Para lograr la paz se requiere contar con solidez institucional, una sociedad civil fuerte y un gobierno limitado, no un gobierno omnímodo y paternalista. Para lograr la paz, además, se requiere que el gobierno respete de manera irrestricta el Estado de Derecho y las instituciones autónomas, no que actúe con base en premisas religiosas y morales que generan intolerancia.
Desafortunadamente en la 4T observamos señales contradictorias que no nos permiten tener paz, ni espiritual ni de ningún tipo.
Se profundiza la militarización como estrategia de seguridad pública, pero al mismo tiempo no se hace uso de la fuerza legítima para preservar el Estado de Derecho, pues se considera “represión”. Las fuerzas armadas se ocupan para detener migrantes y construir aeropuertos, no para detener amenazas a la seguridad nacional como los narcos y el crimen organizado, lo que debilita la función tanto de las fuerzas armadas como de las policías del país.
El mantra de “acabar con la corrupción” llevó al triunfo a la 4T y es repetido hasta la náusea, pero el combate a la corrupción sólo ha significado amenazas y “estate quietos” a quienes el gobierno considera adversarios incómodos, además de que en su seno se tolera la corrupción (Bartlett).
El “primero los pobres” es otro mantra repetido hasta la saciedad, pero los nuevos e improvisados programas sociales que prescinden de instituciones y organizaciones intermediarias, sólo acentúan la dependencia que tiene la gente humilde de las ayudas del gobierno.
La 4T dice que es demócrata, pero si lo hace es con “peros y asegunes”, pues lleva a cabo “consultas populares” ilegales y poco representativas (“patito”), intenta de fea manera que sus líderes partidistas y en el Congreso se reelijan en sus cargos y, lo peor, avienta buscapiés que violan la Constitución al tratar de extender mandatos de gobierno (el sabido caso de Baja California y su putrefacta “Ley Bonilla”).
El “Culiacanazo” es un acabose, una fallida estrategia para capturar a un narco que luego mediante una táctica propagandística se quiere vender como estrategia de paz para salvar vidas. Completamente falso: no sólo puso en riesgo a la población civil sino que con la liberación de Ovidio se acentúa la ruptura del Estado de Derecho y se permite al grupo criminal seguir actuando en la impunidad. En esta condición nadie está a salvo ni en paz.
Que nadie se equivoque: los investigadores para la paz nos oponemos a cualquier tipo de violencia, pero no a la violencia legítima que ejerce el Estado a través de ejércitos y policías cuando peligre la seguridad nacional y deba defender a la población, siempre que se enmarque en el Estado de Derecho. Lo que queremos es una paz realista, no una paz utópica.
rodrigo.pynv@hotmail.com; Facebook: Rodrigo Sánchez; Twitter: RodrigoSanArce