/ lunes 21 de septiembre de 2020

Contexto | …y las mujeres siguen

Hay que hablar una y otra vez sobre la violencia contra las mujeres, las niñas, las jóvenes, las esposas, las amantes, las enfermeras, las doctoras, las amas de casa, las secretarias, las abuelas, las arquitectas, las campesinas, las empresarias, las artesanas, las agricultoras, las taxistas y…más miles.

No cejar ni un instante.

Pese a la indiferencia del gobierno.

Alzar la voz cuantas veces se pueda.

Dicen que ofenden… cuando ellas han sido las ofendidas.

Dicen que destruyen… cuando a ellas les han destruido su presente y su futuro.

Dicen que agreden… cuando ellas son agredidas a diario.

Dicen que no negocian… cuando a ellas se les ha obligado a callar.

Dicen que son escuchadas… cuando solo se les pide un silencio institucional que no las ha llevado a nada…durante años.

Dicen que son violentas… cuando a ellas la violencia las agobia.

Dicen que violentan… cuando ellas salen cada día con miedo a las calles.

Dicen que provocan…cuando solo ellas son las víctimas.

Los gobiernos leen mal la realidad de las mujeres, de la sociedad. No entienden que la sociedad ha cambiado, que ya no es la realidad que ellos imaginan. Que hoy la sociedad está más fragmentada y que cada colectivo tiene una idea de lucha propia.

Los del gobierno se confunden, porque ya se pusieron del otro lado, pensando que todo es contra ellos, cuando lo que solo se pide es atención social al problema de la violencia extendida más allá de la política…no más pero tampoco menos.

La indiferencia hace que los colectivos, sean por causas de defensa de los derechos de la mujer o contra la violencia, los ambientalistas y ecologistas, los discapacitados, los jóvenes hoy tan ausentes, sean cada vez más violentos y lo serán.

Hoy los movimientos sociales están fragmentados y eso parecen no entenderlo los actores políticos quienes insisten en ver una realidad uniforme desde lo social y desde lo político.

El diagnóstico es equivocado y las respuestas solo aplazan los problemas y los radicalizan.

Y nos meten a una sociedad llena contradicciones.

Están generando un volcán en donde el odio y el encono ni ellos mismos saben hasta donde va a llegar.

Lo cierto es que la sociedad está cada vez más lejos de las instituciones. Se ve un día sí y otro también: las tomas de justicia por propia mano, unas veces en lo individual otras en los colectivo, la economía informal creciente, los sistemas paralelos de educación, buscar soluciones a la pandemia más allá de las recomendaciones del gobierno que parece utilizarla más como un medio de control social más que atenderla como un problema de salud: aislarte, confinarte para no salir, para no manifestarte, para permanecer en un silencio que solo beneficia a quienes dicen gobernar.

Los silencios obligados tienen sus consecuencias.

Tarde o temprano saltan como explosivos cuyos petardos no se sabe a dónde van.

Las protestas de las mujeres son el mejor ejemplo de lo que a la sociedad le espera.

Todos debemos hablar con voz de mujer.

Hablar con ellas y por ellas.

El silencio es ya inadmisible.

Obligados estamos todos a dar paz a las mujeres. En ellas está nuestro propio futuro como trasmisoras de la nuestra cultura y de nuestras tradiciones. Son las guardas de nuestra memoria colectiva, nuestras costumbres más valiosas pero también de nuestra propia transformación. Son el paso al futuro.

Si ellas ganan. Todos ganamos.



Correo: contextotoluca@gmail.com

Hay que hablar una y otra vez sobre la violencia contra las mujeres, las niñas, las jóvenes, las esposas, las amantes, las enfermeras, las doctoras, las amas de casa, las secretarias, las abuelas, las arquitectas, las campesinas, las empresarias, las artesanas, las agricultoras, las taxistas y…más miles.

No cejar ni un instante.

Pese a la indiferencia del gobierno.

Alzar la voz cuantas veces se pueda.

Dicen que ofenden… cuando ellas han sido las ofendidas.

Dicen que destruyen… cuando a ellas les han destruido su presente y su futuro.

Dicen que agreden… cuando ellas son agredidas a diario.

Dicen que no negocian… cuando a ellas se les ha obligado a callar.

Dicen que son escuchadas… cuando solo se les pide un silencio institucional que no las ha llevado a nada…durante años.

Dicen que son violentas… cuando a ellas la violencia las agobia.

Dicen que violentan… cuando ellas salen cada día con miedo a las calles.

Dicen que provocan…cuando solo ellas son las víctimas.

Los gobiernos leen mal la realidad de las mujeres, de la sociedad. No entienden que la sociedad ha cambiado, que ya no es la realidad que ellos imaginan. Que hoy la sociedad está más fragmentada y que cada colectivo tiene una idea de lucha propia.

Los del gobierno se confunden, porque ya se pusieron del otro lado, pensando que todo es contra ellos, cuando lo que solo se pide es atención social al problema de la violencia extendida más allá de la política…no más pero tampoco menos.

La indiferencia hace que los colectivos, sean por causas de defensa de los derechos de la mujer o contra la violencia, los ambientalistas y ecologistas, los discapacitados, los jóvenes hoy tan ausentes, sean cada vez más violentos y lo serán.

Hoy los movimientos sociales están fragmentados y eso parecen no entenderlo los actores políticos quienes insisten en ver una realidad uniforme desde lo social y desde lo político.

El diagnóstico es equivocado y las respuestas solo aplazan los problemas y los radicalizan.

Y nos meten a una sociedad llena contradicciones.

Están generando un volcán en donde el odio y el encono ni ellos mismos saben hasta donde va a llegar.

Lo cierto es que la sociedad está cada vez más lejos de las instituciones. Se ve un día sí y otro también: las tomas de justicia por propia mano, unas veces en lo individual otras en los colectivo, la economía informal creciente, los sistemas paralelos de educación, buscar soluciones a la pandemia más allá de las recomendaciones del gobierno que parece utilizarla más como un medio de control social más que atenderla como un problema de salud: aislarte, confinarte para no salir, para no manifestarte, para permanecer en un silencio que solo beneficia a quienes dicen gobernar.

Los silencios obligados tienen sus consecuencias.

Tarde o temprano saltan como explosivos cuyos petardos no se sabe a dónde van.

Las protestas de las mujeres son el mejor ejemplo de lo que a la sociedad le espera.

Todos debemos hablar con voz de mujer.

Hablar con ellas y por ellas.

El silencio es ya inadmisible.

Obligados estamos todos a dar paz a las mujeres. En ellas está nuestro propio futuro como trasmisoras de la nuestra cultura y de nuestras tradiciones. Son las guardas de nuestra memoria colectiva, nuestras costumbres más valiosas pero también de nuestra propia transformación. Son el paso al futuro.

Si ellas ganan. Todos ganamos.



Correo: contextotoluca@gmail.com