/ jueves 29 de noviembre de 2018

Hablemos de Paz y No Violencia


El sexenio que termina

He vivido de manera consciente cinco sexenios, 30 años de 1988 a la fecha, desde el presidente Salinas hasta Peña. Cada sexenio genera grandes expectativas al comienzo y de forma inevitable, al final, decepciona. Pero antes de la decepción hay un rompimiento de expectativas. No recuerdo un sexenio en el que se hayan roto las expectativas más temprano que el de Zedillo por la crisis registrada a los 21 días de iniciado su gobierno. Y no recuerdo otro sexenio que haya generado tanta decepción como el que termina mañana (ni siquiera el de Salinas en el terrible año 1994), en el que prácticamente 4 de cada 5 mexicanos dejó de confiar en su gobierno.

El gobierno de Peña comenzó muy bien, logró desatorar lo que no habían podido Zedillo, Fox ni Calderón: la parálisis legislativa por no tener mayoría en el Congreso. El “Pacto por México” ha sido uno de los acuerdos políticos más importantes de la historia reciente, por el que se realizaron las reformas estructurales tan necesarias pero tan postergadas en el último cuarto de siglo: fiscal, laboral, energética, educativa, de telecomunicaciones, entre otras. El año 2014 para el mundo fue el del “MeMo” (“Mexican Moment”) y Peña se convirtió en una especie de “salvador” del país. Todo parecía ir viento en popa y nadie se acordaba del AMLO denunciante de fraudes electorales.

Pero ese también fue el año del rompimiento de expectativas por la creciente inseguridad y corrupción. Peña continuó la estrategia calderonista de mantener las Fuerzas Armadas en las calles para combatir a los delincuentes sin fortalecer los cuerpos de seguridad civiles. Soldados y marinos realizaron una labor loable en el combate al crimen pero también cometieron faltas graves a los derechos humanos. La estrategia provocó más muertos y por ello 2017 y 2018 pasarán a la historia como los años más violentos del México reciente. Y los 43 de Ayotzinapa marcarán la memoria del sexenio.

Sobre la corrupción no abundaré más. Sólo diré que en el 2013 trabajé en el gobierno federal, desde entonces se sabía que el gobierno de Veracruz hacía mal uso de los recursos y a nadie parecía importarle. La Casa Blanca también quedará como la impronta de este gobierno.

Alguna vez un analista dijo que no se puede ser gobierno reformista y al mismo tiempo permitir la corrupción pues en algún momento los poderes afectados se cobran las cuentas. Eso le pasó a Salinas y a Peña, pero en este último caso también fue la sociedad la que cobró la cuenta por los errores y la soberbia demostrados cambiando de régimen político a través del voto. Es una lástima que termine así el sexenio pues considero que Peña fue buen Gobernador y es una lástima que a su legado, las reformas estructurales, les pongan reversa.


@RodrigoSanArce


El sexenio que termina

He vivido de manera consciente cinco sexenios, 30 años de 1988 a la fecha, desde el presidente Salinas hasta Peña. Cada sexenio genera grandes expectativas al comienzo y de forma inevitable, al final, decepciona. Pero antes de la decepción hay un rompimiento de expectativas. No recuerdo un sexenio en el que se hayan roto las expectativas más temprano que el de Zedillo por la crisis registrada a los 21 días de iniciado su gobierno. Y no recuerdo otro sexenio que haya generado tanta decepción como el que termina mañana (ni siquiera el de Salinas en el terrible año 1994), en el que prácticamente 4 de cada 5 mexicanos dejó de confiar en su gobierno.

El gobierno de Peña comenzó muy bien, logró desatorar lo que no habían podido Zedillo, Fox ni Calderón: la parálisis legislativa por no tener mayoría en el Congreso. El “Pacto por México” ha sido uno de los acuerdos políticos más importantes de la historia reciente, por el que se realizaron las reformas estructurales tan necesarias pero tan postergadas en el último cuarto de siglo: fiscal, laboral, energética, educativa, de telecomunicaciones, entre otras. El año 2014 para el mundo fue el del “MeMo” (“Mexican Moment”) y Peña se convirtió en una especie de “salvador” del país. Todo parecía ir viento en popa y nadie se acordaba del AMLO denunciante de fraudes electorales.

Pero ese también fue el año del rompimiento de expectativas por la creciente inseguridad y corrupción. Peña continuó la estrategia calderonista de mantener las Fuerzas Armadas en las calles para combatir a los delincuentes sin fortalecer los cuerpos de seguridad civiles. Soldados y marinos realizaron una labor loable en el combate al crimen pero también cometieron faltas graves a los derechos humanos. La estrategia provocó más muertos y por ello 2017 y 2018 pasarán a la historia como los años más violentos del México reciente. Y los 43 de Ayotzinapa marcarán la memoria del sexenio.

Sobre la corrupción no abundaré más. Sólo diré que en el 2013 trabajé en el gobierno federal, desde entonces se sabía que el gobierno de Veracruz hacía mal uso de los recursos y a nadie parecía importarle. La Casa Blanca también quedará como la impronta de este gobierno.

Alguna vez un analista dijo que no se puede ser gobierno reformista y al mismo tiempo permitir la corrupción pues en algún momento los poderes afectados se cobran las cuentas. Eso le pasó a Salinas y a Peña, pero en este último caso también fue la sociedad la que cobró la cuenta por los errores y la soberbia demostrados cambiando de régimen político a través del voto. Es una lástima que termine así el sexenio pues considero que Peña fue buen Gobernador y es una lástima que a su legado, las reformas estructurales, les pongan reversa.


@RodrigoSanArce

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