/ jueves 15 de marzo de 2018

Hablemos de Paz y No Violencia


Lamento por Marichuy

A estas alturas el INE ha determinado ya quiénes son los aspirantes y precandidatos de partido e independientes que tienen derecho a registrarse como candidatos a las elecciones presidenciales del próximo 1 de julio. Por supuesto no autorizó el registro de la aspirante independiente indígena María de Jesús Patricio por no alcanzar el número exigido de firmas: sólo recabó 250 mil de las 866 mil que le requirió. El de Marichuy es caso cerrado. ¿Por qué insistir en el tema? Va una reflexión.

Muchos intelectuales y líderes de opinión levantaron la voz para pedir mayor apoyo a Marichuy, especialmente los congregados en la asociación civil “Llegó la hora del florecimiento de los pueblos”. Su petición fue tachada de ingenua, de pérdida de tiempo. No obstante es posible que ninguno de ellos hubiera pensado realmente que Marichuy podía ganar la elección; tal vez ni comulguen con el hecho de que sea candidata del EZLN y del Congreso Nacional Indígena (CNI); incluso es posible que ninguno pensara efectivamente votar por ella. El mismo CNI ha dicho que su proyecto no busca el poder sino “echar a perder la fiesta de los poderosos”, llamar al pueblo a organizarse, construir otro país desde abajo, buscar el registro para acceder a medios y que los escuchen.

En resumen, sólo se trataba de que Marichuy llegara a la boleta para llevar la voz indígena y refrescar unas elecciones en las que predominan los candidatos de partido (aun los que se dicen independientes). Es por ello que Marichuy y su movimiento merecían, al menos, mayor apoyo simbólico por parte de los mexicanos, sobre todo en un país como el nuestro en el que nos llenamos el buche hablando de rescatar las tradiciones y culturas indígenas; en el que nos escandalizamos cuando advertimos que una lengua está en riesgo de perderse; y en el que tenemos el hábito de idolatrar a los indígenas muertos (Nezahualcóyotl, Cuauhtémoc, Juárez) pero no a los vivos.

Hasta el propio INE colaboró para evitar que Marichuy llegara a la boleta. Sus seguidores argumentan que es discriminatorio el criterio de usar teléfonos inteligentes para el registro de firmas pues muchas comunidades no tienen señal e incluso no tienen celulares que aguanten la aplicación pues son costosos; y si bien el INE permitió recoger firmas en papel en municipios marginados, excluyó de su lista mil 331 municipios con alto y medio grados de marginación y a 725 en emergencia por los sismos.

Es así como a Marichuy, que siempre pide a sus oyentes imaginar cosas imposibles para construir un mejor país, le fue imposible registrarse porque entre todos se lo hicimos imposible. Preferimos mejor, entre todos, lanzar al estrellato al niñito wixárika Yuawi López y su cancioncita del Movimiento Naranja.


Lamento por Marichuy

A estas alturas el INE ha determinado ya quiénes son los aspirantes y precandidatos de partido e independientes que tienen derecho a registrarse como candidatos a las elecciones presidenciales del próximo 1 de julio. Por supuesto no autorizó el registro de la aspirante independiente indígena María de Jesús Patricio por no alcanzar el número exigido de firmas: sólo recabó 250 mil de las 866 mil que le requirió. El de Marichuy es caso cerrado. ¿Por qué insistir en el tema? Va una reflexión.

Muchos intelectuales y líderes de opinión levantaron la voz para pedir mayor apoyo a Marichuy, especialmente los congregados en la asociación civil “Llegó la hora del florecimiento de los pueblos”. Su petición fue tachada de ingenua, de pérdida de tiempo. No obstante es posible que ninguno de ellos hubiera pensado realmente que Marichuy podía ganar la elección; tal vez ni comulguen con el hecho de que sea candidata del EZLN y del Congreso Nacional Indígena (CNI); incluso es posible que ninguno pensara efectivamente votar por ella. El mismo CNI ha dicho que su proyecto no busca el poder sino “echar a perder la fiesta de los poderosos”, llamar al pueblo a organizarse, construir otro país desde abajo, buscar el registro para acceder a medios y que los escuchen.

En resumen, sólo se trataba de que Marichuy llegara a la boleta para llevar la voz indígena y refrescar unas elecciones en las que predominan los candidatos de partido (aun los que se dicen independientes). Es por ello que Marichuy y su movimiento merecían, al menos, mayor apoyo simbólico por parte de los mexicanos, sobre todo en un país como el nuestro en el que nos llenamos el buche hablando de rescatar las tradiciones y culturas indígenas; en el que nos escandalizamos cuando advertimos que una lengua está en riesgo de perderse; y en el que tenemos el hábito de idolatrar a los indígenas muertos (Nezahualcóyotl, Cuauhtémoc, Juárez) pero no a los vivos.

Hasta el propio INE colaboró para evitar que Marichuy llegara a la boleta. Sus seguidores argumentan que es discriminatorio el criterio de usar teléfonos inteligentes para el registro de firmas pues muchas comunidades no tienen señal e incluso no tienen celulares que aguanten la aplicación pues son costosos; y si bien el INE permitió recoger firmas en papel en municipios marginados, excluyó de su lista mil 331 municipios con alto y medio grados de marginación y a 725 en emergencia por los sismos.

Es así como a Marichuy, que siempre pide a sus oyentes imaginar cosas imposibles para construir un mejor país, le fue imposible registrarse porque entre todos se lo hicimos imposible. Preferimos mejor, entre todos, lanzar al estrellato al niñito wixárika Yuawi López y su cancioncita del Movimiento Naranja.

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