/ sábado 16 de junio de 2018

Cuchillito de palo | “Tiempos de ira”

El insulto se vuelve cotidiano. Si es entre políticos se dan hasta con la cubeta (Cuando no los matan); si es entre la gente común y corriente, se mueven árboles genealógicos,sin control y los “entres” a golpes se multiplican.

Si algún proceso electoral dejó huella, el actual será el que se lleve la “copa” del mundial. Se defiende al candidato preferido, como si fuera el hacedor de la propia vida y pobre de aquél que ose confrontarse con quien piensa diferente. Tolerancia, cero; paciencia, menos cero; respeto al otro, entelequia.

Pasó el tercer debate, con una audiencia menor al anterior, con más propuestas, pero también con las consabidas confrontaciones. Fue una especie de “broche de oro” (Aunque para muchos haya sido de lodo), en vista del inicio del campeonato futbolístico en Rusia, deporte nacional por excelencia.

Y las mayorías ya no quieren ni oír una palabra del asunto, aunque un alto porcentaje aún esté sin decidirse por alguno de los “suspirantes”. A dos semanas de la fecha fatal, poco les queda por hacer a quienes en una lucha, a brazo partido, buscan el primer lugar.

El museo Maya fue testigo mudo de las propuestas de Meade, Anaya y López Obrador (El Bronco ocupó el sitial de invitado de piedra). También lo fue de la serie de acusaciones que se dispararon. ¿Hicieron mella?, ¿propiciaron el que más de uno cambiara su decisión? Poco podrá esperarse en ese sentido.

A AMLO le asestaron dos cuestionamientos serios: El que la familia de quien nombraría como Secretario de Comunicaciones, participara en una operación con una filial de Odebrecht y los contratos asignados a José María Rioboó (Segundo Piso), cuando gobernó el entonces Distrito Federal.

Hay quien ve a Martínez Espriú como a una lumbrera. El Ingeniero, a su vez, habla como si sólo él fuera experto y, con opiniones lapidarias ignora al resto de su gremio. Salió a defenderse diciendo que Andrés Manuel ya sabía del asunto y que se daba por zanjado.

El constructor Rioboó, otro tanto. Declaró que su contrato había sido lícito y todo hecho conforme a la Ley. Durante el gobierno del Peje en la Capital, su nombre salió a relucir como el beneficiario de las gracias del entonces jefe. Hay quien dice que el efecto “Teflón” del tabasqueño, permite el que todo se le resbale. Sobran denuncias contra sus ahora favoritos y a sus seguidores les importan un bledo. Por mucho menos se habrían comido a cualquier otro contendiente.

Lo de Anaya es demencial. El que su compañero de Partido (El Senador Ernesto Cordero) lo denunciara ante la PGR, rebasa los límites de la ética elemental. El asunto de sus bienes raíces (O de su esposa y demás familia política), por lo que se le acusa de “lavar dinero” es abyecto.

Se le puede criticar por su ambición, por haber usado la presidencia de Acción Nacional, para encumbrarse como candidato; por haber dividido a esa institución y por tener unos “ahorros”, que poco ha comprobado. Pero, lo de Cordero es inaceptable y lo muestra como un traidor y un individuo sin escrúpulos.

Para acabar de amargarle su presentación en Mérida, José Ramón López Beltrán –hijo del que ya saben-, le grito “Cerdo, cerdos van a perder”, en el pasillo hacia el avión en el que regresaría a la Ciudad de México. Son ya varias las grescas en las que aparece este “heredero” del mesías tropical, anticipo del futuro, de llegar su papi a la grande.

El futbol liquida a la comidilla política: ¡Bendito sea!

catalinanq@hotmail.com

@catalinanq






El insulto se vuelve cotidiano. Si es entre políticos se dan hasta con la cubeta (Cuando no los matan); si es entre la gente común y corriente, se mueven árboles genealógicos,sin control y los “entres” a golpes se multiplican.

Si algún proceso electoral dejó huella, el actual será el que se lleve la “copa” del mundial. Se defiende al candidato preferido, como si fuera el hacedor de la propia vida y pobre de aquél que ose confrontarse con quien piensa diferente. Tolerancia, cero; paciencia, menos cero; respeto al otro, entelequia.

Pasó el tercer debate, con una audiencia menor al anterior, con más propuestas, pero también con las consabidas confrontaciones. Fue una especie de “broche de oro” (Aunque para muchos haya sido de lodo), en vista del inicio del campeonato futbolístico en Rusia, deporte nacional por excelencia.

Y las mayorías ya no quieren ni oír una palabra del asunto, aunque un alto porcentaje aún esté sin decidirse por alguno de los “suspirantes”. A dos semanas de la fecha fatal, poco les queda por hacer a quienes en una lucha, a brazo partido, buscan el primer lugar.

El museo Maya fue testigo mudo de las propuestas de Meade, Anaya y López Obrador (El Bronco ocupó el sitial de invitado de piedra). También lo fue de la serie de acusaciones que se dispararon. ¿Hicieron mella?, ¿propiciaron el que más de uno cambiara su decisión? Poco podrá esperarse en ese sentido.

A AMLO le asestaron dos cuestionamientos serios: El que la familia de quien nombraría como Secretario de Comunicaciones, participara en una operación con una filial de Odebrecht y los contratos asignados a José María Rioboó (Segundo Piso), cuando gobernó el entonces Distrito Federal.

Hay quien ve a Martínez Espriú como a una lumbrera. El Ingeniero, a su vez, habla como si sólo él fuera experto y, con opiniones lapidarias ignora al resto de su gremio. Salió a defenderse diciendo que Andrés Manuel ya sabía del asunto y que se daba por zanjado.

El constructor Rioboó, otro tanto. Declaró que su contrato había sido lícito y todo hecho conforme a la Ley. Durante el gobierno del Peje en la Capital, su nombre salió a relucir como el beneficiario de las gracias del entonces jefe. Hay quien dice que el efecto “Teflón” del tabasqueño, permite el que todo se le resbale. Sobran denuncias contra sus ahora favoritos y a sus seguidores les importan un bledo. Por mucho menos se habrían comido a cualquier otro contendiente.

Lo de Anaya es demencial. El que su compañero de Partido (El Senador Ernesto Cordero) lo denunciara ante la PGR, rebasa los límites de la ética elemental. El asunto de sus bienes raíces (O de su esposa y demás familia política), por lo que se le acusa de “lavar dinero” es abyecto.

Se le puede criticar por su ambición, por haber usado la presidencia de Acción Nacional, para encumbrarse como candidato; por haber dividido a esa institución y por tener unos “ahorros”, que poco ha comprobado. Pero, lo de Cordero es inaceptable y lo muestra como un traidor y un individuo sin escrúpulos.

Para acabar de amargarle su presentación en Mérida, José Ramón López Beltrán –hijo del que ya saben-, le grito “Cerdo, cerdos van a perder”, en el pasillo hacia el avión en el que regresaría a la Ciudad de México. Son ya varias las grescas en las que aparece este “heredero” del mesías tropical, anticipo del futuro, de llegar su papi a la grande.

El futbol liquida a la comidilla política: ¡Bendito sea!

catalinanq@hotmail.com

@catalinanq






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