/ jueves 19 de abril de 2018

Hablemos de Paz y No Violencia


Las armas más inhumanas

¿Por qué se prohíbe el uso de armas químicas? Partamos del hecho de que ninguna guerra es buena y aunque algunas se llamen “civiles”, deberíamos considerarlas a todas como inciviles pues aseguran la destrucción de una parte de la humanidad. Ahora bien, desde 1925 el Protocolo de Ginebra estableció límites éticos en las guerras, incluida la prohibición del uso de armas químicas, Protocolo reforzado con la Convención de 1993 que no sólo prohíbe, también define lo que son dichas armas, establece medidas de inspección e incluso ordena su destrucción en los países firmantes.

No entraré al detalle de explicar cuáles son estas armas (la mayoría son gases y agentes nerviosos), el problema son sus efectos. Si bien tienen el mismo fin que las explosivas (matar o al menos herir), no son armas convencionales pues los ejércitos no siempre tienen la preparación o defensa adecuadas contra ellas; siembran el terror, aunque sembrar terror no sea el fin de los ejércitos sino de los grupos terroristas; y el control que se ejerce sobre ellas es aún menor que sobre las armas convencionales, y por esta razón el daño a la población civil puede ser mucho mayor: si las personas se pueden defender de una bala ocultándose, contra las armas químicas no hay lugar posible para ocultarse; si las personas relativamente pueden ocupar todos sus sentidos para esquivar las armas convencionales, las químicas atrofian todos los sentidos (principalmente la posibilidad de respirar); si las convencionales pueden provocar muertes rápidas, las armas químicas casi siempre matan lentamente, pudiendo pasar años antes de que ello ocurra y por eso el sufrimiento de las víctimas es mayúsculo y su dignidad prácticamente desaparece.

Los gobiernos y sus ejércitos siempre han usado armas químicas, pero con fines de destrucción masiva apenas hace un siglo se comenzaron a lanzar en la Primera Guerra Mundial (en México algunos historiadores hallaron que se usaron gases en la guerra de aniquilación que Carranza lanzó contra los zapatistas). Recurrentemente se siguieron empleando durante el siglo XX y lo que va del XXI. El ejemplo más reciente es el ataque a la ciudad de Duma que provocó un bombardeo a Siria por parte de Estados Unidos. Ya antes, en el año 2012, el presidente Obama presionó para que el régimen de El Assad, apoyado por Rusia, suspendiera el uso de estas armas contra su propia población. Pero a la vuelta de los años es obvio que la medida fue insuficiente.

En estos tiempos convulsos la posibilidad de un enfrentamiento entre potencias (EEUU, Rusia y China) está latente. Hasta ahora han sido prudentes, pero esto podría cambiar, sobre todo por la locura de Trump y por que las armas químicas siguen presentes en nuestras vidas.


Las armas más inhumanas

¿Por qué se prohíbe el uso de armas químicas? Partamos del hecho de que ninguna guerra es buena y aunque algunas se llamen “civiles”, deberíamos considerarlas a todas como inciviles pues aseguran la destrucción de una parte de la humanidad. Ahora bien, desde 1925 el Protocolo de Ginebra estableció límites éticos en las guerras, incluida la prohibición del uso de armas químicas, Protocolo reforzado con la Convención de 1993 que no sólo prohíbe, también define lo que son dichas armas, establece medidas de inspección e incluso ordena su destrucción en los países firmantes.

No entraré al detalle de explicar cuáles son estas armas (la mayoría son gases y agentes nerviosos), el problema son sus efectos. Si bien tienen el mismo fin que las explosivas (matar o al menos herir), no son armas convencionales pues los ejércitos no siempre tienen la preparación o defensa adecuadas contra ellas; siembran el terror, aunque sembrar terror no sea el fin de los ejércitos sino de los grupos terroristas; y el control que se ejerce sobre ellas es aún menor que sobre las armas convencionales, y por esta razón el daño a la población civil puede ser mucho mayor: si las personas se pueden defender de una bala ocultándose, contra las armas químicas no hay lugar posible para ocultarse; si las personas relativamente pueden ocupar todos sus sentidos para esquivar las armas convencionales, las químicas atrofian todos los sentidos (principalmente la posibilidad de respirar); si las convencionales pueden provocar muertes rápidas, las armas químicas casi siempre matan lentamente, pudiendo pasar años antes de que ello ocurra y por eso el sufrimiento de las víctimas es mayúsculo y su dignidad prácticamente desaparece.

Los gobiernos y sus ejércitos siempre han usado armas químicas, pero con fines de destrucción masiva apenas hace un siglo se comenzaron a lanzar en la Primera Guerra Mundial (en México algunos historiadores hallaron que se usaron gases en la guerra de aniquilación que Carranza lanzó contra los zapatistas). Recurrentemente se siguieron empleando durante el siglo XX y lo que va del XXI. El ejemplo más reciente es el ataque a la ciudad de Duma que provocó un bombardeo a Siria por parte de Estados Unidos. Ya antes, en el año 2012, el presidente Obama presionó para que el régimen de El Assad, apoyado por Rusia, suspendiera el uso de estas armas contra su propia población. Pero a la vuelta de los años es obvio que la medida fue insuficiente.

En estos tiempos convulsos la posibilidad de un enfrentamiento entre potencias (EEUU, Rusia y China) está latente. Hasta ahora han sido prudentes, pero esto podría cambiar, sobre todo por la locura de Trump y por que las armas químicas siguen presentes en nuestras vidas.

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