina. Esperamos su respuesta”

Sin decirse nada uno al otro respondieron que preferían trabajar desde la oficina.

Uno al otro se dijeron como en tono de lamento.

“Me dicen que debo volver a la oficina a partir del 28 de julio”, dijo Rodolfo. “A mi desde el día3 de agosto”, dijo Beatriz.

Esa noche hicieron el amor como nunca…como dos extraños.



Correo: contextotoluca@gmail.com

Rodolfo y Beatriz pasaron los días del confinamiento entre frases de amor, en reencuentros y ruptura, entre espacios crecientes de una desconfianza que nunca habían sentido uno del otro y que, en silencio, a cada uno lo consumía pero que ocultaban tratando de cuidar la casa, de limpiar closets, alacenas, recamaras y sillones una y otra vez, de salir al mercado solo uno de ellos para abastecerse de lo necesario, de ponerse guapos de vez en cuando como si volvieran a salir a esas cenas en las que se volvían a sentir como novios y que siempre habían sido una renovación de su amor.

Pero los días pasaron y ellos continuaban trabajando desde su casa, haciendo home office, aumentando su productividad que tenía encantado a sus jefes y que permitía que casi cada día recibieran una felicitación por sus resultados.

Durante los primeros días del encierro deseaban que esos momentos se prolongaran, que siempre se trabajara desde casa, sentían que recuperaban su libertad y a volver a ser dueños de su tiempo y de sí mismos, a regresar durante las mañanas al gimnasio que habían dejado por estar horas y horas sentados en una silla en la oficina y solo ver pasar su vida por una paga, podrían volver a recuperar a sus amigos, a trabajar en la madrugada y concluir su jornada cuando quisieran, además les significaría ahorros importantes en gasolina, en ropa, en traslados, en tener que comer en restaurantes o en encargar algo para picar solo para continuar trabajando en esas oficinas modernas, de muebles italianos, que debían cuidar más que a su propio cuerpo, además de dejar de soportar esos olores de lociones que inundaban el ambiente y que en ocasiones les producían nauseas o los comentarios idiotas del asistente del asistente que siempre se quería hacer el chistoso con sus jefes solo para conservar el empleo, uuf que maravilla sería dejar de escuchar los gritos del jefe por solo serlo y en el caso de ella, porque nunca lo había confesado, soportar que el jefe fuera a su escritorio y acercara su cara cerca de su oído como pretendiendo seducirla y que a ella solo le provocaba asco.

Si sería una maravilla poder trabajar desde casa, eso decían y comentaban desde los primeros días.

Pero los días siguieron pasando, el confinamiento se prolongó. Se empezaban a conocer como nunca…o a desconocerse…una sensación de alejamiento los iba invadiendo poco a poco. Desconfiaban cada vez que uno u otro enviaban mensajes por el celular o las llamadas que luego hacían o recibían y se alejaban hablando en voz baja. ¿A quién le habla? ¿Con quién habla? …las dudas se les quedaban, pero guardaban silencio.

La rutina los fue absorbiendo.

Sus resultados mejoraban y sus jefes estaban encantados.

Llegó el tiempo y el final del confinamiento.

En la ciudad la movilidad aumento, la gente empezó a salir. Rodolfo y Beatriz al fin coincidieron: las informaciones del gobierno eran confusas, los semáforos arbitrarios, pero ellos, sin decirlo uno al otro, querían volver a sus oficinas. Ya no les preocupaba tanto el contagio “de todos modos nos va a dar”, decían, aunque la sensación de tener a la muerte cerca les daba un poco de temor.

Casi al mismo tiempo los dos recibieron mensajes muy similares desde sus oficinas: “en virtud de los excelentes resultados observados durante el confinamiento le damos la opción de seguir trabajando desde casa y solo venir cuando sea necesario a la oficina. Esperamos su respuesta”

Sin decirse nada uno al otro respondieron que preferían trabajar desde la oficina.

Uno al otro se dijeron como en tono de lamento.

“Me dicen que debo volver a la oficina a partir del 28 de julio”, dijo Rodolfo. “A mi desde el día3 de agosto”, dijo Beatriz.

Esa noche hicieron el amor como nunca…como dos extraños.



Correo: contextotoluca@gmail.com