/ domingo 24 de julio de 2022

El tintero de las musas | Cada política, con su “perro guardián”

Una política no se elabora de una vez y para siempre, no hay elaboración definitiva. Cada problema tiene su propio perro guardián que se encarga que de proteger su ámbito de competencia de dos maneras distintas: revirtiendo los daños, realizados por otras instancias; anticipando y atajando el daño antes de que ocurra.

La posibilidad de que se pierdan valores importantes existe en cualquier forma de organización, aún en aquellas que intentan abarcar con sus planes más de lo humanamente posible. La virtud de esta división hipotética del trabajo es que cada interés o valor importante suele tener en la sociedad su “perro guardián”.

El elemento distintivo final del método del irse por las ramas es que las comparaciones, junto con la elección de las políticas, ocurren en una serie cronológica. La política no se hace una sola vez: se hace y se rehace sin cesar. La elaboración de políticas es un proceso de aproximaciones sucesivas a algunos objetivos deseados que van también cambiando a la luz de nuevas consideraciones.

La adopción de decisiones de política es en el mejor de los casos un proceso difícil. Ni los científicos sociales, ni los políticos ni los administradores públicos, saben todavía lo suficiente acerca del mundo social para evitar los errores que cometen una y otra vez en sus pronósticos sobre las consecuencias de las políticas.

Un policymaker sabio, espera por consiguiente, que sus políticas logren sólo en parte, lo que espera y que al mismo tiempo, produzcan consecuencias imprevistas e indeseadas. Por consiguiente, al decidir a través de una sucesión de incrementales, evita de diversas maneras errores serios. Es decir, el conocimiento de las consecuencias pasadas, permite al decisor prever las consecuencias probables de pasos posteriores similares.

Después, no necesita grandes saltos hacia sus objetivos, cosa que le exigiría predicciones más allá de sus conocimientos. No espera que la política sea la resolución final de un problema. Su decisión no es un paso, que, si tiene éxito, puede ser seguido por otro.

Tercero, es capaz de comprobar sus predicciones previas al dar el siguiente paso. Por último, se puede poner remedio con rapidez a un error pasado, que si la política avanzara en trancos más drásticos y espaciados.

Contrastemos este análisis comparativo de cambios incrementales, con la aspiración teórica del método de la raíz. El hombre no puede pensar sin clasificar, sin subsumir una experiencia bajo una categoría más general de experiencia. El intento de categorizar lo más posible y de encontrar proposiciones generales que se puedan aplicar a situaciones específicas es lo que Lindblom llama “teoría”.

Mientras que el análisis de la raíz depende mucho de la teoría, el método de la rama no. Los analistas que prefieren el método de ir a la raíz dan por hecho que la teoría es la manera más sistemática y económica de utilizar el conocimiento pertinente para entender un problema específico. No tenemos teoría adecuada para aplicarla a problemas en ninguna área de políticas, aunque la teoría sea más adecuada en algunas áreas. El análisis comparativo que conlleva el método del irse por las ramas, es una alternativa sistemática a la teoría.

Aquí el autor pone como ejemplo que sin una teoría social más acabada de la delincuencia juvenil que la que los especialistas han elaborado hasta ahora, uno no puede entender cómo una variedad de políticas públicas como educación, vivienda, empleo y policía –entre otras-, podrían favorecer o prevenir la delincuencia. En contraste, si uno quiere meramente poner en juego el conocimiento que es suficiente para elegir entre un grupo de políticas similares, se pueden analizar comparativamente los resultados que alcanzaron decisiones políticas similares en el pasado.

Las comparaciones limitadas sucesivas son un método o un sistema. No es el fracaso de un método por el que tengan que pedir perdón los administradores. Esto no quita que sean muchas sus imperfecciones. El método no tiene mecanismo interno que garantice que se preserven todos los valores importantes. Puede llevar al decisor a no tomar en cuenta políticas excelentes porque la cadena de los pasos sucesivos no las contempla. Es preciso decir que bajo ese método, como con el método de la raíz, se formularán políticas absurdas como sabias.

Es pues, un método usual para formular políticas, y la herramienta en que pueden confiar más los administradores y los analistas de políticas para resolver problemas complejos. Ojo, políticos actuales.

Una política no se elabora de una vez y para siempre, no hay elaboración definitiva. Cada problema tiene su propio perro guardián que se encarga que de proteger su ámbito de competencia de dos maneras distintas: revirtiendo los daños, realizados por otras instancias; anticipando y atajando el daño antes de que ocurra.

La posibilidad de que se pierdan valores importantes existe en cualquier forma de organización, aún en aquellas que intentan abarcar con sus planes más de lo humanamente posible. La virtud de esta división hipotética del trabajo es que cada interés o valor importante suele tener en la sociedad su “perro guardián”.

El elemento distintivo final del método del irse por las ramas es que las comparaciones, junto con la elección de las políticas, ocurren en una serie cronológica. La política no se hace una sola vez: se hace y se rehace sin cesar. La elaboración de políticas es un proceso de aproximaciones sucesivas a algunos objetivos deseados que van también cambiando a la luz de nuevas consideraciones.

La adopción de decisiones de política es en el mejor de los casos un proceso difícil. Ni los científicos sociales, ni los políticos ni los administradores públicos, saben todavía lo suficiente acerca del mundo social para evitar los errores que cometen una y otra vez en sus pronósticos sobre las consecuencias de las políticas.

Un policymaker sabio, espera por consiguiente, que sus políticas logren sólo en parte, lo que espera y que al mismo tiempo, produzcan consecuencias imprevistas e indeseadas. Por consiguiente, al decidir a través de una sucesión de incrementales, evita de diversas maneras errores serios. Es decir, el conocimiento de las consecuencias pasadas, permite al decisor prever las consecuencias probables de pasos posteriores similares.

Después, no necesita grandes saltos hacia sus objetivos, cosa que le exigiría predicciones más allá de sus conocimientos. No espera que la política sea la resolución final de un problema. Su decisión no es un paso, que, si tiene éxito, puede ser seguido por otro.

Tercero, es capaz de comprobar sus predicciones previas al dar el siguiente paso. Por último, se puede poner remedio con rapidez a un error pasado, que si la política avanzara en trancos más drásticos y espaciados.

Contrastemos este análisis comparativo de cambios incrementales, con la aspiración teórica del método de la raíz. El hombre no puede pensar sin clasificar, sin subsumir una experiencia bajo una categoría más general de experiencia. El intento de categorizar lo más posible y de encontrar proposiciones generales que se puedan aplicar a situaciones específicas es lo que Lindblom llama “teoría”.

Mientras que el análisis de la raíz depende mucho de la teoría, el método de la rama no. Los analistas que prefieren el método de ir a la raíz dan por hecho que la teoría es la manera más sistemática y económica de utilizar el conocimiento pertinente para entender un problema específico. No tenemos teoría adecuada para aplicarla a problemas en ninguna área de políticas, aunque la teoría sea más adecuada en algunas áreas. El análisis comparativo que conlleva el método del irse por las ramas, es una alternativa sistemática a la teoría.

Aquí el autor pone como ejemplo que sin una teoría social más acabada de la delincuencia juvenil que la que los especialistas han elaborado hasta ahora, uno no puede entender cómo una variedad de políticas públicas como educación, vivienda, empleo y policía –entre otras-, podrían favorecer o prevenir la delincuencia. En contraste, si uno quiere meramente poner en juego el conocimiento que es suficiente para elegir entre un grupo de políticas similares, se pueden analizar comparativamente los resultados que alcanzaron decisiones políticas similares en el pasado.

Las comparaciones limitadas sucesivas son un método o un sistema. No es el fracaso de un método por el que tengan que pedir perdón los administradores. Esto no quita que sean muchas sus imperfecciones. El método no tiene mecanismo interno que garantice que se preserven todos los valores importantes. Puede llevar al decisor a no tomar en cuenta políticas excelentes porque la cadena de los pasos sucesivos no las contempla. Es preciso decir que bajo ese método, como con el método de la raíz, se formularán políticas absurdas como sabias.

Es pues, un método usual para formular políticas, y la herramienta en que pueden confiar más los administradores y los analistas de políticas para resolver problemas complejos. Ojo, políticos actuales.