Una transición pacífica
La Cuarta Transformación tiene prisa, sea porque piensa que el país se le deshace entre las manos, porque afirma que se han perdido 36 años de progreso con el neoliberalismo, por que a su “sexenio” le recortarán dos meses o por que el presidente ya no se cuece al primer hervor (tiene 65 años). La Cuarta lleva un ritmo frenético al cual es muy complicado seguirle el paso por la multiplicidad de mensajes y la cantidad de promesas disparadas al aire, aunque su propósito central siga siendo el combate a la corrupción y la impunidad. Cada régimen tiene su estilo, pero no estaría mal que, de repente, imperara la serenidad y la reflexión en la toma de decisiones.
En cualquier caso, lo que se debe reconocer a la Cuarta Transformación, lo que nadie podrá escatimarle nunca, es que la transición que generaron no sólo es democrática sino también pacífica. Y en este tema la Cuarta es deudora de la actitud adoptada por Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano hace 30 años.
Durante el siglo XX muchos movimientos de izquierda e integrantes del Partido Comunista optaron por la vía armada y guerrillera como solución a la toma del poder para derribar a un régimen considerado autocrático. La represión contra ellos no se hizo esperar y las puertas de la participación política se les cerraron, hasta 1977 en que el propio régimen priísta abrió el espectro político mexicano para que pudieran participar por vías legales. Pero fue Cuauhtémoc el que aprovechó mejor la coyuntura al romper con el anquilosado PRI y, sobre todo, al llamar a sus simpatizantes a crear un nuevo partido político, el PRD, en vez de llamarlos a tomar las armas por el fraude electoral de 1988.
Esa tradición pacífica de la izquierda inaugurada por Cárdenas hace tres décadas es la que, consciente o inconscientemente, ha seguido AMLO en estos tres lustros de campaña por la presidencia de la República, incluyendo dos elecciones perdidas. Y en la creación de un nuevo régimen nadie podrá escatimarle el mérito de haber obtenido el poder desde la oposición abierta, sin fraude electoral, sin acuerdos en lo oscurito, con una enorme fuerza de voluntad, desgaste físico y, tal vez lo más importante, de forma no violenta, a todo lo cual contribuyó la decadencia de un viejo régimen que, si bien tuvo sus glorias y en algún momento construyó un Estado de Bienestar fuerte, poco a poco la corrupción lo hizo entrar en estado de descomposición y putrefacción.
Ahora AMLO y su partido, Morena, tienen el beneficio de la duda de lo que será su gobierno desde el Poder Ejecutivo y el Congreso. Desafortunadamente en estos pocos días, a pesar de los dichos, aún no han podido desechar en muchos mexicanos la duda de qué van a hacer con tanto poder acumulado en estas elecciones.