/ sábado 7 de mayo de 2022

El Tintero de las Musas | Para Rosa María Coyotécatl, en la estrella donde esté…

Rosy querida: cuántas cosas me gustaría platicarle en este momento. Desde que te fui a ver con Martha Vaca, se me quedaron todas en el tintero. Tu dormías, mientras te masajeábamos tus pies. Yo el derecho y ella el izquierdo. Despertabas de repente y decías: qué bonito es sentir el calor humano. Hablabas poco, pero con gran precisión. Estabas absolutamente consciente de lo que estaba pasando. Me dijiste: Mira Gilda cómo me viniste a encontrar. Lo único que quería ese día, a las cinco de la tarde, era no llegar tarde y hablarte de Dios como tu señor y salvador. Y la que me diste la lección fuiste tu: me recordaste que mi madre estaba muerta, y que ella ya descansaba sin dolor, sin preocupación, con Dios en su casa. Ya no dije nada. Tu sabías ya todo eso.

Me acababa de dar una caída entre los y por los adoquines de mi casa, de padre y señor nuestro, porque Martha te había dicho que iríamos a las cinco, y ya era eso y la media. Yo quería alcanzarla en la puerta de la entrada. Ella, que me acercó a ti. Allí, toda apachurrada y sin poderme levantar, me recogió un espléndido señor que se llama Salvador, y que es Pastor de una iglesia cristiana en Toluca. Luego me escribió una carta que decía que nunca se me olvidara que Dios estaría conmigo todos los días de mi vida, hasta el fin del mundo.

Y fíjate, lo que yo te quería decir era eso. Y Dios me mandó un recado: no te equivoques. Yo estoy contigo, cuando tú me necesites. Y como siempre, coherente, tranquila y dignísima, yo no te lo dije, tú me lo demostraste ese día en tu camita, con tu franela muy rica y suavecita, que te cubría tu cuerpo, ya muy delgadito. Yo siempre te vi bonita. Con tu pelo largo y hermosísimo; con tus vueltas a todos lados, a donde tenías que cubrir una nota. Cuando empezaste desde abajo, y te subías a los camiones todos destartalados de la Coordinación de Comunicación Social. Cuando poco a poco, y durante 32 años, lograste ser la directora general de El Sol de Toluca, que, hasta este momento, es el más importante de Toluca y sus alrededores. Qué trabajo te ha de haber costado, y más rodeada de mucha gente que quería tu lugar. Y tranquila, callada, y serena, se los ganaste.

Te vi últimamente muchas veces. Y te pedí ayuda para que, a un entrañable amigo mío, que hizo la mejor orquesta de este país, y de muchos más, le tuviéramos consideración y lo pudieras oír en un momento muy difícil. Accediste. Fuiste inteligente, y querías saber la verdad. Coincidió que tu amiga, la mejor de todas, creo, Martha Vaca era una de las mejores amigas de Enrique Bátiz también. Hiciste un artículo justo. Gracias. Fue el mejor acto de amor que le pudimos regalar a Enrique. Y dicen que todo acto de amor, es testimonio permanente. Y yo así lo siento.

Mi hijo te quiso mucho. Aún recuerdo cuando viniste por primera vez a mi casa, con tus grandes anteojos obscuros, y te gustó. Bueno, así lo creo yo. Te recuerdo corriendo en eventos importantes y especiales. Y yo te veía tan joven y tan llena de luz. Tan bonita.

También te recuerdo en la comida con Martha Hilda, a la que siempre que le he pedido algo, lo que sea que sea, me lo ha dado. Allí me caí de una silla y en lugar de reírse, Martha me dijo: hasta para caerte, lo haces con elegancia. Bueno, es un ser maravilloso, a la que le pedimos apoyo para poder tener espacios para tus primeras quimios, y nos los dio. Junto con Laura Pavón.

Y también te recuerdo cuando le pedí a Ana Lilia que te hiciera un desayuno. Y como siempre, accedió. Fue lleno del amor de todos tus amigos. Personajes entrañables del medio periodístico de hace muchos, muchos años. Todos estaban felices cerca de ti. Todos te hemos querido mucho.

Yo sé que hablas con mi madre cada tarde, o cada amanecer, o cada estrella que se atesora en el cielo y llega hasta ustedes, envuelta en luz. Sé que hablas con tu padre y lo abrazas fuerte-fuerte y con tu hermano. Y con Nohemí, y con Gloria y con mi Adriana preciosa. Y con todas nosotras que desde donde estemos, te mandamos todo el amor del universo entero, porque has sido y seguirás siendo, un ejemplo para apuntar con un dedo hacía el universo, y decir: sí se puede. Te quiero Rosy preciosa. Te quiero mucho. Pudiste todo.

gildamh@hotmail.com

Rosy querida: cuántas cosas me gustaría platicarle en este momento. Desde que te fui a ver con Martha Vaca, se me quedaron todas en el tintero. Tu dormías, mientras te masajeábamos tus pies. Yo el derecho y ella el izquierdo. Despertabas de repente y decías: qué bonito es sentir el calor humano. Hablabas poco, pero con gran precisión. Estabas absolutamente consciente de lo que estaba pasando. Me dijiste: Mira Gilda cómo me viniste a encontrar. Lo único que quería ese día, a las cinco de la tarde, era no llegar tarde y hablarte de Dios como tu señor y salvador. Y la que me diste la lección fuiste tu: me recordaste que mi madre estaba muerta, y que ella ya descansaba sin dolor, sin preocupación, con Dios en su casa. Ya no dije nada. Tu sabías ya todo eso.

Me acababa de dar una caída entre los y por los adoquines de mi casa, de padre y señor nuestro, porque Martha te había dicho que iríamos a las cinco, y ya era eso y la media. Yo quería alcanzarla en la puerta de la entrada. Ella, que me acercó a ti. Allí, toda apachurrada y sin poderme levantar, me recogió un espléndido señor que se llama Salvador, y que es Pastor de una iglesia cristiana en Toluca. Luego me escribió una carta que decía que nunca se me olvidara que Dios estaría conmigo todos los días de mi vida, hasta el fin del mundo.

Y fíjate, lo que yo te quería decir era eso. Y Dios me mandó un recado: no te equivoques. Yo estoy contigo, cuando tú me necesites. Y como siempre, coherente, tranquila y dignísima, yo no te lo dije, tú me lo demostraste ese día en tu camita, con tu franela muy rica y suavecita, que te cubría tu cuerpo, ya muy delgadito. Yo siempre te vi bonita. Con tu pelo largo y hermosísimo; con tus vueltas a todos lados, a donde tenías que cubrir una nota. Cuando empezaste desde abajo, y te subías a los camiones todos destartalados de la Coordinación de Comunicación Social. Cuando poco a poco, y durante 32 años, lograste ser la directora general de El Sol de Toluca, que, hasta este momento, es el más importante de Toluca y sus alrededores. Qué trabajo te ha de haber costado, y más rodeada de mucha gente que quería tu lugar. Y tranquila, callada, y serena, se los ganaste.

Te vi últimamente muchas veces. Y te pedí ayuda para que, a un entrañable amigo mío, que hizo la mejor orquesta de este país, y de muchos más, le tuviéramos consideración y lo pudieras oír en un momento muy difícil. Accediste. Fuiste inteligente, y querías saber la verdad. Coincidió que tu amiga, la mejor de todas, creo, Martha Vaca era una de las mejores amigas de Enrique Bátiz también. Hiciste un artículo justo. Gracias. Fue el mejor acto de amor que le pudimos regalar a Enrique. Y dicen que todo acto de amor, es testimonio permanente. Y yo así lo siento.

Mi hijo te quiso mucho. Aún recuerdo cuando viniste por primera vez a mi casa, con tus grandes anteojos obscuros, y te gustó. Bueno, así lo creo yo. Te recuerdo corriendo en eventos importantes y especiales. Y yo te veía tan joven y tan llena de luz. Tan bonita.

También te recuerdo en la comida con Martha Hilda, a la que siempre que le he pedido algo, lo que sea que sea, me lo ha dado. Allí me caí de una silla y en lugar de reírse, Martha me dijo: hasta para caerte, lo haces con elegancia. Bueno, es un ser maravilloso, a la que le pedimos apoyo para poder tener espacios para tus primeras quimios, y nos los dio. Junto con Laura Pavón.

Y también te recuerdo cuando le pedí a Ana Lilia que te hiciera un desayuno. Y como siempre, accedió. Fue lleno del amor de todos tus amigos. Personajes entrañables del medio periodístico de hace muchos, muchos años. Todos estaban felices cerca de ti. Todos te hemos querido mucho.

Yo sé que hablas con mi madre cada tarde, o cada amanecer, o cada estrella que se atesora en el cielo y llega hasta ustedes, envuelta en luz. Sé que hablas con tu padre y lo abrazas fuerte-fuerte y con tu hermano. Y con Nohemí, y con Gloria y con mi Adriana preciosa. Y con todas nosotras que desde donde estemos, te mandamos todo el amor del universo entero, porque has sido y seguirás siendo, un ejemplo para apuntar con un dedo hacía el universo, y decir: sí se puede. Te quiero Rosy preciosa. Te quiero mucho. Pudiste todo.

gildamh@hotmail.com