/ sábado 13 de marzo de 2021

El Tintero de las Musas | El Fanatismo no deja nada bueno

Nadie puede en nombre de ningún Dios del universo entero, darse el lujo de matar porque sí, a su prójimo. Es no sólo de mal gusto, sino de una insensibilidad patética y trágica. No entiendo nada de esto, y me paraliza. Si algo he aprendido el día de hoy, es que el Dios que existe, merece respeto de todos lados de donde uno quiera o pueda creer en él. Y también de donde no.

Nada de lo que suceda afuera, ya debe tener el más mínimo significado, más que la pandemia que estamos viviendo. Para enterarnos de lo que pasa alrededor del mundo, existen muchos excelentes documentales que merecen ser mencionados y ganarse mil premios, principalmente, por la sensibilidad de los corresponsales de guerra que los han hecho posibles; por todos los abandonados, mutilados, y desechos dueños de nada, hombres y mujeres, niños y bebés que no entienden el por qué, de lo que viven a diario; por una libertad irrestricta de prensa a nivel mundial –cuando respetan a nuestros compañeros--. De nuevo: no entendería a ningún Dios que quiera guerra alguna. ¿Cómo qué por qué o para qué?

La eterna lucha entre Israel y Palestina, las guerras de Irak y Afganistán y las graves tensiones entre Estados Unidos e Irán son los principales escenarios de Oriente, uno de los conflictos bélicos vigentes en 2020 que persiste con el paso del tiempo. Una vez más, en un país con tanta riqueza, son los más débiles quienes sufren las consecuencias; y no solo sufren los efectos de la guerra, ya que la población de Sudán del Sur además padece una de las hambrunas más graves del planeta.

Así las cosas, prefiero ponerme en mi escritorio preferido, desde donde puedo ver mi volcán, -que por cierto antier se cubrió de blanco- disfrutar el parloteo gratuito de las aves que se duermen a las seis en punto; dividir la escena humana en buena y mejor, aprender de los millones de años en que la naturaleza ha edificado este sitio donde vivo; mirar al cielo, levantar las manos, y dar gracias al creador de todo esto, sea quien sea. Yo lo llamo Dios. El gran arquitecto del universo. El gran yo soy el que soy. Él, a quien los judíos le pusieron 72 nombres y que no se atreven a nombrar por total respeto.

Yo despierto cada día, con una inmensa gratitud hacia el creador, y pienso: este es un nuevo día para volver a empezar. Para formar otro nuevo vínculo de amor y agradecimiento hacia la humanidad que está luchando allá afuera con decirnos si la vacuna funciona bien o no; con la petición de que los de AstraZeneca no estén equivocados y que la vacuna que me pusieron y que me volverán a poner, no sea mala sino muy muy buena. Y que los millones de próximos hermanos mexicanos que van a votar, no se equivoquen…


gildamh@hotmail.com


Nadie puede en nombre de ningún Dios del universo entero, darse el lujo de matar porque sí, a su prójimo. Es no sólo de mal gusto, sino de una insensibilidad patética y trágica. No entiendo nada de esto, y me paraliza. Si algo he aprendido el día de hoy, es que el Dios que existe, merece respeto de todos lados de donde uno quiera o pueda creer en él. Y también de donde no.

Nada de lo que suceda afuera, ya debe tener el más mínimo significado, más que la pandemia que estamos viviendo. Para enterarnos de lo que pasa alrededor del mundo, existen muchos excelentes documentales que merecen ser mencionados y ganarse mil premios, principalmente, por la sensibilidad de los corresponsales de guerra que los han hecho posibles; por todos los abandonados, mutilados, y desechos dueños de nada, hombres y mujeres, niños y bebés que no entienden el por qué, de lo que viven a diario; por una libertad irrestricta de prensa a nivel mundial –cuando respetan a nuestros compañeros--. De nuevo: no entendería a ningún Dios que quiera guerra alguna. ¿Cómo qué por qué o para qué?

La eterna lucha entre Israel y Palestina, las guerras de Irak y Afganistán y las graves tensiones entre Estados Unidos e Irán son los principales escenarios de Oriente, uno de los conflictos bélicos vigentes en 2020 que persiste con el paso del tiempo. Una vez más, en un país con tanta riqueza, son los más débiles quienes sufren las consecuencias; y no solo sufren los efectos de la guerra, ya que la población de Sudán del Sur además padece una de las hambrunas más graves del planeta.

Así las cosas, prefiero ponerme en mi escritorio preferido, desde donde puedo ver mi volcán, -que por cierto antier se cubrió de blanco- disfrutar el parloteo gratuito de las aves que se duermen a las seis en punto; dividir la escena humana en buena y mejor, aprender de los millones de años en que la naturaleza ha edificado este sitio donde vivo; mirar al cielo, levantar las manos, y dar gracias al creador de todo esto, sea quien sea. Yo lo llamo Dios. El gran arquitecto del universo. El gran yo soy el que soy. Él, a quien los judíos le pusieron 72 nombres y que no se atreven a nombrar por total respeto.

Yo despierto cada día, con una inmensa gratitud hacia el creador, y pienso: este es un nuevo día para volver a empezar. Para formar otro nuevo vínculo de amor y agradecimiento hacia la humanidad que está luchando allá afuera con decirnos si la vacuna funciona bien o no; con la petición de que los de AstraZeneca no estén equivocados y que la vacuna que me pusieron y que me volverán a poner, no sea mala sino muy muy buena. Y que los millones de próximos hermanos mexicanos que van a votar, no se equivoquen…


gildamh@hotmail.com