El activismo estudiantil pacifista
Aún recuerdo las tétricas historias surgidas de las preparatorias de la UAEM en la primera mitad de los 80. Mi hermano cuenta que si de repente se escuchaba escándalo y alguien gritaba “¡Ahí vienen los porros!”, había que esconderse o correr. Eran tiempos en que parecía normal la existencia de estos grupos. Hoy ya no lo es. Pero aún eso no me sorprende, lo que me impacta es que actúen a plena luz del día y en espacios tan visibles como la explanada de Rectoría en la UNAM. ¿A quién se le ocurre reactivar el porrismo en una época en que, más que inestabilidad, provocaría el rechazo unánime de la opinión pública?
Pero más allá del porrismo ―fenómeno que en adelante deberá ser castigado o de lo contrario los gobernantes se exponen al rechazo ciudadano―, lo que es digno de destacarse es la respuesta de los estudiantes de la UNAM y de otras instituciones (UAM, IPN, etcétera). Su conducta fue impecable al no responder la violencia con más violencia y al manifestarse de forma pacífica por las calles de CDMX y dentro de sus escuelas. Es buena noticia, aunque aún falta tiempo para que veamos la conclusión de este conflicto.
Ha sido ya un año de activismo juvenil pacífico y constructivo. Cabe recordar que desde septiembre de 2017 observamos a muchos jóvenes, entre estudiantes, ninis y trabajadores, entre “milennials” y “centennials”, apoyando en labores de salvamento y reconstrucción por los sismos que afectaron Oaxaca y CDMX. Muchos de esos jóvenes son oriundos del valle de Toluca.
Y hablando de Toluca, no es la primera vez que los estudiantes de la UAEMex y otras instituciones se manifiestan por las calles de esta capital, pero creo que la marcha del pasado lunes 10 de septiembre (cuya asistencia se calcula entre 3 mil y 5 mil manifestantes) significará un antes y un después en la historia de las manifestaciones estudiantiles en nuestra ciudad.
Acá el motivo de la marcha no fue el porrismo sino la inseguridad que viven los jóvenes, no sólo en las calles sino dentro de sus propios espacios académicos. El detonante fue la muerte violenta de la icónica alumna Deni de la Facultad de Humanidades, que representa sólo el último caso de una serie de asesinatos de estudiantes. El pliego petitorio que presentaron toca directamente los temas en que fallan las autoridades de todos niveles y a la inseguridad se suman la corrupción y la impunidad. No sería raro que, de no haber respuesta inmediata, el conflicto escalara, no de manera violenta sino más bien hacia mayores exigencias y cambios institucionales. Por lo pronto ya es buena señal que las autoridades tampoco hayan respondido con violencia.
Estas señales son parte del signo de nuestros tiempos, herencia de los sucesos ocurridos en 1968…
@RodrigoSanArce
