/ domingo 25 de abril de 2021

El Tintero de las Musas | Ignacio Pichardo (II)


A Julieta, Alfonso e Ignacio.

Son las doce del día, de la celebración una vez más, del Día Mundial del Medio Ambiente. Es el prestigiado Colegio Mexiquense, y estamos en la ex hacienda, de Santa Cruz de los Patos, en Zinacantepec. Convocado por el presidente del mismo, César Camacho, habrá un evento, el cuarto, de homenaje en el Aula Magna que se llama Ignacio Pichardo Pagaza, al maestro que fue un investigador y miembro distinguidísimo.

Llega rápido el ex presidente Humberto Benítez, con su discurso en la mano. Saluda con gran afecto a Gina, la eterna y regia administradora, y a mí. Fue mi compañero durante cuatro años de gabinete legal en gubernatura. Es mi hermano. Dice que está perfecto. Se le ve. Viene temprano y muy contento. Ese espacio lo conoce a la perfección. Estuvo cuatro años dentro manejándolo.

El Aula Magna, es regia. Yo vi muchas veces a Leopoldo Flores, cuando la pintaba. Platicaba con él por una de las ventanas. Y quedó verdaderamente bella. El evento tiene ahora, como protagonista principal, al hombre que la Junta de Gobierno del Colegio le puso: Ignacio Pichardo Pagaza.

Y no importa que sea época de pandemia. Los invitados todos, llegan justo a tiempo. Cuatro lugares enfrente. De izquierda a derecha, el permanente secretario del Colegio que resuelve todo-todo: Antonio Álvarez Lobato; luego, el espacio del presidente, César Camacho; en medio, la imagen de Ignacio Pichardo en el Colegio, con un listón negro atravesado; luego el lugar para su hijo mayor, Ignacio Pichardo y a la derecha, el otro ex presidente de El Colegio, Humberto Benítez Treviño.

Evento emotivo, inteligente, dignísimo, lleno de sencillez, de afecto, de concordancia con la obra del maestro. Así empezaron a hablar todos. Toño, dirigiendo el evento. Le tocó a Humberto Benítez. El sabía que el peso entero del evento lo tenía él. El hermano menor de Ignacio. El compadre, el entrañable amigo. Da las gracias a César, por su cálida invitación en un homenaje que se rinde en un acto de veneración, emocionado respeto y admiración a un mexiquense excepcional, con perfiles de estadista, con visión universal. Ignacio Pichardo, dice, es una excepción a la regla un oasis en el desierto. “El político se convierte en estadista, cuando empieza a pensar en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones”, como decía Winston Churchill.

Considerado uno de los cinco mejores administradores públicos del mundo. Nada más. A ese hombre, le estaban haciendo su gran homenaje. Sus enseñanzas, continúa Benítez, sirvieron para modernizar la administración del Estado, y las instituciones que presidió. Por ejemplo, en el tiempo de Hank, como director de Hacienda, con su reforma fiscal, elevó el presupuesto del Estado de 500 a 5 mil millones de pesos.

Ambientalista prestigiado y reconocido que consumó la recategorización del Xinantécatl que hoy es un área de protección de la flora y fauna… escribió “El Guardián del Valle”, que sintetiza su amor y defensa por la naturaleza. Escritor fino, lúcido y brillante. En su obra de Joaquín Arcadio Pagaza, fue comparado con Margeritte Yourcenar, en sus Memorias de Adriano.

Hablo luego con gran afecto y sentimiento Ignacio Pichardo, su hijo. La biblioteca de su padre, posiblemente estará dentro de la misma que el inauguró hace más de treinta años el mismo maestro Pichardo: Fernando Rosensweig. Se lo preguntará a Julieta y a Alfonso, sus hermanos.

Al final y lleno de emoción e inteligencia, César Camacho se llevó las palmas. Le hizo a su par un merecidísimo homenaje en la institución de tanto prestigio, centro académico de investigación y docencia que el maneja. Allí mencionó varias anécdotas que tuvo junto al maestro. Desde que tenía ganas de ser presidente municipal de Metepec, hasta cuando fue gobernador. Muchas. Habrá que escribirlas. Tanto, como hoy se le recuerda, el descansa en paz.



A Julieta, Alfonso e Ignacio.

Son las doce del día, de la celebración una vez más, del Día Mundial del Medio Ambiente. Es el prestigiado Colegio Mexiquense, y estamos en la ex hacienda, de Santa Cruz de los Patos, en Zinacantepec. Convocado por el presidente del mismo, César Camacho, habrá un evento, el cuarto, de homenaje en el Aula Magna que se llama Ignacio Pichardo Pagaza, al maestro que fue un investigador y miembro distinguidísimo.

Llega rápido el ex presidente Humberto Benítez, con su discurso en la mano. Saluda con gran afecto a Gina, la eterna y regia administradora, y a mí. Fue mi compañero durante cuatro años de gabinete legal en gubernatura. Es mi hermano. Dice que está perfecto. Se le ve. Viene temprano y muy contento. Ese espacio lo conoce a la perfección. Estuvo cuatro años dentro manejándolo.

El Aula Magna, es regia. Yo vi muchas veces a Leopoldo Flores, cuando la pintaba. Platicaba con él por una de las ventanas. Y quedó verdaderamente bella. El evento tiene ahora, como protagonista principal, al hombre que la Junta de Gobierno del Colegio le puso: Ignacio Pichardo Pagaza.

Y no importa que sea época de pandemia. Los invitados todos, llegan justo a tiempo. Cuatro lugares enfrente. De izquierda a derecha, el permanente secretario del Colegio que resuelve todo-todo: Antonio Álvarez Lobato; luego, el espacio del presidente, César Camacho; en medio, la imagen de Ignacio Pichardo en el Colegio, con un listón negro atravesado; luego el lugar para su hijo mayor, Ignacio Pichardo y a la derecha, el otro ex presidente de El Colegio, Humberto Benítez Treviño.

Evento emotivo, inteligente, dignísimo, lleno de sencillez, de afecto, de concordancia con la obra del maestro. Así empezaron a hablar todos. Toño, dirigiendo el evento. Le tocó a Humberto Benítez. El sabía que el peso entero del evento lo tenía él. El hermano menor de Ignacio. El compadre, el entrañable amigo. Da las gracias a César, por su cálida invitación en un homenaje que se rinde en un acto de veneración, emocionado respeto y admiración a un mexiquense excepcional, con perfiles de estadista, con visión universal. Ignacio Pichardo, dice, es una excepción a la regla un oasis en el desierto. “El político se convierte en estadista, cuando empieza a pensar en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones”, como decía Winston Churchill.

Considerado uno de los cinco mejores administradores públicos del mundo. Nada más. A ese hombre, le estaban haciendo su gran homenaje. Sus enseñanzas, continúa Benítez, sirvieron para modernizar la administración del Estado, y las instituciones que presidió. Por ejemplo, en el tiempo de Hank, como director de Hacienda, con su reforma fiscal, elevó el presupuesto del Estado de 500 a 5 mil millones de pesos.

Ambientalista prestigiado y reconocido que consumó la recategorización del Xinantécatl que hoy es un área de protección de la flora y fauna… escribió “El Guardián del Valle”, que sintetiza su amor y defensa por la naturaleza. Escritor fino, lúcido y brillante. En su obra de Joaquín Arcadio Pagaza, fue comparado con Margeritte Yourcenar, en sus Memorias de Adriano.

Hablo luego con gran afecto y sentimiento Ignacio Pichardo, su hijo. La biblioteca de su padre, posiblemente estará dentro de la misma que el inauguró hace más de treinta años el mismo maestro Pichardo: Fernando Rosensweig. Se lo preguntará a Julieta y a Alfonso, sus hermanos.

Al final y lleno de emoción e inteligencia, César Camacho se llevó las palmas. Le hizo a su par un merecidísimo homenaje en la institución de tanto prestigio, centro académico de investigación y docencia que el maneja. Allí mencionó varias anécdotas que tuvo junto al maestro. Desde que tenía ganas de ser presidente municipal de Metepec, hasta cuando fue gobernador. Muchas. Habrá que escribirlas. Tanto, como hoy se le recuerda, el descansa en paz.