/ domingo 21 de marzo de 2021

El Tintero de las Musas | Vicente Rojo murió


Hace muchos, muchos años ya, le hice una entrevista a Vicente Rojo, para un libro que realicé al Instituto Nacional de Migración: “Aquí escogimos vivir”, sobre algunas personas que alguna vez vinieron a nuestro país y que aquí hicieron su vida. Me di a la tarea de buscar a pintores, escultores, cantantes, deportistas, cineastas, políticos, sociólogos, en fin… gente que han dejado su huella en México.

Me encontré a Vicente Rojo, él junto con su esposa Bárbara Jacobs, me recibieron en su casa. Recuerdo su cara, sus ojos, su talante, su delgadez, su tranquilidad y bonhomía. Fue hermoso verlo trabajar.

Alguien que enmarca todo, que dibuja cuadritos y ensaya posiciones radicales en la vida, que es un diseñador de excepción, pero también un gran pintor moderno que ha dado forma a miles de revistas, y al periódico La Jornada, y que sus cuadros existen en los museos más prestigiados del mundo, es el español Vicente Rojo, también mexicano por adopción, acaba de morir. Se murió un genio que decidió un día ser mexicano.

Soy mexicano por voluntad, vocación, formación y adopción. ¿Que qué significa México para mí? ¡Qué pregunta! Todo. México significa todo. Podría parecer exagerado. Pero si repaso la forma en que llegué después de diez años de represión franquista, totalmente oprimido, México que ha sido desde entonces mi patria, es todo para mí.

Hablé hoy con don Miguel López Azuara, se murió tu amigo Vicente Rojo, le dije. Me contó la historia de su vida con él, de hace más de 58 años. Cuando llegó de Tuxpan a la ciudad de México, y tuvo la oportunidad de trabajar en Bellas Artes, con Vicente Rojo. Desde entonces, dice, Vicente era un maravilloso y talentoso dibujante. Eso se plasmaba en los restiradores que tenían en aquella esquina, que le tocó de oficina frente al Palacio de las Bellas Artes. Todo un espectáculo.

Vicente Rojo tenía entonces, más de 60 años: delgado, impecable, parece un muchacho travieso e inteligente, que regala su alma y sus emociones en cada acto de su vida. Confiado, cálido, de actitud abierta, esa timidez que disimula, mantiene a quien lo conoce, a la expectativa de cada uno de sus actos. A veces tartamudea.

Llegué en 1949, a los 17 años, y encontré un país luminoso. Sufrí una especie de enamoramiento que dura hasta la fecha. Todo lo que yo he hecho lo he aprendido en México. Mi formación es totalmente mexicana.

Este hombre discreto, que recuerda al Quijote, hace que mientras habla su estatura crezca: Llegué maltrecho a México, muy enfermo, en condiciones deplorables de educación y cultura. Volví a nacer cuando arribé a este país deslumbrante. Lleno de luz. Soy más mexicano que español.

México es un país generoso con los emigrados, particularmente con los perseguidos políticos. Mi padre llegó en 1939 en un barco republicano español. Es una historia muy triste. Nuestra familia, mis padres y tres hermanos, huyó a Francia. Mi madre dejó a sus padres, a pesar de ser hija única, en Barcelona. Era la Segunda Guerra Mundial.

Y así se hizo una entrevista muy larga, llena de anécdotas, de brillo y con mucho color mexicano. Vicente Rojo murió, pero no su obra, que es nuestro más valioso legado.



Hace muchos, muchos años ya, le hice una entrevista a Vicente Rojo, para un libro que realicé al Instituto Nacional de Migración: “Aquí escogimos vivir”, sobre algunas personas que alguna vez vinieron a nuestro país y que aquí hicieron su vida. Me di a la tarea de buscar a pintores, escultores, cantantes, deportistas, cineastas, políticos, sociólogos, en fin… gente que han dejado su huella en México.

Me encontré a Vicente Rojo, él junto con su esposa Bárbara Jacobs, me recibieron en su casa. Recuerdo su cara, sus ojos, su talante, su delgadez, su tranquilidad y bonhomía. Fue hermoso verlo trabajar.

Alguien que enmarca todo, que dibuja cuadritos y ensaya posiciones radicales en la vida, que es un diseñador de excepción, pero también un gran pintor moderno que ha dado forma a miles de revistas, y al periódico La Jornada, y que sus cuadros existen en los museos más prestigiados del mundo, es el español Vicente Rojo, también mexicano por adopción, acaba de morir. Se murió un genio que decidió un día ser mexicano.

Soy mexicano por voluntad, vocación, formación y adopción. ¿Que qué significa México para mí? ¡Qué pregunta! Todo. México significa todo. Podría parecer exagerado. Pero si repaso la forma en que llegué después de diez años de represión franquista, totalmente oprimido, México que ha sido desde entonces mi patria, es todo para mí.

Hablé hoy con don Miguel López Azuara, se murió tu amigo Vicente Rojo, le dije. Me contó la historia de su vida con él, de hace más de 58 años. Cuando llegó de Tuxpan a la ciudad de México, y tuvo la oportunidad de trabajar en Bellas Artes, con Vicente Rojo. Desde entonces, dice, Vicente era un maravilloso y talentoso dibujante. Eso se plasmaba en los restiradores que tenían en aquella esquina, que le tocó de oficina frente al Palacio de las Bellas Artes. Todo un espectáculo.

Vicente Rojo tenía entonces, más de 60 años: delgado, impecable, parece un muchacho travieso e inteligente, que regala su alma y sus emociones en cada acto de su vida. Confiado, cálido, de actitud abierta, esa timidez que disimula, mantiene a quien lo conoce, a la expectativa de cada uno de sus actos. A veces tartamudea.

Llegué en 1949, a los 17 años, y encontré un país luminoso. Sufrí una especie de enamoramiento que dura hasta la fecha. Todo lo que yo he hecho lo he aprendido en México. Mi formación es totalmente mexicana.

Este hombre discreto, que recuerda al Quijote, hace que mientras habla su estatura crezca: Llegué maltrecho a México, muy enfermo, en condiciones deplorables de educación y cultura. Volví a nacer cuando arribé a este país deslumbrante. Lleno de luz. Soy más mexicano que español.

México es un país generoso con los emigrados, particularmente con los perseguidos políticos. Mi padre llegó en 1939 en un barco republicano español. Es una historia muy triste. Nuestra familia, mis padres y tres hermanos, huyó a Francia. Mi madre dejó a sus padres, a pesar de ser hija única, en Barcelona. Era la Segunda Guerra Mundial.

Y así se hizo una entrevista muy larga, llena de anécdotas, de brillo y con mucho color mexicano. Vicente Rojo murió, pero no su obra, que es nuestro más valioso legado.