La ayuda que está fluyendo para financiar la reconstrucción de las áreas dañadas por los terremotos que sacudieron al país en días pasados hace desaparecer de momento el temor inicial de que el gobierno mexicano no dispusiera de recursos suficientes para apoyar a los damnificados.
Existe la percepción de que en la siguiente etapa del programa de recuperación anunciado por las autoridades el reto principal consistirá en actuar con rapidez y a partir de una adecuada planeación.
Los habitantes de las zonas rurales de Chiapas, Oaxaca, Puebla, Morelos y Estado de México que perdieron su casa en el primer temblor, en el segundo o en el tercero, no pueden seguir viviendo a la intemperie y bajo la lluvia cuidando lo poco que les quedó y evitar que se los roben ladrones desalmados. Lo mismo puede decirse de los habitantes de la Ciudad de México que vivían en casas y edificios que se desplomaron sin darles tiempo de sacar ni su credencial de elector.
Para los capitalinos, debe primero terminar la búsqueda de sobrevivientes e inmediatamente después comenzar las demoliciones y empezar a construir. El jefe de gobierno de la Ciudad de México y aspirante presidencial Miguel Ángel Mancera, ya dio a conocer un plan de auxilio que especifica las acciones a seguir para salir de la crisis en el menor tiempo posible. Por su parte, el presidente Enrique Peña Nieto hizo el anuncio de que esta semana comenzará el reparto de monederos electrónicos para que los afectados del medio rural puedan iniciar la reconstrucción de sus viviendas, lo cual la debe empezar.
Lo único que se espera es que no exista demasiada austeridad para reparar los daños, pues a juzgar por las donaciones recibidas y las que están por recibirse, tanto el gobierno federal como el capitalino tienen dinero suficiente para encabezar desde luego las tareas de reconstrucción.
Vea usted si no:
La respuesta de la sociedad fue increíble y se manifestó primero en los centros de acopio que aparecieron por miles en todas partes. Después, de un día para otro aparecieron en los caminos convoyes de pesados camiones y camionetas que transportaban ayuda humanitaria por toneladas para los necesitados, al grado de que un gobernador se alcanzó la puntada de evitar que los vehículos tuvieran acceso directo a las zonas siniestradas y ordenó desviarlos hacia una bodega repleta de mercancía para hacerla aparecer como apoyo gubernamental.
La Secretaría de Relaciones Exteriores dio a conocer una larga lista de países de todos los continentes que ya entregaron donaciones o van a entregarlas conforme a una lista de necesidades que se les hizo llegar, la cual incluye fondos para reconstrucción de viviendas.
Los ricos y las grandes estrellas de la farándula y el deporte dieron a conocer generosas aportaciones –dinero, conciertos, encuentros deportivos, espectáculos teatrales, etc.− y no faltaron ídolos deportivos y actores que se dedicaran a organizar suscripciones y colectas en el extranjero, basados en su popularidad. Los partidos políticos anunciaron espléndidos donativos que no deben tomarse en serio, pues deben tener trampa.
Están, por otra parte, los seguros, el Fondo de Desastres, el Bono Catastrófico, las aseguradoras privadas que protegían bienes raíces y automóviles y toda una gama de opciones que tendrán que hacerse efectivas.
En fin, dinero hay para lograr que las familias recuperen y hasta incrementen lo que el temblor les arrebató, a cambio de otras pérdidas que ya no podrán resarcirse, como las afectivas, las de seres queridos que murieron bajo los escombros, el inaudito dolor de los mutilados, la angustia sufrida y el terror… sobre todo el terror de que vuelva a temblar…
La ayuda humanitaria debe fluir todo el tiempo que sea necesario, el país debe estar consciente de que salir de esta crisis es alta prioridad, y que la filantropía, la solidaridad y el apego a la vida son, por el momento, los valores esenciales, pero, con lo que ya se tiene, no debe existir demora ni se deben escatimar recursos para la reconstrucción, las subsistencias no deben quedarse en la bodegas ni el dinero en las bóvedas bancarias, sino traducirse en acciones que ayuden a salir a flote y recuperar la alegría de vivir de los desposeídos, de los que más sufrieron cuando la tierra comenzó a temblar, las vigas crujieron, los adobes se volvieron tierra y los tabiques cedieron ante la fuerza descomunal de la sacudida.