/ jueves 26 de abril de 2018

Imagogenia


Pos...Debate

¡Ohh! El debate presidencial… sí, ese que parecía más una comedia de Eugenio Derbez que un espacio de discusión sobre problemáticas, ideas y propuestas para el bien común de la sociedad mexicana.

A Margarita Zavala se le notaba nerviosa, titubeaba al hablar y no concretaba sus ideas, buscó la atención de la oposición, pero su imagen no llegó ni a gris, fue absolutamente transparente, no existió en el debate. Escogió un pésimo momento para modificar su estilo natural y optar por unos aretes llamativos y un maquillaje recargado, no era ella desde su mensaje hasta su apariencia y por eso, no logró proyectar su esencia y mucho menos logró ganar el voto del indeciso.

José Antonio Meade con una imagen gris, apegado a un libreto y enfocado en tirarle a Anaya por lavado y a AMLO por incongruente. Su discurso aunque pretendía ser agresivo, se mantuvo tibio no era lo que decía era cómo lo decía; si bien es un hombre con una gran preparación académica esto no es indicativo de que sea buen orador, y se nota que hablar en público no es lo suyo porque: no cautiva, no enamora, no hay variantes de tono, no sabe improvisar y aunque sabe de lo que habla, no es capaz de decirlo en un lenguaje ciudadano.

Ricardo Anaya tenía un enemigo a vencer –AMLO a quien podría pisarle los talones- y un contendiente a anular –Mead, a quien buscó neutralizar con los desaciertos de la actual administración-. Su imagen casi en rojo, se mostro agresivo y no dudó en responder cualquier golpe, siempre tenía algo destacado que decir y siendo francos tiene las capacidades oratorias de las que los demás contendientes carecen. Como tip, la siguiente vez debe cuidar que no le quede una lámpara de frente pues su gesticulación y su mirada se bloqueaban por el reflejo que daba en sus lentes.

Andrés Manuel no tenía nada que hacer ahí –sólo cumplir con la invitación-, no tiene enemigo a vencer, no tiene que convencer a nadie; su único objetivo, tal vez, era presentar sus propuestas de forma concisa, no discutirlas, sólo presentarlas ante la audiencia, y no lo logró fue víctima de su estilo de imagen verbal –o de la edad-. Sus ideas son radicales, poco congruentes y no dice como las implementará sin embargo, venden; su imagen entre azul y buenas noches, primero porque se le veía cansado y segundo porque hizo caso omiso de la mitad de los golpes que recibió y el otro tanto no pudo contestarlos, su estilo verbal era demasiado pausado. Toda su comunicación no verbal gritaba incomodidad y al final, fue evidente que no quería estar ahí, salió sin decir adiós y prácticamente corriendo. Como era de esperarse fue el más golpeado, porque está en la cima.

Jaime Rodríguez “El Bronco” su imagen en multicolor. Se colocó en la mente del electorado por propuestas como “mochar la mano al que robe” y su tradicional discurso emotivo sobre la inseguridad –su intento de asesinato, el asesinato de su hijo, el secuestro de su hija, entre otros- al grado de mostrar la bala como símbolo de la violencia de la que ha sido víctima. Repartió golpes sin reparo, compartió su número de teléfono, su discurso fue elocuente y firme, en definitiva es un buen orador para la audiencia a la que se dirige; dentro del cúmulo de candidatos y a pesar de ser independiente logró destacar, al día siguiente en redes sociales y en cualquier medio, la gente hablaba de él.

@Mar_Naa


Pos...Debate

¡Ohh! El debate presidencial… sí, ese que parecía más una comedia de Eugenio Derbez que un espacio de discusión sobre problemáticas, ideas y propuestas para el bien común de la sociedad mexicana.

A Margarita Zavala se le notaba nerviosa, titubeaba al hablar y no concretaba sus ideas, buscó la atención de la oposición, pero su imagen no llegó ni a gris, fue absolutamente transparente, no existió en el debate. Escogió un pésimo momento para modificar su estilo natural y optar por unos aretes llamativos y un maquillaje recargado, no era ella desde su mensaje hasta su apariencia y por eso, no logró proyectar su esencia y mucho menos logró ganar el voto del indeciso.

José Antonio Meade con una imagen gris, apegado a un libreto y enfocado en tirarle a Anaya por lavado y a AMLO por incongruente. Su discurso aunque pretendía ser agresivo, se mantuvo tibio no era lo que decía era cómo lo decía; si bien es un hombre con una gran preparación académica esto no es indicativo de que sea buen orador, y se nota que hablar en público no es lo suyo porque: no cautiva, no enamora, no hay variantes de tono, no sabe improvisar y aunque sabe de lo que habla, no es capaz de decirlo en un lenguaje ciudadano.

Ricardo Anaya tenía un enemigo a vencer –AMLO a quien podría pisarle los talones- y un contendiente a anular –Mead, a quien buscó neutralizar con los desaciertos de la actual administración-. Su imagen casi en rojo, se mostro agresivo y no dudó en responder cualquier golpe, siempre tenía algo destacado que decir y siendo francos tiene las capacidades oratorias de las que los demás contendientes carecen. Como tip, la siguiente vez debe cuidar que no le quede una lámpara de frente pues su gesticulación y su mirada se bloqueaban por el reflejo que daba en sus lentes.

Andrés Manuel no tenía nada que hacer ahí –sólo cumplir con la invitación-, no tiene enemigo a vencer, no tiene que convencer a nadie; su único objetivo, tal vez, era presentar sus propuestas de forma concisa, no discutirlas, sólo presentarlas ante la audiencia, y no lo logró fue víctima de su estilo de imagen verbal –o de la edad-. Sus ideas son radicales, poco congruentes y no dice como las implementará sin embargo, venden; su imagen entre azul y buenas noches, primero porque se le veía cansado y segundo porque hizo caso omiso de la mitad de los golpes que recibió y el otro tanto no pudo contestarlos, su estilo verbal era demasiado pausado. Toda su comunicación no verbal gritaba incomodidad y al final, fue evidente que no quería estar ahí, salió sin decir adiós y prácticamente corriendo. Como era de esperarse fue el más golpeado, porque está en la cima.

Jaime Rodríguez “El Bronco” su imagen en multicolor. Se colocó en la mente del electorado por propuestas como “mochar la mano al que robe” y su tradicional discurso emotivo sobre la inseguridad –su intento de asesinato, el asesinato de su hijo, el secuestro de su hija, entre otros- al grado de mostrar la bala como símbolo de la violencia de la que ha sido víctima. Repartió golpes sin reparo, compartió su número de teléfono, su discurso fue elocuente y firme, en definitiva es un buen orador para la audiencia a la que se dirige; dentro del cúmulo de candidatos y a pesar de ser independiente logró destacar, al día siguiente en redes sociales y en cualquier medio, la gente hablaba de él.

@Mar_Naa