/ sábado 16 de enero de 2021

En Tintero de las Musas | Raúl y Brigitta Anguiano

Un día me volví a encontrar a Raúl Anguiano, después de haber hecho mi primera entrevista a él, en la calle de Pestalozzi en la Colonia del Valle, en México, para la revista “Presencia de Jalisco en México”. Yo le tenía un aprecio importante. Cuando lo estaba entrevistando, el me estaba haciendo un dibujo al pastel, que aún tengo, y es de las pinturas más importantes que poseo. Así que el haberlo visto después, caminando, en la calle de Anaxágoras, y saber que estaba viviendo una cuadra antes a mi casa, me llenó de alegría.

Todos los días después de comer, caminaba. Siempre lo hizo. Al final de su vida, con su perro Tajín, xoloitzcuintle, que lo transportó al otro lado del más allá.

Entonces, me invitó a su nueva casa, con su nueva esposa: Brigitta. Hoy termino esta serie de relatos en los que ella me platica mil cosas que tuvo con su marido. Fueron muy buenos amigos míos. Tuve la suerte de acercarlos a Eva María Zuk quien cada domingo los invitaba a su casa y les tocaba su piano blanco. Fueron muy felices. Aquí, el final de la historia:

“La inteligencia de Raúl sobrepasó lo físico”, dice ella. Mientras tanto, Raúl oye y ve afuera a un pájaro que salta de piedra en piedra. “Yo dejé todo por Brigitta”, dice, dentro de un museo convertido en su hogar.

Ésa es Brigitta Anguiano. La que localizó a la primera hija de Raúl que estaba perdida en Chiapas, desde que nació; la que cuenta toda clase de anécdotas; la que lava los pinceles y recibe a los periodistas; la que barre y recoge, amontona, y vuelve a ofrecer; la de ojos claros y nariz recta; la de pelo pequeñito y rubio, la que odia el comunismo; la que un día vino a México y decidió dedicar su vida a cuidar a un tesoro nacional. La que va a morir si a Raúl le pasa algo e irá a alcanzarlo, junto con Tajín, en el más allá.

La que nunca le desea mal a nadie, porque “mi madre decía: si haces bien, se te regresa...” Ésa que tiene la personalidad y la capacidad suficiente para hacer a la gente feliz y que empieza siéndolo ella misma.

La que está complacida porque “…dentro de mi nacionalismo, entiendo el de Raúl Anguiano. Sé que en su testamento toda la obra importante que ha hecho en su vida -alguna de la cual hemos recuperado- será donada a la nación mexicana. Sólo esperamos un sitio donde pueda existir un Museo-taller”.

Ésa es Brigitta Anguiano, que un día vino a jugársela. A ser desde la directora de la Galería de arte del hotel María Isabel, hasta convertirse en la principal colaboradora de Raúl Anguiano.

Porque... “Uno transforma su destino con su voluntad. Ésa es la principal arma del ser humano. Y yo hice uso de la mía”.

gildamh@hotmail.com

Un día me volví a encontrar a Raúl Anguiano, después de haber hecho mi primera entrevista a él, en la calle de Pestalozzi en la Colonia del Valle, en México, para la revista “Presencia de Jalisco en México”. Yo le tenía un aprecio importante. Cuando lo estaba entrevistando, el me estaba haciendo un dibujo al pastel, que aún tengo, y es de las pinturas más importantes que poseo. Así que el haberlo visto después, caminando, en la calle de Anaxágoras, y saber que estaba viviendo una cuadra antes a mi casa, me llenó de alegría.

Todos los días después de comer, caminaba. Siempre lo hizo. Al final de su vida, con su perro Tajín, xoloitzcuintle, que lo transportó al otro lado del más allá.

Entonces, me invitó a su nueva casa, con su nueva esposa: Brigitta. Hoy termino esta serie de relatos en los que ella me platica mil cosas que tuvo con su marido. Fueron muy buenos amigos míos. Tuve la suerte de acercarlos a Eva María Zuk quien cada domingo los invitaba a su casa y les tocaba su piano blanco. Fueron muy felices. Aquí, el final de la historia:

“La inteligencia de Raúl sobrepasó lo físico”, dice ella. Mientras tanto, Raúl oye y ve afuera a un pájaro que salta de piedra en piedra. “Yo dejé todo por Brigitta”, dice, dentro de un museo convertido en su hogar.

Ésa es Brigitta Anguiano. La que localizó a la primera hija de Raúl que estaba perdida en Chiapas, desde que nació; la que cuenta toda clase de anécdotas; la que lava los pinceles y recibe a los periodistas; la que barre y recoge, amontona, y vuelve a ofrecer; la de ojos claros y nariz recta; la de pelo pequeñito y rubio, la que odia el comunismo; la que un día vino a México y decidió dedicar su vida a cuidar a un tesoro nacional. La que va a morir si a Raúl le pasa algo e irá a alcanzarlo, junto con Tajín, en el más allá.

La que nunca le desea mal a nadie, porque “mi madre decía: si haces bien, se te regresa...” Ésa que tiene la personalidad y la capacidad suficiente para hacer a la gente feliz y que empieza siéndolo ella misma.

La que está complacida porque “…dentro de mi nacionalismo, entiendo el de Raúl Anguiano. Sé que en su testamento toda la obra importante que ha hecho en su vida -alguna de la cual hemos recuperado- será donada a la nación mexicana. Sólo esperamos un sitio donde pueda existir un Museo-taller”.

Ésa es Brigitta Anguiano, que un día vino a jugársela. A ser desde la directora de la Galería de arte del hotel María Isabel, hasta convertirse en la principal colaboradora de Raúl Anguiano.

Porque... “Uno transforma su destino con su voluntad. Ésa es la principal arma del ser humano. Y yo hice uso de la mía”.

gildamh@hotmail.com