/ jueves 8 de noviembre de 2018

Hablemos de Paz y No Violencia


Armagedón de microorganismos, medicamentos inútiles

Hace 100 años, el 5 de noviembre de 1918, el gobierno mexicano anunció que un tercio de estudiantes de escuelas públicas tenía gripa. Luego se supo que se trataba de la llamada “influenza española”, que provocó la mayor pandemia en la historia al matar a 50 millones de personas en el planeta, cifra casi igual a la de muertos de la Primera Guerra Mundial. Nuestro país no estuvo exento de sus efectos, pues se estima que hubo 500 mil muertos que se sumaron a los cientos de miles de fallecidos provocados por la Revolución.

Un siglo después, la amenaza de destrucción por microorganismos o lo que se llama “Armagedón” por virus y bacterias sigue latente. Suficientes muestras se tienen con los 30 millones de fallecidos por VIH en el mundo; los miles de muertos por ébola en Guinea, Sierra Leona y Liberia en África; y otras cepas con nombre de película de ficción que amenazan con desbordarse: SARS, MERS, marburgo, nipah, chikunguña, zika y diversas fiebres como la hemorrágica de Crimea-Congo, de Lassa, del Valle del Rift y una asiática aún sin nombre. Pero la más peligrosa sigue siendo la influenza, cuya cepa H1N1 decidimos ignorar los mexicanos en 2009, tirando a la basura el cubrebocas y yéndonos de vacaciones a las playas.

Se calcula que si para el año 2050 no se toman medidas frente a las posibles brotes de estas cepas, se perderán en epidemias alrededor de 5% del PIB mundial y 10 millones de vidas al año (más que por cáncer, diabetes, SIDA, enfermedades diarréicas, accidentes, etcétera). Para colmo, el descongelamiento de glaciares a causa del cambio climático ha revivido virus congelados incluso desde hace 30 mil años (¡convivieron con los mamuts y los neandertales!): Mollivirus, Pandoravirus, Phitovirus Sibericum y otros. Y si grupos terroristas se deciden a robar y revivir cepas almacenadas en laboratorio, como la viruela (para la cual cada vez menos gente se vacuna, pues supuestamente está erradicada), que Dios nos agarre confesados.

Encima está el mal uso que damos a los antibióticos, abusando de su consumo o tomándolos mal: “ponte dos piquetes de penprocilina para que en friega se te quite” o “con tres pastillas me curo”, dicen unos parientes. También está la ignorancia: mucha gente “no sabe para que sirve un antibiótico”. No obstante, cada año mueren 700 mil personas en el mundo por la resistencia que las bacterias han generado a los antibióticos. Y luego están los fanáticos que no vacunan a sus hijos “por que su religión se los impide”. Mientras que el costo de las medicinas que impone la codiciosa industria farmacéutica y la corrupción en las farmacias no ayuda mucho a resolver el problema.

Esta es una buena historia de terror para el mes de noviembre.

@RodrigoSanArce


Armagedón de microorganismos, medicamentos inútiles

Hace 100 años, el 5 de noviembre de 1918, el gobierno mexicano anunció que un tercio de estudiantes de escuelas públicas tenía gripa. Luego se supo que se trataba de la llamada “influenza española”, que provocó la mayor pandemia en la historia al matar a 50 millones de personas en el planeta, cifra casi igual a la de muertos de la Primera Guerra Mundial. Nuestro país no estuvo exento de sus efectos, pues se estima que hubo 500 mil muertos que se sumaron a los cientos de miles de fallecidos provocados por la Revolución.

Un siglo después, la amenaza de destrucción por microorganismos o lo que se llama “Armagedón” por virus y bacterias sigue latente. Suficientes muestras se tienen con los 30 millones de fallecidos por VIH en el mundo; los miles de muertos por ébola en Guinea, Sierra Leona y Liberia en África; y otras cepas con nombre de película de ficción que amenazan con desbordarse: SARS, MERS, marburgo, nipah, chikunguña, zika y diversas fiebres como la hemorrágica de Crimea-Congo, de Lassa, del Valle del Rift y una asiática aún sin nombre. Pero la más peligrosa sigue siendo la influenza, cuya cepa H1N1 decidimos ignorar los mexicanos en 2009, tirando a la basura el cubrebocas y yéndonos de vacaciones a las playas.

Se calcula que si para el año 2050 no se toman medidas frente a las posibles brotes de estas cepas, se perderán en epidemias alrededor de 5% del PIB mundial y 10 millones de vidas al año (más que por cáncer, diabetes, SIDA, enfermedades diarréicas, accidentes, etcétera). Para colmo, el descongelamiento de glaciares a causa del cambio climático ha revivido virus congelados incluso desde hace 30 mil años (¡convivieron con los mamuts y los neandertales!): Mollivirus, Pandoravirus, Phitovirus Sibericum y otros. Y si grupos terroristas se deciden a robar y revivir cepas almacenadas en laboratorio, como la viruela (para la cual cada vez menos gente se vacuna, pues supuestamente está erradicada), que Dios nos agarre confesados.

Encima está el mal uso que damos a los antibióticos, abusando de su consumo o tomándolos mal: “ponte dos piquetes de penprocilina para que en friega se te quite” o “con tres pastillas me curo”, dicen unos parientes. También está la ignorancia: mucha gente “no sabe para que sirve un antibiótico”. No obstante, cada año mueren 700 mil personas en el mundo por la resistencia que las bacterias han generado a los antibióticos. Y luego están los fanáticos que no vacunan a sus hijos “por que su religión se los impide”. Mientras que el costo de las medicinas que impone la codiciosa industria farmacéutica y la corrupción en las farmacias no ayuda mucho a resolver el problema.

Esta es una buena historia de terror para el mes de noviembre.

@RodrigoSanArce

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